gato muerto

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Fuese por lo que había pasado el día anterior o por cualquier otro motivo, el ritmo de trabajo en Aira's era perfecto. Apenas había clientes y llegaban de forma ordenada, sin que se creasen colas demasiado largas, y entre la plantilla reinaba un buen ambiente de bromas y risas. Obviamente aquello no era lo habitual y por eso Jack no pensaba decir nada al respecto. Iba a disfrutar de aquel buen día hasta que llegase la hora en que Joane lo fuese a buscar para ir a cenar. Su ánimo había ido mejorando porque todos estaban más dulces y tranquilos de lo normal. Su compañera de cocina le había traído chocolate y tenía el disco de Kiana Ledé en bucle, obviamente por contentarlo a él, y Jack lo agradecía cantando por lo bajo y sonriendo levemente cuando sus ojos se encontraban con los de su compañera. Habían sobrado unas patatas fritas y Rose había sido amable por una vez en su vida, y había permitido que los empleados las compartiesen. Jack hacía pequeños viajes a la cocina para coger alguna patata antes de que el equipo de cocina se las comiese todas. Estaba siendo una buena tarde sin duda alguna. La puerta del local se abrió y se cerró. Un hombre caminó despacio y se acercó al mostrador, donde Jack estaba ordenando y limpiando mientras canturreaba por lo bajo. 

Los ojos de Jack se desplazaron hacia arriba y se encontraron de pronto con unos ojos oscuros como la noche. Su corazón comenzó a latir más deprisa y podía sentir que respiraba más profundamente sin querer. Había dejado de cantar, pero la música seguía sonando de fondo. Mark se llevó la mano a la parte trasera de su cabeza, intentando encontrar las palabras adecuadas. Antes de entrar al local no había tenido ninguna sensación extraña, pero ahora que tenía al chico delante se sentía algo incómodo y no sabía por qué. 

— Me gustaría cenar algo —dijo sin más—.

— Ah claro —sonrió Jack sintiéndose ridículo—. Disculpa, me había quedado escuchando la canción. ¿Qué vas a querer?

— No sé, ¿a ti qué te apetece?

Jack arqueó una ceja, sin comprender la pregunta.

— ¿Me estás preguntando qué me apetece que cenes? ¿Te has dado un golpe en la cabeza o algo?

— Perdona, es que no me he expresado bien —rio el hombre—. Quería decir que me gustaría cenar algo... contigo. 

Jack parpadeó, ruborizándose. El saco de monedas que tenía en la mano resbaló y cayó al suelo, pero el chico ni siquiera se dio cuenta. Miraba a Mark fijamente, sin saber cómo comportarse. Ni siquiera había sido capaz de responder a un triste mensaje y ahora tenía que darle una respuesta en persona sobre si aceptaba ir a cenar con él. Mientras intentaba hallar una respuesta coherente en su cabeza, la puerta del local se abrió una vez más, esta vez para que apareciese su salvadora. Joane tenía su cabello recogido en dos trenzas y los ojos ocultos tras unas gafas de sol oscuras, pero aún así se vio perfectamente como la chica arqueaba las cejas al encontrarse aquella escena. Supo inmediatamente que Jack estaba bloqueado porque se tocaba el pelo y sonreía nervioso, así que se quitó las gafas y desfiló decidida hasta el hombre, que miraba a Jack con un gesto de preocupación al ver que la respuesta tardaba tanto en llegar. Cuando los ojos del camarero descubrieron a su amiga se inundaron con un brillo especial y el chico pudo suspirar tranquilo. Joane siempre sabía como rescatarlo de situaciones incómodas.

— Disculpa —dijo llamando la atención de Mark—, ¿te importaría dejarme pasar? Tengo que comentarle una cosa a mi amigo. 

Mark asintió y se echó a un lado, disimulando su incomodidad. Joane miró a su amigo y le guiñó un ojo, con lo que Jack sonrió. La chica se sacó el móvil del bolsillo y fingió que miraba una fotografía. Repitió varias veces la misma acción. Miraba la pantalla del móvil y un segundo después miraba a Mark, asintiendo con la cabeza. Jack no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero le seguía la corriente. 

— Entonces este es el hombre que te llevó al hospital —dijo mirando a su amigo—. Muchísimas gracias por todo lo que hiciste por mi amigo. Es un poco tímido, por eso le cuesta hablar, pero se siente muy agradecido por lo que hiciste. Por esto te quiere invitar a tu hamburguesa favorita. 

— No hace falta —sonrió Mark mirando al chico—, de hecho estaba invitándolo a cenar, pero no aquí, en otro sitio. 

Joane miró a su amigo con los ojos abiertos por completo. "Te está pidiendo una cita". Después de todo aquel tiempo siendo amigos, Jack había aprendido a leer a la perfección los labios de su amiga. La chica carraspeó. 

— Ah claro, eso es lo que pasa. Es que esta noche habíamos quedado porque se ha muerto mi gato —mintió—. A Jack le encantaría irse a cenar contigo, pero supongo que se siente obligado a venir conmigo. Yo no quiero molestar, así que no pasa nada, ya quedaremos otro día y...

— No, no —se apresuró a decir el chico—, sé lo mucho que querías a ese gato. Lo siento, Mark, no puedo.

— Tienes mi número, cuando tengas un hueco libre podríamos cenar si quieres —le respondió el hombre con una gran sonrisa—. Siento lo de tu gato. 

— Tranquilo, todos nos moriremos algún día.

Mark asintió, despidiéndose. Caminó hacia la puerta y salió del local con aquella sonrisa que tanto le caracterizaba, pero hasta que no lo vieron subir al coche no dejaron de sonreír y disimular. Jack no pudo aguantarse la risa y acabó estallando. Sus carcajadas se oyeron por todo el local y contagiaron a la chica. La muerte del gato había sido una excusa muy cutre, pero de no haber sido por eso, Jack se habría quedado callado sin saber qué decir. Ni Joane tenía un gato muerto ni habían quedado aquella noche por una cuestión en concreto; al menos eso era lo que creía ella. Le dio la lista a su amigo donde había anotado lo que se iban a llevar de allí para cenar en casa y Jack pasó el pedido a cocina, aplicando un descuento no apto en secreto. Joane se sentó a esperar el pedido y mientras tanto el chico se dedicó a barrer la sala para aprovechar los quince minutos que le quedaban de trabajo. Ella fingía estar jugueteando con el móvil y él fingía trabajar; en realidad sólo estaban hablando sobre lo que acababa de pasar con Mark. 

Jack no era un chico feo, quizá lo más feo que había en él era que era incapaz de apreciarse a sí mismo aunque fuese un poco. Lo que sí era cierto era que las pocas experiencias que había tenido con chicos eran pocas y poco recomendables. De algún modo había empezado a creer que él no era normal, que quizás tenía algún problema o tal vez era demasiado horrible o insoportable, porque los chicos con los que había estado no habían sido precisamente buenos chicos que digamos. No obstante, Jack reconocía que él mismo había sido una persona tóxica con ellos, seguramente porque en el pasado habría hecho cualquier cosa por encajar, aún cuando era evidente que esas personas o ese lugar no eran lo que verdaderamente necesitaba. Sin embargo, el tiempo había pasado y aquella persona ya no existía, el chico había cambiado y sentía en el fondo que estaba avanzando hacia la persona que verdaderamente quería ser, aunque en el presente todavía no lo fuese.  En su cabeza había mil cosas y ninguna de ellas era un chico; o no lo había sido hasta que Mark apareció aquella noche en el restaurante. Jack no quería reconocerlo pero tampoco podía engañarse a sí mismo. Mark le gustaba. 

 

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