|𝑳𝑨 𝑹𝑬𝑰𝑵𝑨| 17

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La primera vez que vi a mi madre llorar, se encontraba en el balcón de su habitación mirando sus pinturas tiradas en el piso

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La primera vez que vi a mi madre llorar, se encontraba en el balcón de su habitación mirando sus pinturas tiradas en el piso. No entendía su reacción, éramos millonarios, después de todo. Comprar nuevas pinturas no significaba un problema. Fue de mis primeros pensamientos fríos y egoístas. Recuerdo que hice un comentario hiriente porque tenía años luchando por ganarme su atención y ella se encargó de alejarnos en cada oportunidad posible.

Nuestra madre nos odiaba y no tenía reparo alguno en dejarlo en evidencia. Tenía una cierta preferencia con castigarnos, y sus castigos no eran para nada convencionales, pero esa noche solo se sentó en el piso y abrazó sus piernas llevándolas hacia su pecho y lloró desconsoladamente por horas.

«Yo no quería esta vida.» Cinco palabras que me marcaron. Quería liberarla de todo aquello, de los abusos de mi padre, de las noches donde la castigó dejando a sus hombres abusar de ella, de las otras tantas donde el castigo fue aún mayor incluyéndonos a mí o Damon.

Hoy, esta noche, muchos años más tarde, mi esposa es el reflejo de mi madre. Sentada en el sofá de mi despacho, abrazando sus piernas y repitiendo casi las mismas palabras. Relatando los hechos de esa noche, que al parecer nos marcó a todos. Cuenta cómo su padre la engañó para que aprendiera a memorizar números, que creyó era un simple juego y no lo que meses más tarde descubrió.

—Él fingió tratarme bien, mamá dijo que era mi nuevo padrastro. Ellos prometieron que estaría segura —solloza.

—Dijiste que era un pedófilo.

—¿Acaso no lo era? —cuestiona. No puedo negarlo. Gabriel Cavalli cometió muchos errores a lo largo de su vida, el poder se apoderó de su corazón y fue un mal hombre y padre—. Solo mentí por mi propia seguridad, nunca pensé que Roth me delataría.

—Roth no es quien me lo dijo —confieso, eso la hace mirarme sorprendida—. Holden lo hizo, el día del hospital.

—¿Tú lo sabías todo este tiempo? ¿P-Por qué no me lo dijiste?

—¿Qué diferencia haría? Acababas de perder nuestro bebé, no necesitabas eso y te lo he dicho esta noche porque no soporto seguir esta relación de mentiras, culpas y discusiones. Un círculo vicioso interminable.

—¿Ahora vas a hacerme daño? —pregunta. La observo, intentando descifrar sus palabras y cómo luego de tanto, ella aún es capaz de preguntarme si voy a lastimarla, sospecho de forma física, incluso luego de cada momento vivido.

—Nunca haría nada para lastimarte, Emilie.

—Lo has dicho en el pasado, Don. Muchas veces y ¿adivina qué? Siempre lo vuelves a hacer.

—Entonces enséñame a no hacerlo —suplico dando un paso en su dirección y dudando de mi propia cordura, ¿por qué me afecta tanto verla sufrir? ¿Llorar?—. Si quiero algo, exijo se haga de esa manera porque no sé cómo hacerlo de otra forma.

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