|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 11

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Emilie

Estaba nerviosa de la reacción de Dominic, sin embargo, cuando baja las escaleras y se reúne con nosotros en el comedor, sosteniendo a Emma en sus brazos. Quiero morir justo en ese momento. Roth me da un asentimiento discreto tomando su lugar al lado de mi esposo, Nicklaus y Savannah nos acompañan en la cena, es tranquila a pesar de la revolución en mi interior. Mi marido anuncia nuestra partida temprana y hace algo que nunca creí posible delante de nadie, toma mi mano y la lleva a sus labios dándome un corto beso, asegurándome con ello que nada ha cambiado entre nosotros. Seguimos en el mismo camino, sin importar cuán poderoso acabo de convertirlo.

En la madrugada regresamos a New York, solo nosotros tres en el jet privado. Estoy tan cansada que solo duermo, los escucho hablar y planear, pero el agotamiento es más fuerte.

Mi esposo me acaricia el pelo y poco a poco me arrastra del sueño, tengo una manta cubriéndome y un plato de comida delante de mí.

—Mmm... Eso huele muy bien.

—Es la primera noche que no despiertas —dice, su mano en mi cabello y se inclina enterrando su cabeza en mi cuello, besándome.

—Estoy hambrienta —me quejo, Roth está en la línea contigua de asientos, frente a su laptop—. ¿Tengo que ir al casino esta noche? —cuestiono, es lo único que recuerdo de sus palabras mientras me dormía.

—No quiero —ronronea cual niño.

—Escuché...

—No saldrás a ningún lugar —revira en rotundo.

—Tengo sueños y metas que no retrasaré por Kain. No le permitiré quitarme mi rutina, ya nos alejó de nuestra hija.

—¿Es tu última palabra? —pregunta enfrentándome. Levanto mi ceja mirándolo inquisitiva, es muy raro que dé su brazo a torcer así por así.

—¿Sí...? Quiero decir, sí, es mi última palabra.

—Bien, come, estamos a pocos minutos de aterrizar en Jersey.

—¿Jersey? Pensé que iríamos a New York.

—A partir de ahora nadie sabrá nuestra ubicación. En cuanto ataque, Kain y Vladimir vendrán hacia mí.

—Sin dinero no pueden moverse mucho, ¿no? —pregunto agarrando un pedazo de tocino y saboreándolo. Es el cielo.

—Uno o tres ataques, luego de eso se quedarán sin recursos.

—Estarás preparado, no tienes nada que perder —musito sin pensar, devorando el desayuno. Dominic toma mi vaso de jugo y bebe un poco, observándome fascinado.

—Seguro —confirma sonriendo de lado. Ay, se mira tan bello.

Aterrizamos en Jersey alrededor del mediodía del sábado en un pequeño aeropuerto privado, Dominic conduce una Rover y Roth va en otra detrás de nosotros, más se nos unen formando una fila de seis, para mi sorpresa no nos dirigimos a Manhattan, sino por la 297 hacia la cabaña. No digo nada, quizás sea un despiste momentáneo a raíz de toda la situación actual, al llegar observo uno de sus deportivos.

—Tengo que ir con Raze más tarde, el club está cerca.

—Bueno, yo me arreglaré para ir al casino, ¿Roth me acompañará?

—Seguro...

Giro mis ojos porque está divagando mucho, algo que en definitiva no es su costumbre. Uno de los soldados me abre la puerta mientras Dominic se aleja a comunicarle algo a Roth, el hombre me ayuda a caminar y supongo que ha sido una orden de mi marido.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora