|EL CAPO| 05

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Quiero guardar en mi memoria, el resto de mi vida, la imagen de este hombre

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Quiero guardar en mi memoria, el resto de mi vida, la imagen de este hombre. Inmortalizar en una fotografía su rostro. Todavía no sé qué hago aquí, sentada frente al empresario de ojos tormentosos, en un restaurante cerca de la editorial, ¿qué estoy pensando? Él está mirando de manera impasible el menú, como si hiciera esto todos los días. «Será porque lo hace».

—¿Sabes qué deseas ordenar? —pregunta sin mirarme.

Las manos me sudan como un cerdo, mi corazón está a punto de un colapso nervioso y yo, no sé ni dónde estoy. Tampoco es como si pudiera pensar, todo lo que recuerdo es él diciendo golpeo duro dentro de ti. Nada tan ardiente y directo como eso.

—Sí. —Aclaro mi garganta de forma educada.

—Tranquila, Emilie, no voy a comerte.                    

¿Por qué siento que está mintiendo? ¿Es otra vez la paranoia?

—Estoy tranquila.

Alarga la mano agarrando la mía por sobre la mesa y no sé qué hacer.

Oh, está tocándome...

—¿Por qué estás nerviosa?

—Tú... —digo.

—¿Yo?

Un mesero interrumpe para tomar nuestros pedidos. Cavalli pide una pasta y un corte de carne Rib Eye. Veo la sorpresa en su rostro cuando yo ordeno una hamburguesa, doble queso, tocino, sin pepinillos y soda.

—¿Coca o Pepsi? —pregunta el mesero.

—Coca.

Pepsi —respondemos al unísono.

Cavalli declina el vino con un gesto de manos. Y ese solo detalle me hace tener intriga. Es un hombre de pepsi o agua y no vino al parecer. Nos traen nuestras bebidas, coca para mí, pepsi para mi acompañante. Y quince minutos después nuestros platos son servidos. Quince minutos donde Cavalli me mira, evaluando.

—¿Desea algo más, señor? —pregunta el mesero y Dominic lo despide con un movimiento de manos. Toda esa hambre que siento se manifiesta y agarro la hamburguesa con doble carne entre mis manos. Gimo con la primera mordida y veo una sonrisa en su rostro. Cavalli corta un trozo de carne, lo pincha con su tenedor y se lo lleva a la boca. Yo me quedo jadeante viendo cómo esa deliciosa boca suya atrapa ese pedazo de corte fino.

Dios. Todo en este hombre grita; Sexo. Intenso. Peligro.

—Esto es algo nuevo —comenta—. Las mujeres no suelen comer eso.

—No creo ser el tipo de mujer a la cual un hombre como tú invita a comer —destaco digiriendo la comida en mi boca. Cavalli entrecierra sus hermosos ojos.

—No, no lo eres. —Se limita a decir.

—Lo supuse —musito dando otro bocado a mi comida, esta vez un líquido explota en mi boca.

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