|EL CAPO| 04

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Desganada apago el plasma y recojo todos mis desperdicios para tirarlos en la basura

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Desganada apago el plasma y recojo todos mis desperdicios para tirarlos en la basura. Cansada y nostálgica me encamino a mi habitación. Retiro las almohadas de mi cama y quito mi ropa cambiándola por la playera de mi grupo favorito Imagine Dragons. Luego me acuesto mirando las mariposas en mi techo, ¿eran días buenos aquellos, Emilie?

Una sonrisa se posa en mis labios a pesar de que las pesadillas no me dejarán dormir, recordar los momentos junto a mi padre es maravilloso. Mi celular se vuelve a iluminar y decido mejor apagarlo de una vez, pero me doy cuenta de que aparte de las más de cuarenta llamadas de Holden tengo dos mensajes, quiero borrarlos sin más pero el número no está guardado en mis contactos.

Mi estómago se contrae pensando que puede ser el pasado persiguiéndome otra vez, al abrirlos me doy cuenta que parecen ser de mi presente.

"Las panteras cazan regularmente por las noches, me pregunto si también tú."

"Si te cuestionas cómo tengo tu número, parece que Dios sí se acordó de un demonio como yo... Guarda mi número y llámame."

Releo los mensajes más de cinco veces y no puedo evitar mirar su orden «Guarda mi número y llámame». Porque no es un pedido, es una gran y clara orden, ¿quién se cree que es? En mi arranque de terquedad borro los mensajes y solo me toma un segundo arrepentirme de no agregarlo a mi agenda o llamarlo como me dijo. Suspirando me recuesto en la cama una vez más, sé que no necesito esa mierda del amor en mi vida, también debo huir de este hombre porque reconozco el peligro y Cavalli grita todas las señales. Intento descansar, pero solo puedo ver unos ojos azules enormes, unos que me mantienen despierta toda la noche.

***

—Buenos días, Emilie.

—Montana—digo sin ánimos.

He tenido una basura de noche, el despertador no ha sonado. Algo totalmente innecesario ya que las pesadillas no cesaron. Y he pateado mi trasero corriendo una hora completa por toda la East Central con esa horrible sensación de ser perseguida. Estoy empezando a perder la razón, eso es. Loca.

Sostengo entres mis dedos la taza de café caliente brindado por Montana, una trabajadora de la editorial, y me encamino a mi cubículo.

Tampoco he dejado de pensar en él... «No importa, olvídalo». Coloco cinco cucharadas de azúcar en el café y lo remuevo pensando.

Me ha enviado mensajes, me quiere trabajando para él y borré su número. Soy una muy mala persona, ¿por qué sigo pensando en ello? Olvida todo ese asunto.

—Nena, ¿tienes la crítica de Drake? —pregunta mi bella jefa.

—Sí, solo necesito echarle una última mirada.

—Bien, vamos a mi despacho. Tengo algo que comunicarte.

Camino a su lado, saludo a Harry el chico de diseño.

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