|𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐏𝐎| 13

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Mi mano izquierda pesa debido al anillo de compromiso elegantemente elaborado, tiene dos bandas de oro rosado entrelazadas con diminutos diamantes blancos en pavé francés incrustados, los cuales envuelven al diamante central

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Mi mano izquierda pesa debido al anillo de compromiso elegantemente elaborado, tiene dos bandas de oro rosado entrelazadas con diminutos diamantes blancos en pavé francés incrustados, los cuales envuelven al diamante central. La piedra más grande es una esmeralda, rodeada por nueve diamantes más pequeños. La joya es muy hermosa, no es exageradamente grande pero no es pequeña en sí. En otras circunstancias sería mi anillo perfecto, si el hombre que me la entregó me amara y fuera correspondido. No es de ese modo, ninguno de los dos siente nada por el otro. La manera de entregarme la sortija tampoco ha sido de las mejores. Soñé con una propuesta romántica, velas, un discurso de amor, una cena en algún yate en medio del Caribe. Me hubiera conformado con mariachi, cualquier cosa. En mi caso fue luego de que una doctora introdujera sus dedos en mi parte privada para garantizar mi pureza. Y luego mi prometido señaló nuestra fecha de bodas para un mes, sin consultarme. «Soy una esclava», me recuerdo.

—Es apresurado.

—No perderé mi tiempo en nimiedades. Nos tomarán una foto para el periódico, anunciaremos nuestro compromiso. Y de ese modo Vladimir retrocede.

—Joven obligada a contraer nupcias con un monstruo no es buena propaganda.

—Y Roth dice que mis chistes son malos.

—No veo la necesidad de hacerlo público.

—Estas casándote conmigo, un "empresario" de New York. Todos me conocen, soy un banquero respetado ante el público —rebatió dejando una cajita dorada en la cama donde minutos antes la doctora Falcón metió su dedo en mí—. Llévalo siempre. Te llamaré para las fotos y contrataré una organizadora de bodas. Ella se encargará de todo, no tienes que elegir nada. Ya le pasaré la lista de invitados.

—¡Uy! ¡Qué romántico!

—Cara mia, aquí nadie está hablando de amor. Sácate esa basura de la cabeza o resérvala para tus tontos libros. No me importa.

Dominic, mi dueño. Este hombre no se parecía en nada al de nuestro almuerzo. Este era el Don, su voz en ese marco de sexualidad, rodeándolo, cubriéndolo como un sudario. Físicamente era el mismo, pero el actual era un depredador. Su forma de moverse, sinuosa, un león al acecho de su carnada. «Yo era la carnada».

—Quiero seguir trabajando en la editorial, mi mejor amiga será mi dama de honor. No perderé mi vida por ti, hasta la boda quiero seguir viviendo con ella.

Entrecerró sus ojos azules, dos pequeñas dagas afiladas. Su rostro era inexpresivo, como si no tuviera una pizca de emoción dentro.

—Mientras no permitas a nadie tener lo que es mío. Puedes hacer lo que te pegue en gana, no es mi problema.

Claro, nada referente a mí era su problema.

La única cosa que busca un tipo de su calaña en una mujer como yo es sexo. A Dominic no le importa nadie, es un personaje violento y cruel. Su único propósito es poder, dinero, sembrar terror en sus enemigos y respeto entre sus soldados.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora