|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 18

47K 5.1K 2.6K
                                    

Emilie

Holden dice que debo hacerlo, que terminar esto me ayudará a sanar. Prometió llevarme con él a Londres donde tendremos una linda casa, como antes. Mama está mal, ella no me reconoce. Me atacó la otra noche y ahora tengo una herida en mi abdomen debido a ello. Papá también decía que, si algún día no estaba conmigo, Gabriel se haría cargo de mí.

—¿No me dejarás? —insisto por quinta vez. Holden está nervioso y no me gusta, hace que yo también esté inquieta.

—Solo esta noche, mañana regresaré por ti.

—No quiero quedarme con él.

—Es tu tutor legal —me recuerda. Gabriel es mi padrastro, ¿cómo pasó? Nunca estuve en una linda boda. Suspiro, nuevamente observando fuera del coche. Nos ha mandado a buscar con uno de sus hombres, aquel que me curó cuando estaba desangrándome, ¿por qué no lo hizo Gabriel? Me ordenó no mencionar su nombre, si no, cosas muy malas le pasarían a mamá. No quiero que nada le suceda. Ella se va a curar y vendrá a Londres, horneará esas tartas de durazno. Mmm, relamo mis labios. Tengo un poco de hambre, pero no quiero ser molesta. Si actúo como una niña grande, entonces Holden no se enfadará.

—¿Falta mucho...?

—¡Emilie! —grita, regañándome. Su voz me asusta y salto en mi lugar, causando que mi herida duela. «No puedo llorar, no puedo llorar.» Mis ojos se humedecen y clavo mis uñas en la palmas de mis manos.

—Lo siento —murmuro volviendo a mirar afuera.

No pasará, no preguntaré nada. Debo ser buena. La velocidad del coche se reduce y se empiezan a mirar pinos frondosos a los lados de la carretera. Otro coche viene, está saliendo de la linda casa, me alzo más para mirarlo. Es bonito, de esos que papá coleccionaba en miniatura. Me gusta. El conductor de nuestro vehículo se detiene y baja su cristal.

—Señor —saluda al chico, su auto tiene una música alta y empiezo a mover la cabeza, es contagiosa. ¿Por qué le dice señor si es un chico? Oh, pero Gabriel me llama señorita Greystone.

—Te veo más tarde, Gastón, ¿podrías mirar a Roth? Parece que tuviera un hueso roto —exclama el señor chico. Es lindo, parece de esos que salen en las televisión.

—Sí, como ordene.

El coche acelera y empezamos a entrar en la casa, por las puertas que ha dejado abiertas. Sigo moviendo mi cabeza, pero la música se ha ido. Entonces me giro, porque no quiero olvidarlo. Holden suspira a mi lado.

—¿Qué? —gruñe.

—La música —murmuro. Se remueve sacando un lápiz y su libreta. Sabe que si lo escribe jamás lo olvidaré, una parte de mí lo agradece y se emociona con ese pequeño gesto. Escribe y rompe el trozo de papel.

—Artic Monkeys —leo en voz alta.

Gastón es el primero en bajar y luego me ayuda a subir en una silla con ruedas, dice que debo usarla para no lastimarme.

Es un señor muy bueno, me ha cuidado y se preocupa por mi alimentación, por eso cuando lo menciona me siento agradecida.

Hay muchos hombres en la puerta al lado de Gabriel. Él está sonriendo.

—Bienvenida a casa, hija —saluda ignorando a Holden.

—La joven Greystone necesita comer, el vuelo ha sido muy largo, señor.

—Claro, claro. Tenemos de todo en la casa. Siéntete a gusto, principessa, te gustará vivir aquí conmigo.

Busco a Holden con la mirada, no quiero vivir aquí. Iremos a Londres como me ha prometido, ¿verdad?

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora