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JiHoon apretó la carpeta contra su pecho mientras daba fuertes y furiosas zancadas por la gran avenida.

No podía creerlo. Siempre habían sido cuidadosos con todo lo relacionado a sus identidades y misiones pero entonces, ¿cómo ese maldito había conseguido la información? 

Había estado dándole vueltas una y otra vez desde que abandonó el local pero no llegaba a la conclusión de quién era ese chico. ¿Tal vez un antiguo miembro de la mafia? Aunque aquello explicara la razón por la que tenía sus identidades no podía aclarar nada sobre los Wolsig, pues el desconocido le había afirmado tener una carpeta idéntica a esa pero con información sobre ellos. 

Sin duda alguna aquello era una gran ventaja, en el caso de que pudieran hacerse con ella, pero también corrían el riesgo de ser expuestos a los Wolsig si el desconocido les contactaba al igual que hizo con él, escasos minutos antes, en caso de que no cumpliesen su petición.

Pero era demasiado descabellada y se negaba por completo, es más, siquiera pensaba contarle a nadie acerca de ello. No estaba seguro de cómo lograría solucionar las cosas por sí mismo pero no le quedaba otra opción, se rehusaba completamente a aceptar el trato del joven. 

Una llamada entrante lo sorprendió y, algo nervioso, sacó el teléfono de su bolsillo. 

—¿¡WonWoo!?

[...]

Tras el accidente con el joven bajo el pseudónimo Moon, MingHao había estado en absoluto reposo, residiendo en un pequeño apartamento sobre la cafetería de su primo Yanan. Había permanecido todos y cada uno de los días en el local de la planta inferior, degustando el dulce sabor del té y leyendo los diferentes libros que había comprado meses antes. Aunque verdaderamente nunca prestaba plena atención a la lectura.

Desde algunas semanas atrás un joven castaño y de rasgos chinos, tal y como él, había comenzado a frecuentar la cafetería. El desconocido permanecía observándole y haciendo pequeñas cucamonas con la finalidad de captar su atención desde el momento en el que entraba en el local. Algunas veces hacía figuritas de origami con las servilletas mientras que otras tan solo jugueteaba torpemente con sus manos.

Nunca cedió del todo ante los insistentes intentos del mayor por captar su atención pero era cierto que, alguna vez que otra, no había podido evitar mirarle y mostrar una sonrisa.

Siquiera sabía su nombre, es más, no lo había escuchado hablar desde el día que se conocieron. Pero para ellos no eran necesarias las palabras y ya era parte de su rutina el degustar el té con los torpes y dulces gestos del castaño. 

Una llamada entrante en su teléfono lo sorprendió y con rapidez deslizó su dedo sobre la pantalla para responder.

—¿Si?-contestó mientras daba un pequeño sorbo a la taza de té que había pedido.

No se escuchó nada tras la línea y acto seguido los pitidos que indicaban el final de la llamada comenzaron a sonar a través del altavoz. 

—¿Hola?-retiró el aparato de su oído y lo contempló confundido.—¿Qué acaba de pasar?

El joven peligris trató de contactar de nuevo al número desconocido pero no pudo lograrlo, pues no lograba hacer la llamada. Suspiró soltando de nuevo el aparato sobre la mesa y agarró la taza de té frente a él. Llevaba allí toda la mañana esperando a que el castaño apareciese pero no había rastro de él. 

Era poco común que el joven chino no estuviera en la cafetería y de cierto modo aquello se le hacia extraño, pues se había acostumbrado a pasar las mañanas contemplándole hacer tonterías con hojas de papel o cualquier material que tuviera a mano para llamar su atención. 

Love Killa [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora