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La película que habían puesto llegaba a su fin, pero nadie se dio cuenta. Sólo la tenían de fondo, para que les hiciera compañía. En realidad tenían cosas más interesantes a las que prestar atención. Joane estaba en la cocina, haciendo algo rápido de cenar. Después de casi medio día haciendo cosas en la biblioteca, su estómago pedía algo sabroso. Jack no quería cenar, como de costumbre. Estaba tumbado en el suelo, sobre el nido que habían improvisado con sábanas, mantas, cojines y almohadones. El chico tenía la cabeza apoyada en una almohada rosa mientras hablaba sin parar sobre lo increíble que había sido lo que vivió con Mark aquella mágica noche en el coche patrulla, sobre la sensación de haberlo estropeado todo, sobre cómo se despertó en sus brazos cuando el hombre lo tumbaba en su cama y lo tapaba con mantas... Había decidido dormir en el sofá para no incomodarlo, pero Jack confesó que nunca tuvo intención de dormir solo aquella noche, y lo metió en la cama y durmieron abrazados. Joane sonreía mientras removía los macarrones en el agua hirviendo. Los volcó sobre el colador y los enfrió con agua fría mientras Jack se ponía el pijama en el baño. Cuando salió, la chica ya estaba sirviéndose un plato de macarrones con tomate. Era su comida favorita, podía tener el peor día de su vida y ser feliz si tenía un buen plato de macarrones en la mesa. Aunque él no comió, se sentó en la mesa para acompañar a su amiga. 

— ¿Qué pasa?

Joane se llevó el tenedor a la boca, masticando seria mientras su amigo fingía no prestarla atención para que no se agobiase. La pregunta de Jack le había traído los recuerdos de su discusión con Mario y, en la seguridad de su hogar, la chica no reprimió más las lágrimas que había estado evitando derramar. Jack no dijo nada. Aunque le costaba reaccionar en esas situaciones, sabía además que Joane necesitaba su espacio para desahogarse y expresarse. Poco a poco la chica consiguió explicarse desde el principio, desde que tuvo la cita con Mario en aquel restaurante japonés. Después de aquella noche en el Kanagawa, el contacto entre Mario y Joane se había incrementado. Hablaban prácticamente a todas horas, incluso recibía más mensajes de él que de Jack. Fue así como Joane descubrió finalmente el motivo por el que Jack se sintió incómodo con la presencia de Mario. Él estaba con los chicos que agredieron a su amigo aquella noche a las puertas de su trabajo. Mario lo había reconocido, aunque aseguraba que esa noche no estuvo allí, que jamás había pegado a Jack. 

— No te miente —se sinceró su amigo—, pero el tatuaje de su cuello se parece demasiado al de esos chicos. Por eso me sentí algo amenazado.

— No entiendo por qué no me habías dicho nada, Jack. ¿Por qué? Sabes que siempre estaré de tu parte.

— Te noté ilusionada —confesó él—. Sé que sólo os estáis conociendo, pero yo te lo noté. Mario te gusta y no quería entrometerme en eso. Él no me pegó, ni siquiera estuvo allí aquella noche, pero ese tatuaje no da lugar a dudas.

— Son una banda —respondió la chica recuperada, secándose las lágrimas—. Me lo ha reconocido. Aunque no te pegara, Jack, ¿crees que podría salir con alguien así? Si va con esos tíos, entonces piensa como ellos. No quiero a ese tipo de personas en mi vida. 

Jack agachó la cabeza. Sintió un malestar en el estómago. Aquel día en el que se cruzaron con Mario en la calle, había sentido un escalofrío recorriendo su cuerpo. La agresión todavía era reciente y ver a alguien con el mismo tatuaje que sus agresores le había hecho sentir mucho miedo. Era comprensible. No obstante, no pretendía ser injusto. Mario jamás le había hecho nada, incluso había sido amable y simpático aquel día, a diferencia de él. Había decidido no involucrarse. Cuando Joane le contó que había tenido una cita con Mario, lo cierto es que la idea no le gustó. Se sentía incómodo, pero su amiga parecía verdaderamente ilusionada. Jack no la había visto así con demasiados chicos. No era una chica fácil de impresionar, más bien era poco accesible. Aquella noche comprendía que se había equivocado al no hablar de todo lo que pasó con ella, de cómo se había sentido. Jack no había conversado sobre su agresión con nadie, ni tenía intenciones de hacerlo, pues para él era evidente que no lo había superado todavía. Necesitaba tiempo. 

— Te agradezco mucho que hayas sacado pecho por mí. ¿Qué te ha dicho él concretamente?

— Que no tuvo nada que ver con la agresión, que él jamás te habría hecho nada. Sé que no miente, pero me da igual. Se junta con esos matones, ¿en qué lo convierte eso? Dime con quién andas y te diré quién eres. 

— No es oro todo lo que reluce —le respondió Jack, sonriendo—. Jo, sé sincera. ¿Sientes algo por Mario?

A Joane le daba mucha rabia tener que reconocerse a sí misma que se había hecho ilusiones al conocer a Mario, pero era consciente de qué quería en la vida. No podía salir con un matón que formaba parte de una banda. Ella tenía su trabajo, su sueño de abrir un estudio de tatuajes independiente y unos valores muy claros. No estaba interesada en ese tipo de chicos. Y a pesar de todo eso, la discusión con Mario la había desestabilizado por completo. Había parecido tan honesto, tan directo y tan irresistible desde un primer momento que había sido imposible no hacerse expectativas de lo que podría surgir entre ellos. Ella jamás habría sospechado que formaba parte de una banda. No era un matón ni un chulo, en realidad era todo lo contrario. Era un chico con cultura, estudiaba en la Universidad y era muy similar a ella en su ideología. Era ese tipo de persona que raramente relacionarías con una banda callejera que apalea a un chico homosexual de madrugada. Jack no se había entrometido y no pensaba hacerlo, pero sí le dio un consejo a su amiga. Joane se sorprendió al oírle decir que necesitaba una conversación con él para aclarar las cosas. 

— Si lo piensas, en realidad estás enfadada porque no esperabas que tuviese algo que ver con la paliza. Y ahora que sabes que no es así, quizás te vendría bien dejar que se explique. 

— No sé, Jackie. 

— Él dice que todo tiene una explicación, ¿no?

Joane asintió. Ella había notado a Mario muy cabizbajo, entristecido e incluso se había fijado en sus ojos cristalinos aquella mañana, cuando discutieron en la biblioteca. A la chica le molestaba bastante ser la causante de aquellas emociones tan negativas. 

— Piénsalo. Quizás te vendría bien dejar que se explique, así tú podrás tener una imagen más real de él en tu cabeza para tomar la decisión que consideres. Es lo que yo opino. 

Joane asintió, apartando el plato de macarrones para después levantarse de su asiento. Se fue a lavar los dientes. Cuando regresó al salón, las luces ya estaban apagadas y Jack estaba estirado sobre las sábanas, escogiendo otra película. La chica sonrió, tumbándose junto a él. Jack acabó por apagar la televisión. A oscuras, los dos amigos se pusieron cómodos, dispuestos a quedarse dormidos de un momento a otro. Joane tenía cosas que preguntar antes de que eso sucediese. 

— ¿Habéis follado ya?

Ambos se empezaron a reír a carcajadas. A Jack le daba siempre mucha vergüenza participar de cualquier conversación que tuviese que ver con sexo, aunque muchas veces disimulaba e intentaba desinhibirse y hablar sin tapujos del tema. Regañó a su amiga por hacerle esa pregunta, pero le respondió con sinceridad. Le describió el intento fallido que había tenido lugar en los asientos traseros del coche patrulla y Joane tuvo un ataque de risa. Sabía que su amigo no se estaba inventando la historia porque lo que contaba era totalmente propio de él. Entre bromas y risas, Joane se dio cuenta de que hablaba sola. Jack se había dormido. Ella no tardó en hacerlo, pero antes de que eso sucediese, la chica había decidido que al día siguiente se encontraría con Mario. No sabía si era lo más adecuado, pero quería hablar con él. Algo dentro de ella necesitaba verlo y Joane no era una persona que reprimiese su instinto. Por suerte o por desgracia, era completamente lo contrario. 

 

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