pollo al limón

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Mark se dio la vuelta para abrazar a su novio, todavía medio dormido, pero sólo encontró sábanas. Se frotó los ojos mientras se incorporaba en la cama, demasiado dormido como para pensar en algo. 

— ¿Jackie?

No hubo respuesta. El hombre se estiró hacia la mesita de noche y miró la hora en la pantalla de su móvil. Casi mediodía. Salió de la cama y bajó la escalera en calzoncillos, empezando a captar el olor a comida caliente y la música de Beyoncé. Jack estaba cocinado con su enorme sudadera que lo cubría totalmente hasta los muslos. Mark lo abrazó, acariciando su barriga por debajo de la prenda que la cubría.

— ¿Qué cocinas?

— ¿Es que no lo hueles o qué?

Mark olfateó con atención unos segundos. No había notado hasta ese momento el olor a pollo y limón invadiendo toda la cocina. Dejó a su novio y se agachó para mirar el horno. Allí estaba el pobre pollo, dando vueltas sobre una bandeja en la que también había patatas y otras verduras como acompañamiento. El pollo horneado al limón era el plato favorito de Mark, especialmente desde que Jack lo cocinaba, no sólo por las habilidades culinarias del muchacho, sino porque para alguien que no comía nada de carne, cocinar un pollo entero de aquella manera no era precisamente fácil. Mark lo valoraba mucho. Abrazó a su novio, llenando su cara con besos. Jack sonreía al ver lo sencillo que era hacer feliz a aquel hombre.

Jack había estado pensando. En realidad, había estado escuchando música. Una de las canciones había hecho que Jack reflexionase y no era raro. La música era la principal fuente de inspiración de aquel joven artista. Aunque Jack nunca se hubiese declarado fanático de Beyoncé, lo cierto era que era una de las cantantes habituales en su día a día. Aquella mañana se había reproducido aleatoriamente el último álbum de la cantante, Lemonade, y Jack lo había tenido claro. Si quería estar con Mark, tenía que apostar por aquella relación, y si estaba preocupado por no haber tenido lo que él consideraba una relación sexual completa, era cosa suya cambiar eso. Lo había estado pensando. Quería aislarse, huir con su chico y centrarse sólo en él, mimarlo como nunca y entregarse por completo. Tenia que aprovechar los pocos días libres que tenía a la semana, así que se le ocurrió el plan perfecto. Una acampada en el bosque del Pontón Maldito. Era una zona verde muy cercana a la ciudad, lo suficiente como para poder volver a su vida cotidiana en un par de horas. Era una idea fabulosa porque además Mark adoraba la naturaleza. Él sabía que Jack estaba tramando algo, no era su cumpleaños ni ninguna clase de día especial. Cocinar un pollo entero sólo para él era una prueba definitiva de que algo estaba pensando. 

— ¿Esperamos a alguien para comer? —dijo mirando el pollo que había en el centro de la mesa lamiéndose los labios— .

— Come. No va a venir nadie. 

Mark se sirvió la comida en el plato mientras Jack comenzaba a comerse su ensalada de pasta. El simple olor del pollo horneado le había quitado el hambre, pero igualmente quería acompañar a su chico en la mesa. 

— ¿Me vas a pedir que nos casemos?

— ¿Yo? ¿Por qué iba a hacer una estupidez así? Has vuelto a beber, ¿verdad?

Mark hizo un puchero, pero siguió comiendo como si la comida fuese a desaparecer de un momento a otro. Jack le explicó lo que había pensado, apenas probando bocado. Podría parecer que Mark no le estaba escuchando porque estaba muy concentrado en devorar el pollo al limón, pero en realidad estaba sorprendido por aquella propuesta. Jack no parecía un chico de campo. Masticó deprisa para poder hablar, ya que se llenaba mucho la boca y le era imposible responder. 

— ¿Pasa algo? —le preguntó sin rodeos—.

— No, ¿tiene que pasar algo para que quiera que hagamos cosas juntos?

— Vale, sí, pasa algo. Voy a seguir comiendo para darte tiempo, pero si no me dices qué te pasa, no nos vamos de acampada. 

Jack miró a Mark con rabia, pero el hombre no le estaba prestando atención. Se había centrado en el pollo y la cerveza y actuaba como si estuviera comiendo solo. El chico puso los ojos en blanco. Mark era un terco y un idiota, pero era jodidamente adorable. 

— Me apetece ir de acampada, ¿vale? Quiero despejarme de todo lo que ha pasado últimamente. ¿Estás contento?

Mark asintió con la lata de cerveza en la mano. 

— ¿Alguna vez has ido de acampada?

Jack sonrió. No era un chico de campo, eso era cierto, pero al mismo tiempo amaba la naturaleza y le encantaba hacer excursiones. Por supuesto que había acampado y lo había disfrutado mucho, aunque por aquel entonces era poco más que un niño. No sería muy distinto a aquellas alturas, aunque en aquella ocasión no iba a ver paisajes. Jack lo tenía muy claro, era el momento de dar el paso que tanto había estado retrasando. Lo mejor de todo era que Mark no tenía ni idea, así que el chico se había propuesto hacerlo todavía más sorprendente. Se había comprado una prenda especial, lubricante y otras cosas que le habían parecido interesantes. El policía seguía comiendo feliz, ignorando los planes que tenía su novio. 

Después de comer se decidieron a preparar su viaje. No iban a llevarse ropa ni nada en especial, no iban a estar fuera mucho tiempo. Ni siquiera tenían que salir de Gullyshore, el bosque del Pontón Maldito pertenecía a la jurisdicción de la ciudad. Jack se encargó de que Mark no viese nada de lo que tenía preparado, pero el hombre parecía distraído cogiendo las cosas que él, declarándose experto en acampadas, consideraba que tenían que llevar. Se le notaba entusiasmado. A Jack le hacía ilusión verlo así, pero eso acabaría pronto, porque al bajar las cosas al coche, Mark recibió una llamada de Mario. En los últimos días había aumentado la buena relación entre Mark y Mario, incluso quedaban en el bar sin necesidad de que Jack y Joane estuviesen presentes. Se entendían a la perfección, les gustaba prácticamente lo mismo. De hecho, Joane le había dicho a Jack que Mario quedaba a veces con Mark y John, y eso no tenía nada de malo. Jack creía que era algo bueno que Mark tuviese con quien ir a ver el futbol y tomar una cerveza, ese rollo no iba con él. Aquella tarde, no obstante, cuando Mark colgó el teléfono, las cosas se torcieron. No habían quedado para tomar una cerveza. Mark había invitado a Mario y Joane a ir de excursión con ellos. 

— ¿No te hace ilusión? —preguntó el hombre viendo la cara que se le había quedado a Jack—. Creí que era una buena idea. 

— Lo es —fingió el chico con torpeza—. ¡Qué bien nos lo vamos a pasar los cuatro, eh!

— Ya ves, amor, va a ser una pasada. 

La ironía de Jack a veces era derrotada por la simpatía de Mark. El hombre se alejó de vuelta a casa y Jack lo siguió, sacudiendo su cabeza de lado a lado al pensar en lo mal que le salían siempre los planes. 

 

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