|EL CAPO| 02

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Emilie

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Emilie

Parte esencial de tu persona es saber lo que quieres ser en la vida, es toda tu responsabilidad conocer en qué dirección dirigirte, pero sobre todo, cumplir tus metas y límites sin culpar al "Soy así porque..." odio a las personas que se victimizan por haber tenido una infancia de mierda. Sí, fue jodido, pero ¿sabes? ¡Supéralo! Ve afuera, cómete el maldito mundo de una buena vez, haz algo con tu jodida vida, sobre todo no te estanques a llorar por algo que no tiene remedio.

Ese consejo me repetí en mi primer día en New York, cuando tuve mi culo llorando por más de tres meses y parecía una mártir. Solo por tener una nueva oportunidad. Mi cuerpo está caliente, sediento y ardiendo. Agradezco haberme dejado el sujetador puesto, de otra manera mis pechos estarían saltando arriba y abajo con el sudor crudo corriendo por todo mi cuerpo.

Más... ¡Más! —gruño.

Mi corazón está latiendo frenético, rogando el siguiente respiro mientras todo en mí se contrae dolorosamente. Me muevo más fuerte sintiendo ese frenesí que siempre llega en este punto. Estoy ahí, justo en esa zona de placer y dolor.

Dios... Solo un poco más —pido.

En todo el ardor de mi acalorado cuerpo logro escuchar algo molesto. Mi celular está timbrando, cortando la voz de Imagine Dragons, Natural, al instante. Maldigo al ver la pantalla y toda la excitación desaparece. Luego mis pies parecen enredarse uno con el otro y caigo del golpe en la calle. Vocifero en contra de todos mis antepasados interponiendo mis manos y evitando romperme la cara. Mi respiración es irregular cuando vuelvo a ponerme sobre mis pies. Maldito seas Holden Greystone.

—¡Deberías quedarte en esa posición, nena! —grita un afroamericano en la esquina agarrándose la entrepierna y haciendo movimientos con la cadera. Sin pensarlo mucho le muestro mi dedo medio y me inclino tomando mi celular—. ¡Tengo suficiente polla para ese trasero!

—¡Vete a la mierda! —bufo volviendo sobre mis pies para alejarme del idiota.

Una extraña sensación de ser observada llega y miro sobre mi hombro comprobando al imbécil quien ya está encendiendo un cigarro sin prestarme más atención. Apresuro más mi paso trotando hacia el departamento –el cual comparto con mi mejor amiga– encontrando este en silencio. Sigo derecho a la ducha porque estoy sudorosa y enojada conmigo misma por no lograr correr más de una hora como tenía previsto.

Mi pelo es un desastre para cuando pongo un pie en mi habitación y desearía que fuera como en las películas donde la chica sale con este mojado y seis segundos después tiene un pelo lacio y brillante. No tengo tiempo, me recuerdo una vez más mientras me inclino por mi ropa interior.

— ¡Valerie! —chillo desde mi puerta—. ¿Dónde está mi sostén de lunares?

Silencio, más silencio. Estoy segura de que ha decidido tirar a la basura mi sostén favorito, el cual no es digno de tener más uso.

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