pizza de pepperoni

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— ¿Seguro que estás bien?

Era la enésima vez que lo preguntaba y Joane sabía perfectamente que Mario mentía, pero aceptó su respuesta y se alejó del coche para perderse en el interior de su piso. Al cerrar la puerta se encontró todo tal y como lo había dejado y su ánimo volvió a decaer. El descanso que había supuesto la excursión había acabado y la vuelta a realidad se sentía angustiosa. Caminó con lentitud, dejándose caer sobre el sofá con un horrible suspiro de cansancio y se tapó la cara con un cojín. Respiró profundamente tres veces y se aferró con fuerza al cojín bajo el que gritó hasta que su voz se quebró. Respiraba profundamente cuando retiró el cojín de su cara y se metió la mano en el bolsillo del pantalón. El móvil vibraba. No podía creerse el nombre que leía en la pantalla, pero respondió rápidamente por si su madre cambiaba de opinión. Al otro lado del teléfono, la voz de Rebecca sonaba tranquila.

— ¿Qué tal va todo?

Si su madre le preguntaba qué tal iba todo, algo estaba pasando. Joane no estaba en el mejor momento y no tenía demasiada paciencia.

— ¿Qué quieres?

— Nada, hay alguien que quiere hablar contigo.

La respiración de Joane volvió a sonar fatigada cuando escuchó a su hermana pequeña saludarla. Sonaba alegre, cosa que hizo sonreír a la chica. Escuchar a Abigail explicando cosas de su colegio alejó cualquier agobio de su cabeza e hizo que sus ánimos mejorasen al instante. En aquel momento podía poner nombre a lo que había estado sintiendo. Echaba de menos su voz, a pesar de que apenas la conocía, y su ansiedad se había mantenido en auge desde que Abigail volvió a casa de sus padres. No había podido disfrutar de su compañía porque tuvo que estar en el hospital, nunca pudo pasar un rato con ella fuera de una cama. El simple hecho de saber que su hermana estaba bien y que iba al colegio como una niña normal era una medicina perfecta para combatir su malestar emocional. Abigail se despidió y pasó el teléfono a su madre. Joana se tensó un poco, pero hablar con su hermana la había hecho sentir mucho mejor, y la actitud defensiva que había tenido al principio había sido sustituida por una más sosegada. Su madre fue bastante explícita al explicarle los motivos por los que se estaba produciendo aquella llamada. Joane no sabía muy bien cómo reaccionar, no porque no estuviese de acuerdo, sino porque no entendía qué había hecho que Rebecca cambiase de opinión. 

— Hay muchas cosas por aprender —dijo la mujer en un suspiro—, pero he gastado cerca de la mitad del tiempo que Yahvé me ha concedido. Cuanto más mayor me hago, más crece la sensación de que he vivido en un pestañeo. Al separar los párpados nací, al cerrarlos de nuevo moriré. 

— ¿De qué estás hablando? —preguntó Joanne, alarmada por la forma en que oía hablar a su madre—. Todavía eres muy joven, tienes mucho por ver y aprender, tú misma lo has dicho. 

— Por eso mismo voy a divorciarme de Dan. Será un primer paso en este nuevo camino, pero no puedo hacerlo sola. 

El corazón le latía con mucha fuerza y su respiración estaba agitada, pero Joane seguía tumbada el sofá, bien pendiente de lo que su madre le estaba explicando. No podía evitar tragar saliva al pensar que todo estaba empezando a ser como tenía que haber sido siempre. No era una inútil, lo que había hecho tenía un sentido. El Universo la había escuchado y su madre por fin iba a liberarse del monstruo con el que se había casado. Lo que más impactaba a Joane era que su madre estuviera pidiéndole ayuda. La chica comprendió en aquel momento que eso era lo que había esperado toda su vida. Estaba dispuesta a hacer lo que fuese necesario para que su madre lograse su objetivo. Por el momento la mujer sólo necesitaba que Joane cuidase a Abigail unos días. Hablar de divorcio con Dan sería algo muy complicado y la mujer no esperaba que fuese sencillo ni cómodo, pero Rebecca no estaba dispuesta a obligar a su hija menor a presenciar aquello. Joane aceptó sin ninguna duda. Después de colgar a su madre, llamó por teléfono a Mario. El chico tardó en responder, pero finalmente saludó con una voz ronca. Joane lo había despertado. 

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora