|𝑳𝑨 𝑹𝑬𝑰𝑵𝑨| 25

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Las lágrimas empiezan a caer mientras llevo una mano a mi vientre

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Las lágrimas empiezan a caer mientras llevo una mano a mi vientre. Siento que me ahogo e intento respirar, luchando con el nudo en mi garganta, con la impotencia. No sé qué hacer, cómo proteger mi gente, creo que estoy perdiendo la razón, me siento observada en mi propia casa, no duermo, vago de un lugar a otro en silencio. Creo que han colocado micrófonos, porque él se entera de todo, ¿cómo puede ser posible? ¡Y todo por mi estupidez! ¡Por mi impulsividad! Si no hubiera enviado ese mensaje todo sería diferente. Es mi culpa. Sollozo, la única persona que me puede proteger es mi esposo, pero lo he herido. Lo vi, fui testigo de sus emociones, del dolor que mis palabras causaron.

—¿Por qué le ha dicho eso, señora? Ha sido la mujer más feliz al enterarse de que estaba embarazada. Ambas sabemos que no es un accidente, podría haber tomado las pastillas, pero no lo hizo. —La doctora Falcón se mueve a mi lado, entregándome un vaso de agua.

—No lo entendería —sollozo. Su mirada, el dolor. Dominic me dejó ver todas sus emociones. El plan era movernos a un terreno fuera de casa, donde no me sintiera observada. Desmayarme no era parte del plan y tampoco que se enterara del bebé, no así, no ahora.

Lloro no sé por cuánto tiempo, sin tener una salida, sin encontrar una manera. No puedo enviarle un mensaje o solo sentarme y explicar mi idiotez. Va a dejarme, yo lo he alejado y sé que eso es lo él quería desde un principio... Él quería que fuera yo quien arruinara a Don.

Y lo peor es saber que lo está consiguiendo.

La puerta vuelve a abrirse, mi esposo entrando. Sus ojos analíticos sobre mi persona, a su espalda, Roth. Verlos a ambos siempre me trae paz, saber que son por demás inseparables. Que se tienen uno al otro.

Amo a estos chicos y no lo creí posible. Dominic no tiene su americana y su camisa es un desastre salpicado de gotas... Sangre.

—Sácala de aquí —ordena hacia Roth, quien se mueve llamando a la doctora Falcón. Mi esposo me observa, su pelo revuelto, sus manos empuñadas.

Escuchamos la puerta siendo cerrada, pero ninguno dice nada. Se acerca cauteloso, sentándose en la cama y despacio extiende su mano hasta colocarla sobre la mía.

—Ya sé todo —dice atormentado—. ¿Qué necesitas que haga?

Parpadeo, desconcertada. Y me lanzo hacia él, rodeando su cuello.

—Lo siento, lo siento. —Lloro en el arco de su cuello—. No sabía qué hacer. Fui una tonta, estaba dolida con la muerte de Holden y te culpé. Luego todo se salió de control, te amo, Dominic. Créeme, por favor. No he dejado de amarte, nunca podría. No me odies... Creo que hay micrófonos en la casa, no sabía cómo hablar contigo.

—¿Realmente estás embarazada? —pregunta en ese tono frío.

Estoy perdiendo a mi esposo y es mi culpa.

—Sí —confieso. Me aleja despacio—. Dijiste que lo sabes todo...

—Sí, tengo los mensajes. Sé lo que él está haciendo. Quiere que me hagas molestar, ¿no?

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora