|𝑳𝑨 𝑹𝑬𝑰𝑵𝑨| 07

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Rojo, intenso y brillante; una mujer vestida en ese color internamente se siente poderosa, seductora e indomable

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Rojo, intenso y brillante; una mujer vestida en ese color internamente se siente poderosa, seductora e indomable. Es de la manera en la cual me siento vistiendo un diminuto top sin tirantes y una falda diminuta, mi pelo peinado hacia atrás y mi boca con labial del mismo color de mi top, pero en mate.

Las personas aglomeradas en la línea antes de entrar al club silban molestos cuando la seguridad de Vladimir se abre paso entre las personas. Belladona tiene un gran potencial para el crimen organizado, un ambiente ruidoso y lleno de chicos de mi edad. Vladimir va tenso y silencioso en nuestro camino a unas escaleras de caracol, los hombres se quedan detrás mientras subimos.

Afirmo con un gesto hacia el ruso en la puerta de lo que parece ser un privado, es muy tarde en la madrugada. Salir de mi propio apartamento ha requerido pasar entre los puntos de seguridad ciegos del ático y un sedante en el té de Marcela.

«Hagamos esto», animo en mi interior. Vladimir empuja suavemente la puerta, mentalmente estoy preparada para encontrar a mi marido comiéndose la boca de alguna mujer o follándola.

Primero veo a un viejo, Quintero. Lo reconozco por fotos, tiene algunas facciones modificadas en su rostro, menos arrugas y brazos fornidos dentro de una camisa de mangas cortas. Es extraño ver su vestimenta, luce parecido a un vaquero de Lousiana, limpiando su nariz de la cocaína recién inhalada, tiene dos mujeres con los pechos al descubierto a su lado, una de ellas bailando. Roth tiene una escena bastante similar, está con su pantalón abierto y una mujer morena montándolo.

Dominic, por el contrario, no se encuentra en el reservado. Termino de entrar por completo, cuando Quintero empuja el cuerpo de una de las mujeres y saca un arma de su espalda apuntándome, Vladimir a mi lado sigue la misma acción.

—Caballeros —siseo en ese tono empleado por mi marido y que tan bien conozco. Quintero parpadea, Roth conecta su mirada con mi persona, detiene a la mujer en su regazo. Claramente está un poco tomado, porque le toma varios segundos darse cuenta de lo que está pasando. La chica grita cayendo al piso luego de ser lanzada fuera de su regazo.

—¿Emilie? —pregunta, confundido.

—¿Qué está sucediendo aquí? —exige Quintero—. ¿Quién es esta puta?

—Vuelve a llamarla puta y decoraré la pared detrás de ti.

Vladimir no se inmuta al decirlo, siempre me ha fascinado ver a estos hombres amenazarse a muerte de una forma tan ridícula.

—Ambos bajen las armas —tercia Roth introduciendo a su amigo al pantalón.

—¡Cavalli me ha tendido una trampa! —grita el colombiano, sus ojos fuera de órbita. El miedo empieza a ganar terreno en mi interior al verle tan desequilibrado, claramente tiene más de un pase de cocaína en su sistema. Roth levanta su mano, ¿no tiene una jodida arma?

—¡Dile al hombre que baje su arma! ¡La mataré!

—Quintero, cálmate, ella es...

—Baja el arma —gruñe Vladimir.

Se está saliendo de control. Levanto mi mano para tocar el hombro de Vlad y hacerle bajar primero su arma, pero en cuanto lo intento un ruido conocido llena la estancia, seguido de un grito de Roth y una segunda descarga. El ruso a mi lado tira de mi cuerpo hacia el suyo cuando veo la cabeza de Quintero estallar, literalmente su cabeza acaba de explotar. La pared detrás llena de su sangre, las tres chicas gritan y una de ellas se levanta para correr cuando Roth la intercepta y en un movimiento le rompe el cuello. Es rápido, simple, sencillo, sin una pizca de humanidad.

Mi boca se abre, quiero gritar, pero nada llega. Hace un minuto todo era relativamente normal y ahora dos personas están muertas. Levanto la cabeza para enfrentar al ruso, y lo veo. Azul frío e intenso. Vladimir no es quien me tiene en sus brazos, de alguna manera Dominic me atrajo hacia su cuerpo a media puerta de salida, sé con solo una mirada, que estoy en problemas. Más gritos se unen, esos vienen desde la parte baja, retumban entre la música y el caos. El privado se llena de hombres, soldados de la familia, mientras mi esposo sigue mirándome.

—¿Qué carajos haces aquí? —gruñe en un tono bajo y atemorizante.

Niego sin tener ninguna palabra. ¿Estoy en shock? Otro par de gritos son silenciados, dejo de mirarlo observando la terrible escena dentro. Las últimas chicas con el mismo final de la primera y Roth teniendo a un Vladimir apresado contra la pared. Intento buscar una forma de salir de esto, es una locura, no lo vi venir. Creí erróneamente que llegar imponiendo mi presencia no causaría nada, más que una molestia en mi esposo, pero a cambio he causado muerte.

—Debemos salir, los disparos alertarán a la policía. —Roth se las ingenia para decir. Mi esposo suelta mi cuerpo hacia uno de sus hombres y le ordena atarme. Él jodidamente acaba de ordenar atar mis manos. Aún sin tener la capacidad mental de elaborar una palabra, el hombre me esposa, mis manos a la espalda. Vladimir alza su cabeza cuando Dominic se detiene frente a él y lo abofetea.

—¿Tú la trajiste? —pregunta en una voz que jamás le escuché con anterioridad. Es fría y vacía. Va a matarlo.

—¡Me encontró en la calle! —grito lo primero viene a mi mente—. Escapé del ático y me encontró, solo quería traerme contigo.

—¡Roth, sácala de aquí! —sisea.

Roth parpadea soltando a Vladimir para encaminarse hacia mí, medio tambaleándose. Está igual de molesto que mi marido, el hombre a mi espalda me suelta.

—Silencia esa puta boca —ladra sosteniéndome de mi antebrazo y sacándome del privado—. ¿Cuándo no tendré que sacar tu culo problemático de alguna mierda? ¿Tienes idea de lo que has hecho?

—¡No hice nada! ¡Solo quería salir a divertirme un rato! ¡Vladimir no debió traerme aquí!

—¡No, no debió! ¡Tú eres la única culpable! ¡Dominic va a explotar y si decide acabar contigo de una buena vez por todas, es tu problema! No voy a salvarte, me cansé de ser el caballero de brillante armadura. ¿¡Podrías ser una mujer dócil, carajo!? ¡¿Qué estabas pensando?!

Tenía un plan; llegaría al club, me presentaría, Dominic posiblemente sufriría un aneurisma. Escapar de casa volaría su mente, por no hablar de verme llegar junto a Vladimir... Esto, lo que acaba de suceder, no estaba ni por asomo en mi cabeza. Roth nos saca a un tipo de estacionamiento trasero y vamos directo al BMW de Dominic. Maldice al percatarse que no tiene las llaves. El frío eriza mi piel, el olor a humo es molesto, ¿humo? Oh, buen señor. El club está en llamas.

—¡Maldita sea! —Jadea observando el mismo escenario—. Raze perderá la cabeza, es su club favorito.

—Asesinaste una chica —reclamo perdiendo la fuerza de mis piernas.

—Bueno, además de tonta, observadora.

—¿Cuál es tu puto problema?,

—¡Tú! ¡Tú eres el problema! ¡Lo fuiste hace años y no conforme con ello, lo eres ahora! ¡Debí matarte yo mismo!

Mis ojos lagrimean y el dolor de la culpa invade mi cuerpo.

—Genial, ¿ahora vas a llorar?

—Vete a la mierda —siseo.

Abre la boca para decir algo, cuando la puerta chocando contra la pared me hace saltar en mi lugar. Satanás, ese es mi marido. El mismísimo demonio caminando con un designio, retrocedo instintivamente chocando con la carrocería del coche, Don lanza un juego de llaves a Roth, quien no me da una segunda mirada más.

—No me sigas —gruñe mi esposo.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora