|𝑳𝑨 𝑹𝑬𝑰𝑵𝑨| 02

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Cinco meses después

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Cinco meses después

—Mírame —sisea mi esposo, con su mano rodeando mi cuello. Niego y acelero mis movimientos, dejando caer mi cabeza hacia atrás. Los dedos de su mano derecha se hunden en mi cadera y arremete contra mi intimidad con ímpetu, castigador. Grito, el sudor corre entre mis pechos y mis cabellos están pegados en mi frente y cuello.

Oh, es dolorosamente bueno. Mi marido sabe cómo follarme hasta sacar el alma fuera de mi cuerpo. Siento su miembro en mi interior tallando mis paredes, perforando dentro cuando se engrosa. Me expande, dando una última estocada y sosteniéndome en mi lugar. Gruñe soltando mi cintura para ir directo por mi clítoris hinchado y tira, justo como me gusta.

El orgasmo es descomunal, muerdo con fuerza mi labio evitando darle la satisfacción de escuchar mis gemidos, sin embargo, su mano en mi cuello no me lo permite, tira con fuerza hasta apoderarse de mi boca. Su beso es furioso, intenso y hambriento.

Despacio me aparta, respiro agitada, saciada y desmadejada. Me obligo a mirarlo reuniendo todo lo que soy, en lo que sus actos me han convertido, una reina, combatiendo esa mirada helada, la cual horas atrás ha sido puro fuego ardiente. Esta noche se ha desatado, por norma solo tenemos dos rounds de sexo. Sale de mí y la conexión se pierde, una delgada línea difuminada en el aire. Perdemos todo cuando la llama llega a su punto más alto y decae en una montaña rusa de seducción y deseo, terminado en los recuerdos de sus mentiras. Besa mi frente como si con aquello quisiera decir algo más.

En el pasado quise llorar por ser débil y darle mi cuerpo, incluso luego de su traición, no lo hice antes y no lo haré en este momento. Conociendo nuestras rutinas, me dejo caer a su lado, sentándome en la cama y manteniendo la distancia segura.

Dominic con un gruñido de inconformidad, retira la goma que cubre su polla y la tira a la papelera junto a la cama. Estiro mi cuerpo saliendo de las sábanas, llegados a este punto, ya no siento ninguna pena en mostrarme desnuda.

—Em... —dice, moviéndose hasta sostener mi mano.

—Ya es tarde —anuncio, soltando su agarre—. Tenemos la inauguración del casino y recibiré una orden de suministros en el orfanato.

—Quédate —me pide.

—Necesito descansar —respondo sin mirarle. Encuentro mi vestido de noche hecho trizas en el piso. Maldita sea.

—Eres mi esposa, ¡joder! —exclama, comenzando a enfadarse.

—Buenas noches, Don —declaro, mientras avanzo hacia la salida del dormitorio.

Escucho sus maldiciones cuando cierro la puerta que divide nuestras habitaciones, un segundo más tarde la lámpara o quizás el teléfono termina estrellado contra la pared. Suspiro dejando caer los restos del vestido en mi mueble luego de colocar el seguro, nunca ha intentando romper la puerta o violar mi privacidad, pero, por seguridad adicional, cierro.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora