|𝑳𝑨 𝑹𝑬𝑰𝑵𝑨| 08

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—Dom

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—Dom...

—¡No me sigas! —exclama activando la alarma del coche y abriendo los seguros de este, sin una palabra y nada de sutileza abre la puerta del copiloto, su nariz expandiéndose cual animal embravecido. Conociendo cuando el juego no está a mi favor, entro donde me indica. Cierra y rodea el vehículo abriendo su puerta. La última mirada al club son escombros en llamas... «Dioses, ¿qué acabo de hacer?».

Conduce fuera de los límites de la ciudad, música de rock a máximo volumen. The Score parece hacerle himno tras himno a su estado de ánimo.  Las esposas restringen mis manos, causándome daño en las muñecas y dolor en mis hombros... Tengo una tormenta de pensamiento, Dominic asesinó a ese hombre a sangre fría, le disparó a la cabeza sin ningún pudor. Y, Roth. La chica, tres inocentes chicas.

¿En quién me he convertido? ¿Qué demuestro con esto? ¿Cómo trato de adueñarme de una organización, la cual Dominic ha creado a su imagen, perfecta e inmaculada? No tiene ningún fallo, a excepción de mi persona. Yo soy su error, casarse conmigo es su cruz.

Probablemente está llevándonos a mi muerte. Gira en un desvío en la interestatal 95 al sur y mis alarmas se encienden como fuegos artificiales de un cuatro de julio. El camino es de piedra y sin luces. Los nervios inundan mi garganta, me remuevo en el asiento, incómoda.

Ha tenido suficiente de mí, cinco meses de esa poca paciencia suya, he sido grosera y osada, le he pegado y seis de cada siete días discutimos; esta noche ha rebosado su vaso lleno. Estaciona el coche y solo veo una especie de cabaña abandonada en medio del bosque, tiene enredaderas naturales verdes en las paredes de ladrillos rojizos.

Todo está apagado dentro y alrededor de la casa. Somos los únicos aquí, en varios kilómetros a la redonda. No hay forma de que ninguna persona escuche mis gritos de auxilio. La música se detiene, Raze aparece en el sistema del auto como llamada entrante. «Maldición».

—¿Vas a asesinarme? —pregunto en cuanto la música es silenciada. Abre la puerta de su lado y la luz se activa dentro del coche, dejándome observar sus facciones duras—. ¿Vladimir está muerto?

—No.

Y sale del auto, no, ¿qué? ¿No va a matarme? ¿Vladimir no está muerto? Dominic se mira capaz de hacerme daño, esa mirada suya de crueldad pura. Abre mi puerta, dejando un débil hueco donde pasar, salgo del vehículo con las manos atadas a mi espalda y mis piernas débiles por el terror, haciéndome doblemente difícil mantenerme estable. Observo a mi alrededor por alguna vía de escape, intentar correr no funcionaría en la tierra con botas de tacón delgado y mis manos atadas. Pegarle no es una opción... Estoy a su merced.

—Lo siento —susurro, las palabras burbujean en el eco de la noche. Sin la música todo es más turbio—. Solo quería salir un rato.

—Me mentiste —acusa en mi espalda, sus palabras como pequeñas dagas diminutas en mi garganta—. ¿Tienes idea del daño que has causado esta noche? ¡¿Por un momento te detuviste a pensar en ello?!

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora