|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 20

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Emilie

Dominic se mantiene pendiente a cada hora, por mis comidas, si duermo bien, que tal me siento en el club. Dejamos el tema de nuestra llamada de lado y trato de mantenerlo en un segundo plano, preocupándome más por su estado emocional. Se que se encuentra ansioso por dar con el paradero de Kain y no me parece justo que le añada presión con un tema tan delicado. Me duele su reacción y a la par lo comprendo.

No ha tenido una infancia fácil con Gabriel Cavalli como padre.

Estar con las chicas es increíble, el animo de Vicky y su vitalidad unido a una vena maternal en ella con todo, incluyéndome. Bess es un caso aparte, se mira por ratos pensativa y perdida en su propio mundo y en otros animada. Tomamos un poco de sol y jugamos en el lago, Vicky me enseña a preparar pasta desde cero. Tengo unas cuantas salidas del club, por ropa, utensilios de uso personal. Duermo con Bess unas noches hasta que arreglan una habitación para mi y aprovecho la intimidad con mi esposo.

—Damián seguirá afuera de tu puerta —advierte mientras le paso los libros. Se que esta aterrada con la idea de que me vaya sin supervisión.

—No pienso escapar. No quiero darle problemas a Dominic, no soy estúpida.

—Si escapas bajo mi vigilancia. Raze perderá la cabeza.

Y probablemente sea la razón principal del porque no he hecho algo estúpido como tratar de resolver lo que sucede. Si saliera, una llamada a Vlad seria suficiente, pero tengo a mi esposo. Él se encargará de protegerme y debo ayudarlo no poniéndome en peligro, ni a mi o a los mellizos y mucho menos a Emma.

—No lo haré —aseguro abrazándola—. Lo prometo, Roja.

—Deja de llamarme así.

—Rojo es tu color, y además ese hombre tuyo vive llamándome Rubia, de alguna forma debo vengarme.

Ríe separándose de mí.

—El infierno me persigue, ¿eh?

—El protagonista sufrió un poco parecido a ti, cometió errores, pero su Beatriz lo salvó. Espero Raze y tú puedan salvarse uno al otro, como ellos —murmuro dejando otro dos libros más en sus brazos.

—Tres, genial.

Aww, la convertiré en mi mejor amiga lectora. Es mi misión secreta.

—Deja de quejarte, vete a tomar un baño y a leer un poco. Déjame sola, quiero masturbarme en videollamada.

O sola, joder no importa. Las hormonas me tienen caliente, en putas llamas coloridas y mi esposo se encuentra muy lejos para darme lo que necesito. Le he enviado una foto de mi cuerpo salida de la ducha, con gotas de agua rociándome, si tengo suerte ya se encuentra desesperado. No mostré mi cara, porque, aunque Damián me aseguro de que Harry lo ha equipado para mi en especial, no quiero sufrir una fuga de mi privacidad.

—¡Rubia! —chilla.

—Sí, sí, vamos, ¡fuera de mi habitación!

—¡No volveré a mirarte con los mismos ojos!

—Una lástima para ti, tus ojos son preciosos.

—¿De verdad tendrás una sexcall?

—Sí, tendré una. —La empujo fuera de mi habitación—. Te recomiendo escuchar música, voy a gritar mucho y eso va para ti hombresote.

Le advierto a Damián, quien se vuelve un tomate rojo. Riendo cierro la puerta y corro a la cama, marcando con desesperación el numero de Dominic, como siempre responde al tercer tono. Dioses, lo extraño tanto. Su imagen aparece en la pantalla, está en lo que parece una cama, con el pelo mojado y el torso desnudo por lo que alcanzo a mirar.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora