|𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐏𝐎| 22

114K 9.6K 10.1K
                                    

Marcela habla italiano, nos movemos en la cocina de un lado para otro, parlotea sobre algo, pero no logro entenderla y descubrí que Raze tampoco, nadie en esta casa es capaz de traducir para mí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Marcela habla italiano, nos movemos en la cocina de un lado para otro, parlotea sobre algo, pero no logro entenderla y descubrí que Raze tampoco, nadie en esta casa es capaz de traducir para mí. Se encuentra haciendo la pasta, según mi poca comprensión, algo especial y para el estándar de Dominic.

Prepara la salsa roja desde cero, sin ningún tipo de enlatado. Primero agrega pulpa de tomates, los mismos que la vi cortar más temprano del jardín, luego aceitunas, alcaparras, filetes de anchoa, ajo y perejil picado, más una pizca de sal. Huele extremadamente delicioso, desearía tener a Roth aquí, esta mañana sirvió de traductor entre nosotras pero ahora solo me defiendo observando todo y marcando algunos apuntes en un pequeño papel y pluma extraídos del despacho Cavalli.

—Spaghetti alla Puttanesca —exclama en su perfecto y romántico italiano.

—¿Puttanesca? —cuestiono mirando de reojo a Raze quien ha permanecido alejado en un rincón de la enorme cocina. Marcela enrojece bajando la mirada. Creo la he ofendido de alguna manera.

—La pasta puttanesca es llamada así por las prostitutas, Emilie —Explica Raze.

—Oh, dioses del Olimpo. Necesito aprender italiano. —Caminando hacia un pequeño comedor de seis sillas me dejo caer en una, Marcela me mira limpiando sus manos en una toalla. Su actitud es de una madre protectora.

—Sei una brava donna, salverai il mio ragazzo. Molto sofferenza nella sua anima, dolore di perdita e abbandono.

—No te entiendo —gimoteo frustrada con la barrera del idioma.

Marcela niega girándose a retomar su labor de cocinar la pasta. Suspiro.

Maldita sea, quiero entender, saber qué me dicen estas personas o Don cuando decide ocultarse en los susurros italianos. Sentada en la cocina me prometo hacerlo, aprender ese idioma y quizás más adelante un poco de ruso. No quiero quedarme siendo una ignorante espectadora cuando cambian de un idioma a otro, distrayéndome. Sabiendo que no sirve de nada quedarme en la cocina, decido salir. Raze está intentado robar un pedazo de queso y tiene a Marcela distraída. La villa, o debería empezar a llamarla viñedo, es enorme, hectáreas y más hectáreas de tierras en el horizonte. Existe una destilería, un almacén lleno de barriles de vino y descubrí en la casa una nevera del tamaño de un apartamento promedio de New York llena de vinos y algunas botellas de champán. Me dirijo a esa habitación, necesito un poco de licor en mi sistema. Son entradas las ocho de la noche, Don y Roth han desaparecido la mayor parte del día y no he recibido ninguna llamada, debería sentirme bien de tener al Capo lejos de mi lado, pero existe una pequeña espina en mí, una que me dice que de alguna manera lo extraño.

Empujo la puerta metálica con una linda fachada en madera, y entro por una botella, elijo una de etiqueta rosada. No conozco de vinos, pero leyendo la etiqueta es un Dom Pérignon Rosé Gold, champán. Genial.

Con dos botellas de la misma bebida salgo todo lo elegante que mi vestido negro de estampado rojo me permite, tengo un escote profundo entre mis pechos y mi espalda está descubierta, mi pelo suelto y lacio gracias a un planchando de una hora, junto a unas zapatillas que encontré en la habitación frente a la de Dominic, tiene un sinfín de vestidos, zapatos y joyas de todo tipo. La mujer para quien fue destinado eso sin duda amaba todo lo extravagante. Las zapatillas que tomé prestadas son doradas, un escorpión rodea mi tobillo y tienen una piedra brillante al frente, es tan reluciente y perfecta que estuve tentada en pensar que era un diamante real, pero eso es imposible... ¿Cierto?

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora