|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 05

62.3K 5.7K 2.7K
                                    

Emilie

—Existen pocos actos de los cuales me he arrepentido en mi vida —pronuncia, girándome despacio al compás de la música sublime. Ha reservado la terraza con la torre Eiffel de fondo, en uno de los clubes más exclusivos de París—. Este debió ser nuestro baile de casados.

Hoy me ha hecho sentir cual princesa de mi propio cuento. En el pasado se ha empeñado en ser solo un verdugo, pero hoy le ha ganado a todo lo demás. Hemos recorrido las calles agarrados de las manos, nos hemos sentado en el parque en una banca de hierro casi oxidado a simplemente hablar, a preguntarnos cosas tan insignificantes como la música del momento que nos gusta o si él tiene preferencia por algún deporte. Hoy, luego de meses y meses en guerra, solo fuimos Emilie y Dominic, una pareja cualquiera en el mundo. También ha sacado su lado extravagante comprándome el vestido Versace que llevo puesto, una prenda de encaje, ceñida a mi cintura para luego caer fluido con una abertura profunda en mi pierna. También una gargantilla de diamantes blancos a juego con una pulsera. Ha gastado una fortuna en horas.

—¿Por ello me compraste este hermoso vestido blanco? —cuestiono volviendo a él y colocando mi mano izquierda en su pecho, mi anillo de casada resplandeciendo.

—Me gusta el blanco en ti.

—¿Ah sí? ¿Por qué?

—Eres celestial e inocente, la otra cara de mi alma. —Se inclina uniendo nuestras frentes. La banda sigue tocando una pieza de Kodaline, The one, en la versión de piano—. Eres mi pequeño infinito.

Soy yo quien no puede evitarlo, apoderándome de su boca y tirando de su traje con mis manos, abriendo la mía sobre la suya y literalmente robándole un beso que me responde frenético. Toma el control, su lengua saqueándome. El amor es un fuego que arde y consume. Ese es del tipo que Dominic muestra, es ardiente e intenso, incontrolable y abrumador. Nubla mis sentidos.

Siempre ha sido de ese modo, incluso en los días de mis sentimientos contradictorios reconocía no tener escapatoria de su persona. Dominic no te da una opción, se cuela dentro de ti en lo profundo y cuando intentas alejarte ya es demasiado tarde. Ahora entiendo el motivo de este viaje, en primera instancia, creí que solo necesitaba un lugar donde recuperarse de su herida, pero es más que eso. Aquí puede ser él, tomarme de la mano sin que sus hombres le vigilen, no debe lucir ese papel que ha tomado toda su vida. El hombre cruel e intachable. El millonario de negocios al público y el sangriento Capo en las sombras.

Aquí es solo mi Don, el hombre que, aunque lo niegue, tiene una vena romántica en su interior.

—Te amo —musito al separarme. Escuece un poco no recibir las palabras, pero ahora sé que me ama. Y que el beso que deposita en mi frente lo garantiza. Solo necesita tiempo.

—Gracias por no darte vencida con nosotros —dice levantando mi mentón, su pulgar acariciando mi labio—. Gracias por ser fuerte y valiente.

—¿Valiente? —sollozo con los ojos humedecidos—. Te hice daño.

—Fui quien te lastimó primero, quien se aprovechó de tu confianza. Y, sí, eres valiente y fuerte, has aguantado todo lo que arrojé sobre ti. Podías tomar el camino fácil y, al contrario, me hiciste frente. Las decisiones contraproducentes que elegiste fueron en parte reacción a mis imprudencias, a mi forma inadecuada de tratarte.

Escuchar sus palabras, la sinceridad, esos pequeños actos de amor que me ha mostrado no solo en este viaje sino con anterioridad, me hacen sentir plena. No lo creía posible, el gran Dominic Cavalli reconociendo algo o declarando cosas tan simples y humanas como un "lo siento". No digo nada más, porque no hace falta. Algunas palabras, como bien me ha enseñado él, no necesitan ser dichas. Sonriendo coloco mi cabeza en su pecho, sintiendo esa mano siempre protectora en mi cintura mientras nos balanceamos suaves y calmados, dejando que la noche sea nuestra aliada.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora