excursión

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El coche ya había quedado atrás y como el sendero se deslizaba hacia lo alto de una colina, Jack pudo observar con claridad que aquella zona era probablemente de las más naturales de la ciudad. A las afueras de Gullyshore, siguiendo una de las carreteras principales, podía verse un extenso bosque de pinos que, a pesar de no ser muy grande, era el más extenso que podía verse tan cerca de la ciudad. Sin embargo, aquella zona era mucho más especial de lo que podía aparentar, porque lo más bonito que había allí no era el bosque. Al menos eso pensaba Mark. Sólo tuvieron que caminar un poco más hasta encontrarse en la cima de aquella pequeña colina y los ojos de Jack pudieron contemplar la inmensidad del Pontón Maldito, un acueducto que unía dos pequeñas montañas. Era de origen romano, evidentemente, uno de los pocos vestigios arqueológicos que valía la pena visitar en Gullyshore. No era la primera vez que Jack iba allí, aunque sí era la primera que iba simplemente por gusto. 

— ¿No te parece alucinante?

— Es bonito, pero no, no me parece alucinante. Sólo es una obra hidráulica para abastecer de agua a una población. Es prácticamente una tubería de piedra.

Mark se giró, mirando analíticamente al chico.

— ¿Siempre tienes que romper el encanto de las cosas?

— Es un don natural.

Ambos caminaron hacia allí, subiendo por el camino de tierra rodeado de arbustos secos y polvorientos. El acueducto parecía detenido en el tiempo, cada piedra estaba exactamente donde la habían puesto casi dos mil años antes. Jack no pensaba reconocer lo hermoso y especial que era aquel lugar. Llegaron a la entrada y Mark se agachó para atarse los cordones. Los ojos oscuros del chico se clavaron en el culo que se adivinaba a través del pantalón. No se había fijado antes en él, pero no estaba nada mal. ¿Quién habría llegado a pensar que Mark tenía eso ahí escondido? El hombre se giró a mirarlo todavía agachado y le descubrió mirando fijamente eso. La cara del chico se enrojeció completamente y desvió la mirada con rapidez, pero el policía no se enfadó. Sonreía travieso.

— ¿Te gustan las vistas?

— No están mal —respondió el chico mirando el horizonte—, pero prefiero la ciudad.

— Qué bien disimulas cuando te conviene. Vamos a cruzar el puente. Cuando lleguemos al otro lado, tomamos un aperitivo.

— Acueducto. No es un puente, es un acueducto. Y no pienso cruzarlo. Tengo vértigo.

Mark puso los ojos en blanco, cansado de tanta réplica. Se acercó al chico, lo cogió de la mano y lo llevó a la fuerza hasta el Pontón Maldito. Jack quiso resistirse, pero no tenía demasiada fuerza, sobre todo teniendo en cuenta que el policía sí la tenía. Empezaron a caminar sobre el acueducto y el corazón del chico latía muy fuerte. No sabía si era por las alturas o porque la mano de Mark le apretase tan fuerte la muñeca. Caminaron hasta llegar al centro, deteniéndose allí, justo en el medio entre los dos extremos. A Jack le costaba respirar un poco. El espacio no era demasiado ancho, ya que el chico no se equivocaba cuando comparaba aquella obra de ingeniería hidráulica con una tubería. Apenas cabían los dos. El policía pasó por detrás del chico. Estaba tan pegado que Jack podía sentir su cuerpo aferrado con fuerza al suyo. Los brazos de Mark rodearon al chico por la cintura y comenzaron a hacer presión, sujetándolo con mucha firmeza. La respiración se le había acelerado mucho y el vértigo comenzaba a agobiarlo, pero Mark lo mantenía bien sujeto contra él. Cada vez que respiraba, el aire acariciaba la nuca de Jack, y el chico se estremecía en un escalofrío que lo recorría de arriba abajo.

— Relájate —le susurro al oído—, no te va a pasar nada. Te tengo conmigo.

Respiró profundamente para intentar calmarse, pero a aquellas alturas Jack sabía perfectamente que no era el vértigo lo que le alteraba de aquella manera. Y a pesar de lo nervioso que se ponía, era plenamente consciente de que no quería que aquel instante llegase a su fin. No quería que Mark lo soltase. Aquel hombre le provocaba diversas emociones que no eran demasiado habituales para él, pero había una entre todas las demás que resaltaba sin esfuerzo, porque normalmente no se sentía de aquella manera sino todo lo contrario. La sensación de seguridad que Mark le suscitaba era increíble, no se había sentido así con otra persona jamás. El aire soplaba bastante suave bajo el sol, que a pesar de no tener demasiadas nubes alrededor, no brillaba con toda su intensidad. Lo único que se escuchaba era la respiración de Mark en su cuello y el canto incesante de los pájaros, que espiaban a los dos hombres desde sus nidos.

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora