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Jack estaba muy nervioso. Había hecho un bizcocho y había preparado la casa para recibir a la niña. Quería que se sintiera lo más cómoda posible, aunque sólo fuese a estar allí una noche. La falta de noticias sobre Joane le habían hecho llorar varias veces, perdiendo la paciencia, pero Jack tenía que actuar como un adulto, no sólo porque así tenía que ser, sino porque eso era lo que Joane habría querido. Mark lo había llamado, era la única llamada que Jack había tenido en toda la tarde, pero había sido de mucha ayuda. Sabía que Joane estaba fuera de peligro, por ejemplo, y que se quedaría en observación por precaución, pero estaba fuera de peligro. Había sido complicado procesar que su amiga se hubiese ido sola hasta Crosside con aquella intención, que se hubiese enfrentado a todo eso ella sola, sobre todo teniendo en cuenta que nadie mejor que él sabía lo mucho que Joane había sufrido en aquella casa. No podía creerse que Dan hubiese reaccionado así con su propia hija, aunque a decir verdad, tampoco era un disparate. Sonaba como algo que Dan haría, sin duda. Abigail pasaría la noche en casa de Mark, Joane lo había pedido. Sólo confiaba en Jack y era la única persona a la que le habría pedido eso. Abigail se negaba a volver a casa, de manera que al menos aquella noche, dormiría en casa del policía y el amigo de su hermana. 

La puerta de la casa se abrió y se cerró casi sin ruido, pero Jack bajó las escaleras del dormitorio para ver a Mark con una sonrisa triste en la cara. Llevaba a Abigail en brazos. Se había dormido. Era casi media noche, los nervios ya habían dominado a Jack mucho antes, cuando Mark comenzó a retrasarse. Al policía le había resultado imposible separar a Abigail de Joane, había tenido que esperar a que se durmiese. Subió las escaleras con cuidado, procurando no hacer ruido, y la metió en la cama. La tapó con cuidado y cuando Jack subió lo descubrió sentado allí, mirando a la niña serio. Hasta aquel instante el chico no había pensado en el complicado día que Mark había vivido. Había tenido que ayudar a Joane a declarar porque la paliza que había recibido la había dejado muy mal. Había visto a una niña muy fuerte, aguantando las ganas de llorar, cogiendo la mano de una hermana a la que no conocía. Había escuchado los gritos de Rebecca cuando John entró en su casa para llevarse detenido a su marido. De pronto se rompió. El policía se llevó las manos a la cara, intentado ocultar su llanto, pero Jack se arrodilló frente a él y las apartó. Lo miró a los ojos, respirando lentamente. Era la primera vez que veía a aquel hombre llorar porque a diferencia de él, Mark encajaba a la perfección en los cánones sociales de lo que debía ser un hombre. Nunca se mostraba débil ni triste y mucho menos lloraba en público. Sin embargo, los hombres también lloran. Jack lo abrazó instintivamente y sintió los brazos del hombre envolviendo su cuerpo, apretándolo muy fuerte.

— Estoy aquí, estoy aquí —le susurraba una y otra vez al oído, intentando tranquilizarlo—.

Mark lloraba como un niño, hacía pucheros y le temblaban las manos. Tardó un poco en serenarse, pero aún entonces Jack le daba besos por toda la cara, mimándolo más que nunca porque lo necesitaba. La pareja bajó las escaleras en silencio. Mark se sentó en el sofá y Jack fue a servirle un vaso de whisky, creyendo que eso era lo que quería, pero se equivocó. Mark le cogió el vaso de las manos y lo dejó en la mesa. Jack observó como rodeaba su cintura y hundía la cabeza contra su vientre. Le hizo caricias en la cara, jugó con su pelo. Jamás se habría imaginado lo tierno e indefenso que aquel hombre podía llegar a mostrarse en un momento así. Mark se tumbó y Jack hizo lo mismo, abrazándose en aquel estrecho sofá. 

— Por un momento creí que se iba a morir. 

Jack tragó saliva al oír eso. No había visto a su amiga, Mark había sido muy precavido y no le había permitido ver nada, ni tampoco lo había llevado al hospital para que pudieran verse. Joane necesitaba mucho descanso y Jack tenía que estar bien por el bien de Abigail. Dan le había partido el labio a su hija delante de su mujer. Era un maltratador peligroso, tenían que ir a por él, pero Mark no estaba seguro de lo que pudiese pasar. Pagaría cara la violencia con la que había tratado a su hija, pero si su mujer no daba un paso, no podrían apartarlo de ella. Ese era el verdadero peligro. Mark entendía a la perfección lo que Joane había hecho, provocar a su padre de aquella manera para intentar ayudar a su madre a liberarse de él. Viendo cómo había quedado la chica, no quería ni pensar en lo que Rebecca tenía que estar pasando. 

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora