abrigo

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Tras colgar el teléfono, Mark miró a la capitana Owen y a la inspectora Bethel con satisfacción. Mario había aceptado el trato, tal y como el policía había sospechado desde el primer momento. No consideraba que Mario hubiese hecho nada malo, lo conocía suficientemente bien para saber que era una buena persona. Si había trabajado para el Centinela, había sido por voluntad económica, y no era la única persona en esa situación. Si además de eso, colaboraba con la policía para acabar con la banda, Mario podía sacar cosas muy positivas de aquel escabroso asunto. La capitana Owen se levantó de su asiento y salió del despacho para convocar al resto de miembros de la comisaría. Ya tenían el plan que acabaría con la presencia del Centinela y era suficientemente importante como para concentrarse única y exclusivamente en ello. Mark y Bethel caminaban detrás de ella con más lentitud, callados. La inspectora apenas conocía a aquel hombre, pero incluso ella había percibido el cambio de actitud en Mark aquellos últimos días. La muerte del Agente Caan había supuesto un duro golpe para la comisaría, no había faltado nadie a su funeral, ni siquiera la inspectora Bethel. Los días siguientes habían sido una vorágine infinita de trabajo, quizá porque trabajar ayudaba a mantener la mente ocupada y porque ver al Centinela entre rejas calmaría las ansias de venganza de algunas personas como Mark Browne. 

Todo el departamento policial de Gullyshore estaba implicado en el plan que pondría fin al liderazgo del Centinela sobre el crimen organizado en aquella insignificante ciudad. Mientras Bethel y Owen explicaban todo detalladamente y resolvían dudas de algunos agentes, Mark permaneció junto a ellas en silencio. Todos y todas sabían que el Agente Whisky había participado activamente en el diseño de aquel plan, más incluso que la propia capitana Owen. Se rumoreaba que Mark era un jefe, alguien superior que se había infiltrado con el único objetivo de atrapar al Centinela, nada más lejos de la realidad. No obstante, Mark no había escuchado ninguno de los rumores. Él estaba más concentrado en el caso y en la otra cuestión que le preocupaba: el viaje de Jack a Londres. Haber hablado las cosas y haberse disculpado mutuamente había servido para diluir la tensión, pero no para volver al punto en el que se encontraban unos meses antes. Al policía seguía pareciéndole inaceptable que Jack se fuese a Londres, una ciudad enorme en la que no había estado antes, lejos de él. Después de las conversaciones que habían ido teniendo aquellos días, Mark había comprendido dos cosas. La primera y la más fundamental era que Jack tenía un sueño que era más accesible que nunca, por lo que el chico no estaba dispuesto a renunciar a él. La segunda era que su control se estaba volviendo excesivo y dañino, en lugar de protegerlo, le había hecho daño. Por aquellas dos razones, Mark no impediría que Jack cogiese su tren aquel mismo día para marcharse a Londres. Ahora bien, si en mitad de todo aquel revuelo que se estaba armando en la comisaría seguía dándole vueltas al tema, no podía negarse a sí mismo que le molestaba. 

La sesión informativa había finalizado y tanto la capitana como la inspectora necesitaban una taza de café. Habían pensado en compartir el poco café que quedaba en el termo con Mark, pero el Agente Whisky tenía otros planes. Salió de la comisaría y condujo con el coche patrulla hasta Fortside, justo a tiempo para ver a Jack sentado en la parada de autobús con su maleta nueva, la primera que se compraba en toda su vida. Estaba sentado con las piernas cruzadas y los auriculares puestos, pero con todo y con eso escuchó el claxon del coche patrulla. Mark bajó la ventanilla del asiento del copiloto y le hizo un gesto con la cabeza para indicarle que subiera. Jack sonrió y subió al vehículo después de dejar la maleta en los asientos traseros. 

— ¿Estás nervioso?

Jack negó con la cabeza. No se esperaba que Mark fuese a buscarlo para llevarlo a la estación, era consciente de que tolerar el hecho de que se fuese no implicaba que Mark estuviese de acuerdo. 

 — ¿Por qué llevas esa chaqueta? Ya empieza a hacer calor.

— Nunca he estado en Londres, quizá allí refresque un poco más. Ya sabes que soy algo friolero. 

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora