|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 04

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Dominic

—Somos un desastre —dice riendo suavemente.

—Uno perfecto —secundo pasando mi lengua por su vientre, recogiendo el caramelo que he sido tan generoso de compartir con ella.

—Arruinaremos la alfombra.

—¡Al demonio con ello! —siseo pasando mi boca a su pecho derecho, cuando cierro mis labios en el montículo de carne, jadea y deja caer su cabeza hacia atrás, arqueando el cuerpo y ofreciéndose para mí. Estamos pegajosos, desnudos en el piso de la suite con las puertas del balcón abiertas, el cielo coloreándose de naranja con el nuevo amanecer. Su boca empieza a emitir esos gemidos que me vuelven demente.

Sus manos empujan mi cabeza hacia abajo, abriendo más sus piernas. Mis labios se curvan en una sonrisa maliciosa, obviando su clara orden paso al otro pecho, mordiendo ligeramente, sé que los tiene sensibles y quiero ver qué tanto es capaz de soportar antes de pedirme en palabras sus deseos o que mi polla tome el control de todo... Lo que suceda primero.

Repite la acción y resopla cuando succiono.

—Don —gimotea, llorando.

—Mmm...

—Por favor —suplica.

—¿Qué? —burlo.

—Dame más —implora.

—¿Qué quiere, mi reina?

—Ya lo sabes. —Jadea. Oh, claro que lo sé.

—Estoy perdido —miento—. ¿Podrías iluminarme?

—¡Ah! —grita molesta empujando mi pecho. El juego se rompe en cuanto dice que no quiere continuar, me alejo dejándola salir. Se levanta furiosa, desnuda y con la piel brillosa debido al caramelo.

Joder, está sensible con el embarazo y creo que he sobrepasado alguna línea imaginaria que tiene que ver sobre torturar a tu esposa si ella no pide que le chupen el coño en palabras, como sé que ha estado deseando los pasados minutos. Estoy ideando una disculpa muy elaborada cuando se sienta en la mesa. Siguiendo su ejemplo me pongo de pie, tengo la polla dura... Realmente dura. Mi esposa me observa y se saborea los labios ya de por sí enrojecidos, para cuando me mira sus ojos están cargados de pasión, el bonito verde en ellos rozando lo peligroso, sus tetas también están rojas, porque, bueno, me gustan y me he divertido mucho con ellas.

—Sabes lo que quiero y no me lo das —acusa tomando el frasco de cristal lleno de caramelo, tiene la cuchara que inició todo. Curioso la miro tomar un poco en ella y sacar la lengua, está a punto de lamer cuando deja derramar este en medio de sus pechos, es una línea muy delgada y fina, luego se vuelve más audaz y deja la cuchara de lado llevando directamente el tarro... Abre las piernas y no sé a dónde prestar atención primero. Mi boca saliva observando los jugos de sus pliegues y luego la línea dorada abriéndose camino desde su vientre hasta su monte de Venus. Carajo.

—¿Así o más claro? —desafía.

No registro mis pasos mientras me acerco, solo sé que quiero consumir su alma en este preciso momento si fuera posible, colocando mis manos en cada una de sus rodillas, le abro más las piernas y mirándola a los ojos me inclino por mi premio. Al primer contacto de mi boca con su clítoris, el tarro cae en la mesa y, sus manos, ambas tiran de mi pelo.

Chupo descaradamente su clítoris un poco más fuerte, logrando arrancarle un grito de placer, al mismo tiempo deslizo dos dedos en su húmedo y caliente coño. Enloqueciendo con su imagen. Se contorsiona con mis dedos dentro de ella, follándola fuerte una y otra vez. Lamo percibiéndola molerse contra mi cara. Sus gemidos empiezan a llenar la estancia.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora