|𝑳𝑨 𝑹𝑬𝑰𝑵𝑨| 03

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El ático posee su propia piscina templada, dado que mi día ha sido reorganizado, disfruto una parte de tomar sol con las chicas, los hombres preparan una parrillada, Raze y Holden, porque Dominic y Roth se trasladan al despacho perdiéndose en sus ...

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El ático posee su propia piscina templada, dado que mi día ha sido reorganizado, disfruto una parte de tomar sol con las chicas, los hombres preparan una parrillada, Raze y Holden, porque Dominic y Roth se trasladan al despacho perdiéndose en sus negocios delictivos.

—¿Cómo es ser la mujer de un ruso? —pregunta Hannah acomodando su top negro, para ser una mujer recién entrenada como madre, tiene una figura envidiable, no quiero saber las razones principales detrás de su insistencia en realizar ejercicios y casi sobrevivir a base de lechuga.

—Lo mismo que ser la mujer de un italiano, supongo —responde Dalila. Finjo atención a sus palabras, pero ubico mi mirada en mi hermano junto a Savannah, dentro de la piscina enseñando a Emma natación, mi hermano sonríe abiertamente a sus dos mujeres. Es feliz, brilla y resplandece como nunca, atraída por la escena, me alejo de las chicas para ir hacia ellos, sintiendo los ojos de Raze en mi persona, siempre vigilando mi siguiente movimiento. Estoy a punto de llegar cuando la figura de mi esposo se interpone, es difícil ignorar al todopoderoso, Dominic Cavalli, si sigue vestido de traje.

—Es una fiesta de piscina —declaro lo obvio a modo de burla.

Tira de sus gemelos, enfocándose en arreglar algo perfecto, es un hombre muy guapo y una pequeña parte mía se siente llena de orgullo al saber que me desea y, sobre todo, es mi esposo.

—Hablemos en privado.

—Siempre dando órdenes —digo girando mis ojos. Le sigo fuera.

—Feliz cumpleaños —susurra bajo sacando una pequeña cajita negra de su bolsillo en el instante que llegamos al recibidor, donde ya se encuentra Roth—. Tengo una reunión importante, no puedo quedarme más tiempo.

—¿Alguna de tus putas? —siseo. Niega, suspirando. Siempre hace esto...

—El cartel mexicano se encuentra en la ciudad. No, no joderé ninguna puta.

—Llévame contigo.

—No.

—Si vas a hablar de nuestros negocios, debo estar. Soy tu socia y si no es suficiente, tu esposa —reto dado un paso en su camino. Siento la mano de Roth tocar mi hombro. Santo Roth siempre invocando la paz.

—El cartel mexicano no es importante —dice en mi oído, conciliador.

—Marcelo Quintero estará pasado mañana en la noche en la ciudad, te llevaré conmigo entonces —anuncia Dominic.

—¿Los laboratorios colombianos?

—Sabes demasiado, Em —murmura pasándose la mano por el pelo—. Sí, te mostraré las rutas, implementaremos tu fórmula en la nueva droga de oro. Marcelo es contenido; Rodríguez del cartel mexicano, es grotesco.

—Bien, esperaré —concedo. Nikov retrocede perdiéndose de nuestra vista. Mi esposo suaviza su máscara un milisegundo, antes de inclinarse y dejar un beso en mi frente, se demora como siempre más del tiempo necesario. Al tener estas acciones tan humanas, pequeñas barreras luchan por ceder.

—Roth se quedará contigo —dice acunando mi rostro en sus fuertes manos—. Sé precavida, no quiero arrepentirme.

—¿De qué?

—Tu regalo.

—¿No es un collar?

—No, no es un collar. Esto te gustara más.

Mi esposo se marcha con Raze, el cambio de Nikov me desconcierta un poco, mi seguridad siempre se le confía al pequeño. Supongo que será un misterio más añadido a la lista. Las chicas me distraen cuando regreso a su lado, Hannah es la más vivaz de nosotras, Dalila es un poco demasiado sumisa y Savannah se marcha pronto con mi sobrina y hermano.

—¿Estás bien? —Holden cuestiona antes de marcharse, es un nuevo hábito adquirido—. ¿Lo están llevando mejor?

—Sí, mucho mejor —medio miento. Mi hermano no necesita saber mi vida matrimonial, es muy tarde para arrepentimientos.

—Me alegra... Te quiero, calabaza.

—Yo más, Holden.

Beso la cabecita rubia de Emma antes de que se marchen, algo se retuerce en mi pecho mirándolos irse. Hannah dando saltitos de emoción corta mi lado meloso al instante.

—¡Hora de irnos! —grita emocionada.

—¿Dónde?

—¡A ver tu regalo!

No preguntaré cómo lo sabe, Dominic siempre marcha varios pasos delante. Niego mirando la hora en mi móvil, no puedo perder el tiempo con regalos.

La inauguración está demasiado cerca, Roth debe pensar igual porque no deja de mirar su reloj.

—Tengo la inauguración sobre mí, literalmente, ¿qué tal mañana?

—Pero, Don quería...

—Es bueno que nunca hago lo que Don espera, ¿no crees?

—¡Ah! Has arruinado todo —lamenta.

—¿Qué tal si lo compenso dejándote arreglarme?

Soy un desastre, algo que nonna y Hannah saben muy bien, incluso Dalila lo ha aprendido en este corto tiempo. Ella es la nena sofisticada, fue criada y educada como la perfecta mujer italiana. Es la única en no mostrar su cuerpo, incluso en la piscina, va cubierta con un vestido recatado, entre eso y ser la esposa de Vladimir Ivanov, la hacen ser increíblemente discreta, creo que eso refleja un poco su personalidad sumisa y dominable.

Todas insisten en algo llamativo, debido a la luz baja del casino termino usando un vestido dorado de seda, ceñido, en corte sirena, sin hombros. La joya Cavalli en mi cuello es demasiado, pero retirarla es una ofensa a mi marido en un día como hoy. Le gusta verla en estos actos, leer en la prensa los artículos donde se deja muy en claro que no salgo sin ella y que somos una misma, la joya Cavalli, el tesoro real... soy yo. Los periódicos y noticieros hacen un festín de ello y mi esposo lo disfruta. Es alguna de esas pequeñeces que le hacen feliz. Mi asesora de imagen, de quien desconozco su nombre, remite mis atuendos con varias opciones de calzado y abrigos para este tiempo frío. Los ganadores son unos Giuseppe Zanotti italianos blancos con detalles dorados y mi pelo suelto en ondas.

—La joya Cavalli —susurra Hannah. Y, no, no se refiere al diamante en mi cuello, es del modo en el cual la prensa ha decidido llamarme. Soy el adorno llamativo de mi esposo, muy pocos resaltan mi trabajo en el orfanato, para todos soy la mujer florero perfecta para mi esposo.

—Mi seguridad está abajo —declara Dalila—. ¿Nos reuniremos pronto?

—Sí. —Hannah responde dándole dos besos—. Necesito un día alcohol y chicas hablando.

—Reservaré una mesa —concedo. Hacemos esto una vez cada cierto tiempo, tomar y hablar de nada en unos de los restaurantes de la famiglia.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora