|𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐏𝐎| 25

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No necesito ser genio para notarlo, Lucas Piazza es enemigo de mi prometido. En primera, su mandíbula se contrae cuando Dominic dice unas palabras en italiano; segundo, sus ojos cafés caen en mi collar por primera vez y en ese momento la cólera se apodera de su rostro. Yo, presa del pánico y la angustia no intento entender sus palabras, estoy buscando a Valerie y Roth quienes han desaparecido. Raze aún se mantiene a mi lado, petulante y mirando a todos. Las mujeres reunidas en una esquina, en sus mejores trajes de gala comunicándose entre sí, observándome y riendo, junto a ellas Serafina quien se mantiene callada alzando una copa en mi dirección, las demás casi niñas de dieciocho o menos, son pequeñas arpías.

Al fondo del salón, una orquesta interpreta una melodía baja, rítmica. La mayoría de los hombres en el salón son seguridad de las mujeres, con sus típicos trajes negros y postura recta.

—Si quieres hablar de negocios mejor pasa al salón privado —sentencia Lucas, sus puños apretados. La chica, su esclava en realidad, hace una inclinación de cabeza y discreta me da un repaso antes marcharse con las arpías, quienes tuercen el gesto al mirarla—. Tu esposa puede esperar con las demás —murmura pasando al inglés, algo que agradezco.

—Mi esposa permanece a mi lado, me gusta mantener mi ganado bajo mi costado.

¡Hijo de su puta...! ¡Maldito! «Eres un adorno». No es lo que siente, solo trata de hacerle creer una farsa, ¿cierto? Lucas no se hace esperar, empieza a caminar a la delantera por los pasillos brillantes, escucho el jadeo colectivo cuando Don toca mi mano indicándome el camino y miran hacia dónde nos dirigimos, pasando unas puertas dobles coloca su mano derecha abierta en mi espalda, con una suave caricia en vaivén, miro sobre mi hombro a Raze quien nos sigue unos pasos detrás, sus ojos en mí en todo momento. Roth tiene razón, esto no es una fiesta, es una trampa mortal para todos. Si este hombre es enemigo de Dominic, nos está llevando a su terreno, pero dudo que el Capo esté donde permanece siendo un imbécil ignorante, es algo más, un juego donde conoce a cada jugador, ¿qué planeas, Don?

—El hijo de Michael Romano está aquí —empieza nuestro anfitrión abriendo otra puerta doble.

—Qué casualidad —murmura Dominic.

—Sí, eso mismo pensé. ¿Has hablado con Romano? Es amigo de la familia.

—Debe estar ocupado follando a la hija de Raffaele Ginore, ¿no?

Lucas tropieza, sus pies se enredan uno con otro y entra tambaleándose al segundo salón lleno de hombres imponentes. Es una actuación chistosa, Raze es la clara señal de cuán correcta estoy, no evita la pequeña risa asaltándolo y mi prometido igualmente curva esos labios preciosos en una sonrisa burlona.

Este salón es más pequeño, los hombres sentados en mesas de póker, un especie de casino clandestino o privado, el aire cargado de humo de tabaco, mujeres desnudas caminando con bandejas de licor en botellas selladas, habanos y polvo blanco en bolsas plásticas «droga».

Nada de eso tiene un real significado para mí, sé que es por mucho aberrante, pero lo siguiente con lo que topan mis ojos me causa verdadera repulsión... cinco jaulas ubicadas al centro de forma estratégica y metódica, con cinco chicas desnudas solo en zapatos de tacón alto y pelo suelto, una de ellas hincada con un lazo atando sus manos, como si fuera el regalo de algunos de estos hombres, no puede tener más de quince, es una niña. Las cuatro restantes lucen un poco más mayores, quizás unos dieciocho o veinte, dos de ellas atadas al techo de la jaula expuestas como en un sacrificio y las demás inclinadas, mostrando su trasero al público. No están aquí por su voluntad. Las ganas de vomitar suben a mi garganta, me cuesta un mundo no doblarme sobre mí y verter mi estómago en el piso.

—Estás en mi territorio, Cavalli —gruñe Lucas en respuesta de algo.

—Ese es el problema, Piazza, de unos días a la fecha, Italia se me antoja demasiado pequeña para compartirla.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora