kínder bueno

652 84 36
                                    

Jack entró al baño en cuanto Mark regresó. Cerró la puerta con pestillo y siguió hablando con Joane. Siguió sus consejos. Se lavó la cara y las manos, mirándose al espejo, y se secó con papel, con mucha delicadeza, respirando profundamente. Respiró varias veces antes de decidirse a volver a la mesa, pero cuando fue a retirar el pestillo, no pudo hacerlo. Se había atascado. 

— ¿En serio? Menuda mierda. 

Ninguna de sus palabrotas o maldiciones ayudaron a abrir la puerta, así que Jack optó por secarse mejor las manos. Su móvil comenzó a vibrar sin descanso. En la pantalla aparecían mensajes constantes de Mark. No pensaba ser tan ridículo de pedirle ayuda porque se había quedado encerrado en el baño. Usó toda la fuerza que tenía —tampoco es que hubiese mucha fuerza de la que tirar— y finalmente, el pestillo cedió y la puerta se abrió de golpe. Al otro lado, un señor miró de arriba abajo al chico, y éste caminó deprisa hacia su mesa, completamente avergonzado. Mark ya tenía la chaqueta puesta, así que Jack no tardó demasiado en ponerse la suya y dirigirse al mostrador para pagar. Su idea era pagar su cena, pero el mayor se dirigía hacia la salida. Jack puso una mueca de disgusto.

— ¿Es en serio? ¿Has pagado tú?

— Va venga, vamos a pasear.

Jack resopló mientras caminaba hacia la puerta, despidiéndose con la mano de los empleados del restaurante. Mark se sacó un cigarrillo y le ofreció uno a Jack, pero éste lo rechazó. Caminaron en silencio bajo las farolas, dando la vuelta a la manzana. Hacía algo de frío, así que Jack tiritaba un poco, pero quería seguir fingiendo. Se sentaron en un escalón. Mark parecía algo más serio, quizás porque estaba cansado de haber trabajado o porque se estaba aburriendo. Jack no podía saberlo, pero estaba claro que su humor había cambiado algo. Se levantó y dio un par de pasos para calmarse, antes de ponerse frente al hombre, de pie. Los ojos de Mark se clavaron en sus zapatos. Le gustaban. Jack se lo agradeció, frotándose la nuca con nerviosismo. Entonces el hombre le preguntó por su país de origen. El chico no se esperaba para nada esa pregunta. No tenía problemas con tratar aquel tema, pero no le traía buenos recuerdos. Tardó un poco en contestar, así que Mark notó enseguida que aquella pregunta no le había gustado demasiado. 

— Gullyshore me gusta —le respondió—. Tiene cosas que me sacan de quicio y no es muy grande, pero aquí me siento bien. No me gustaría marcharme, por el momento, pero sí tengo planes a largo plazo de mudarme, cuanto más lejos mejor.

— Hazlo. Creo que eso da cosas muy positivas. 

Los ojos de Jack se encontraron con los de Mark, pero esta vez no se separaron. Se miraron durante varios segundos que parecieron durar más de lo que realmente duraron. Mark tiró el cigarrillo al suelo y mientras lo aplastaba con el pie, agarró las manos de Jack como había hecho en el restaurante. Las acarició lentamente con la yema de sus dedos, sin apartar sus ojos de los de Jack. Le pegó un tirón del brazo y el chico se precipitó hacia delante, cayendo sobre Mark, que lo agarró por la cintura. Esta vez, los ojos de ambos estaban separados por unos pocos centímetros, y podían sentir la respiración del otro en sus caras. Jack era incapaz de moverse de los nervios cuando sintió la respiración de Mark en una de sus orejas. 

— Tengo algo para ti —le susurró—, pero me da miedo equivocarme. 

Jack se separó del hombre, levantándose, con cara de enfado. Sabía que lo estaba mirando fijamente, así que se sacudió la ropa, como si se hubiese manchado, y se mostró recto y serio. Mark sonreía con la misma cara de siempre, metiéndose la mano en el bolsillo. Sin dar tiempo a ninguna reacción, se sacó dos kínder bueno del bolsillo. Uno era de chocolate blanco y el otro era de la variante más reciente, de chocolate negro. Jack arqueó una ceja, sorprendido. 

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora