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Los primeros rayos de sol se filtraban por la amplia ventana de la habitación, iluminando cada rincón a su paso. Jisoo, el cual mostraba bajo sus ojos dos profundas y notorias ojeras, contemplaba en silencio el cuerpo de JeongHan, quien tras una larga y crítica operación logró salir adelante a regañadientes. 

Había pasado toda la noche en vela, rezando una y otra vez por que el rubio despertase, tratando de evadir los pensamientos que lo abordaban con finales fatídicos donde JeongHan no volvía a abrir sus ojos. Estaba tan cansando que apenas podía mantenerse despierto. Fue el instante en el cual sus párpados comenzaron  a cerrarse que escuchó una queja proveniente del joven frente a él. Se levantó casi de un salto y se aproximó con brusquedad a JeongHan, notando como sus ojos volvían a arder y las lágrimas comenzaban a brotar. 

—¿Jisoo?-murmuró en un tono casi imperceptible. El peliazul agarró su mano y asintió. 

—Menos mal, menos mal que estás bien.-balbuceó en los instantes donde el llanto no le impedía hablar.—Un médico, claro. Tengo que avisar que despertaste.-quiso marcharse mas la mano de JeongHan se lo impidió. El peliazul volteó extrañado. 

—¿Qué pasa? ¿Te encuentras mal? ¿Te duele algo? Deja que vaya a llamar al médico.-habló apresuradamente, trabándose con las palabras. 

—¿Qué estás haciendo aquí? Márchate.-dijo en un tono frío e impasible. El menor sintió una punzada atravesar su pecho al escuchar las palabras que JeongHan tenía para decirle. Permaneció algunos instantes en silencio antes de zafarse cuidadosamente del agarre del mayor. 

—Iré a llamar a un médico.-enunció de espaldas antes de desaparecer tras la puerta con un punzante dolor emergiendo en su pecho. 

"Tiene razón, Jisoo. ¿Qué estás haciendo aquí?"

[...]

SeungCheol y JiHoon irrumpieron en la silenciosa habitación del hospital tras finalizar la jornada de clases. Pese a que JeongHan le había dicho de marcharse, Jisoo aún permanecía en la sala, sentado en uno de los sofás junto al aseo. No había intercambiado una sola palabra con el mayor desde que el doctor le hizo un reconocimiento para asegurarse de que sus signos vitales eran estables y el ambiente cada vez se le hacía más y más sofocante. Lo único que se repetía en su mente era el instante en el que los ojos de JeongHan se cerraron en la ambulancia y su corazón dejó de latir. Sintió tanto miedo en aquel instante que ahora tan solo podía notar los rastros de dicha emoción esparcidos por su pecho. 

—¡JeongHan!-exclamó con los ojos llorosos SeungCheol al verle. Se abalanzó con brusquedad sobre él y le propinó un fuerte abrazo. 

Jisoo contempló la escena desde la lejanía y un sentimiento de envidia se instaló en su pecho. El también quería abrazar a JeongHan, decirle lo mucho que lo quería, confesarle la verdad tras aquellas palabras. Pero después de todo no podía, y todo a causa de los Byeol. 

Si tan solo nunca hubiera accedido a unirse a esa dichosa organización JeongHan no estaría herido, y aunque probablemente nunca se hubieran conocido, prefería eso a tener que ver como la persona que amaba había estado a punto de morir. Porque sí, Jisoo amaba a JeongHan, pero ya era tarde para remediar su error. El error de haber hecho caso a las órdenes de WonWoo, el error de haber dicho toda esa sarta de mentiras cuando siquiera las sentía, el error de haberle causado un daño irreparable al rubio. 

JiHoon contemplaba fijamente a su amigo. Era consciente de que las condiciones de Jisoo no eran las mejores. El cansancio se podía percibir a metros de distancia, sobre todo por esas profundas ojeras que decoraban sus ojos, y pareciera como si estuviera muerto, como si fuera un muñeco sin expresiones. Un ser inerte que formaba parte de la escasa decoración del hospital. 

Love Killa [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora