|𝑳𝑨 𝑹𝑬𝑰𝑵𝑨| 09

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Golpeo el volante con furia, girando en U hacia mi esposa

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Golpeo el volante con furia, girando en U hacia mi esposa. La ira tiene nublados mis pensamientos, quiero castigarla por ponerse en peligro a sí misma y a la vez envolverla en mis putos brazos y no dejarla moverse un segundo fuera de ellos. Un camión toca el claxon por mi movimiento brusco, rebasando en el lado contrario de la carretera. Tengo ganas de matar algo y podría ser mi víctima perfecta si no fuera por la mujer que acabo de abandonar.

¿Cómo puedo hacerle eso? ¡A mi esposa, mi mujer! Mierda, acelero retomando el camino de vuelta a la cabaña. Es un lugar de paz y tranquilidad, es donde terminamos quedándonos cuando la mierda es demasiado en la ciudad, es mi lugar seguro y la traje conmigo cuando todo lo que quiero es volver a doblarla y darle cien veces más con mi puto cinturón. Quizás si lo hago entienda de una vez por todas que este mundo no es para un ser como ella. Que solo intento proteger sus partes buenas, que no quiero verla llena de amargura como yo.

¿Por qué no comprende que es la luz en toda mi oscuridad? Hace horas solo quería regresar a casa, con mi esposa esperando en nuestra habitación, donde podría abrazarla y dormir sin preocuparme de nada más... Verla siendo apuntada. Jesús, tengo un nudo en la maldita garganta. Durante cortos segundos la imaginé muerta, bañada en su sangre, su dulce cuerpo tirado en el VIP del Belladona. Mi esposa muerta. Eso es todo lo que podía ver mientras le di unas cuantas nalgadas.

Apago las luces del carro en cuanto diviso la cabaña. Soy un maldito hijo de puta, ella está sentada contra la puerta, su rostro enterrado entre sus piernas dobladas. Tiene que estar incómoda con las esposas restringiendo sus manos. Satanás debe tener un lugar en el infierno solo para mí, ¿cómo puedo causarle tanto mal a una ninfa? ¿Un ser divino y precioso como lo es mi esposa?

Golpeo la guantera, apagando el vehículo y retirando mi llave universal para quitarle las esposas. Sé que me dará pelea, ella no va a quedarse simplemente a esperar. Y, joder, mi polla palpita solo con imaginármela. Eso es lo que necesito ahora, que me deje sacar la impotencia. Mi esposa, por el contrario, necesita un hombro, quien la sostenga mientras se desmorona. Bajo del deportivo avanzando hacia ella, es casi el amanecer, estamos en la hora más oscura de la noche.

Sin decir una palabra, me siento a su lado en el suelo y levanto mi mano, rodeando sus hombros mientras la atraigo hacia mi pecho.

Sé que se siente culpable y ahora todo lo que puedo hacer es abrazarla, dejarla llorar. Darle un poco de mi calor. Quiero llevarla dentro, sumergir su cuerpo en agua caliente, entrar a la cama y dormir una semana abrazado a ella. Quiero amarla, lo quiero en verdad, es solo que... no está en mí.

—Lo siento —solloza contra mi pecho. Beso la cima de su cabeza, ¿qué decir para que lo entienda? ¿Cómo puedo ser razonable como Roth y expresar la gravedad de lo que acabo de hacer si herirla?

«Decir la verdad.» Casi escucho la voz de mi mano derecha en mi interior.

Sentí miedo —digo tragando en seco. Intentando no arruinarlo más—. Cuando te vi subir las escaleras, creí que eras una ilusión... Tengo muchas de esas. Cuando te extraño y quiero volver a casa, cualquier chica rubia me recuerda a mi dulce esposa. Creí que eras solo una jugarreta más de mi mente y estaba listo para ir contigo cuando volví a mirarte. Reconocería este pelo y esas piernas en el infierno de ser necesario.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora