— Mark, por favor —suplicó Jack una vez más—. Dime qué ha pasado, amor.
La noche no estaba siguiendo el patrón que Jack había ideado a lo largo del día. Había estudiado, se había esforzado mucho para tener toda la tarde libre para recibir a Mark de una forma especial. Había hecho el té como a Mark le gustaba, con un poco de whisky, y había preparado el salón para tumbarse a ver el partido de futbol. Había preparado algunas cosas como tentempié. Jack estaba seguro de que Mark se comería todo el pastel y aquellos aperitivos no serían necesarios, pero si no lo eran se ahorraba prepararlos al día siguiente. Había salido a hacer la compra y había puesto las cervezas en la nevera para que estuvieran bien frías a la hora en la que Mark llegase. La noche iba a ser perfecta para su adorado novio en su cabeza, pero la realidad fue otra muy diferente. Mark llegó más tarde de lo habitual, dando un portazo y en un estado en el que Jack no lo había visto jamás. Su cara estaba colorada como un tomate y las venas de su cuello se marcaban por la ira que sentía. Tiró las llaves con toda su fuerza, estampándolas contra una pared y después de unos segundos reprimiendo las lágrimas, Mark estalló. Comenzó a darle puñetazos a la pared, llorando sin consuelo. Jack tenía un fuerte nudo en la garganta. En ese primer momento había tenido miedo del comportamiento de su novio, no lo había visto así jamás, pero Mark ni siquiera parecía ser consciente de lo que hacía.
Tras la tormenta, llega la calma. Eso es una ley irrefutable, es como una de esas leyes físicas inquebrantables. Mark se desahogó y sólo entonces descubrió a Jack en la escalera, visiblemente asustado. Todavía lloraba, pero se había calmado mucho más. Le había pedido perdón por asustarlo de aquella forma mientras lo abrazaba con fuerza, como si temiese perderlo y para evitarlo tuviese que aferrarse a él. Tumbados sobre las mantas que Jack había puesto en mitad del salón, Jack había decidido respetar el ánimo de su novio y no le iba a volver a preguntar. Lo mimaba, le acariciaba el cabello y le daba besos en la cara, pero Mark parecía estar en otro lugar. Jack simplemente lo miraba en silencio, tumbado a su lado, y habría seguido así toda la noche si hubiese sido necesario, pero afortunadamente para él no lo fue.
— Huele a pastel —murmuró Mark con una voz ronca y quebrada—.
— ¿Te traigo un cachito?
Mark asintió con la cabeza, haciendo un puchero infantil. En cuestión de minutos, Jack regresó de la cocina con un gigantesco trozo de aquel pastel y por primera vez desde que entrase por la puerta, Mark sonrió.
— ¿Eso es un cachito?
— Para ti sí, para mí es más bien un cuarto de pastel.
Mark forzó una sonrisa y cogió el plato, comiendo con ansiedad el dulce que le había traído su novio. Jack se quedó sentado en frente con los brazos cruzados, preocupado por él.
— Perdóname, Jackie —pidió Mark dejando el plato vacío en el suelo—. No quería asustarte así.
Su voz sonaba tan ronca y rota que la preocupación de Jack aumentaba. Algo horrible había tenido que pasar. Lo que Jack no se esperaba era que se sentiría aliviado de que John Caan hubiese acabado en el hospital con unas heridas muy graves después de un accidente de coche. La situación era muy crítica, la vida del policía corría un serio peligro, pero para Jack era un ejercicio de honestidad reconocer que se sentía privilegiado por eso, porque el que debería haber estado patrullando aquel día no era John, sino Mark. No era sencillamente que John hubiese tenido un accidente, lo peor era que había tenido aquel accidente porque Mark y él se habían intercambiado los turnos. A Mark le había supuesto un auténtico shock ir al hospital a ver a su amigo y tener que irse sin verlo porque seguía en el quirófano después de varias horas. Se sentía culpable, se odiaba a sí mismo por haber aceptado cambiar los turnos, aunque nadie lo culpaba de lo que había pasado porque no era culpa suya, por más responsable que el hombre pudiera sentirse. Jack lo abrazó con los ojos invadidos por lágrimas. Todo podía haber sido distinto y esa noche Mark no habría vuelto a casa y no se habría comido el pastel de zanahoria. Su vida habría cambiado radicalmente en un simple instante y Jack no sólo no podría haberlo evitado, ni siquiera se habría enterado en el preciso momento en que se produjese ese cambio.
La pareja subió al dormitorio, cogiendo las mantas que Jack había puesto en el suelo del salón. Aquella noche no se vio futbol, no hubo sexo y el pastel de zanahoria se enfrió en la cocina. Mark se duchó, tardó más que de costumbre y Jack pudo oír sus sollozos desde la cama, pero tenía que respetar su espacio. Cuando el policía se metió en la cama, Jack lo arropó y besó con ternura. Mark se quedó tumbado en silencio, con la mirada perdida en algún lugar del techo.
— Gilipollas.
— ¿Qué? —preguntó Jack a su lado, haciéndole caricias—.
— Lo último que escuchó de su mejor amigo antes de salir a patrullar fue eso. Gilipollas.
— Amor, no te tortures. Nadie sabía lo que iba a pasar.
— Siempre tiene que ser así de gilipollas —rio Mark con un tono de tristeza en su voz—. Me pidió el cambio de turno para hacerle creer a Sophie que se está acostando con otra porque ella le ha pedido espacio.
— Un poco gilipollas sí que es, tendrás que decírselo más veces cuando lo vayamos a ver.
Mark borró su sonrisa, mirando con seriedad a Jack. Se incorporó de golpe, su impredecibilidad asustó un poco al chico y Jack se echó para atrás.
— ¿He dicho algo malo?
— ¿Crees que va a sobrevivir?
Jack tragó saliva. Él no tenía ni idea de lo que había pasado, no sabía qué heridas tenía John ni podía deducir si iba a morir o no. Él era artista, no médico. Aún así, quería hacer sentir mejor a su novio, y también quería hacerle saber que él estaba allí con él, que podía apoyarse en su hombro si lo necesitaba.
— Eso nos lo dirán mañana cuando vayamos al hospital.
— Mañana tienes clases.
— Mañana iremos al hospital —repitió Jack, intentando sonar más autoritario—, pero tendrás que comerte un trozo de pastel antes de irnos.
Sin previo aviso, Mark se lanzó sobre Jack, estrujándolo en un abrazo inesperado. Jack se quejaba un poco, su novio no controlaba su fuerza a veces y podía ser un poco bruto, pero no lo apartó. Mark necesitaba su apoyo. Cuando Joane lo había necesitado, Mark había estado junto a él por el bien de su amiga. Ahora las cosas habían cambiado y era el amigo de Mark el que los necesitaba, y Jack tenía decidido, pasase lo que pasase, estar al lado de su novio.
— No te merezco, Jackie —le dijo ya tumbados, acariciándole la espalda y manteniéndolo bien pegado a su cuerpo—.
— ¿No me mereces? Veo que John no es el único gilipollas de la comisaría.
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JACK
RomanceA Jack todo le va mal. A Mark nada le va bien. ¿Qué pasaría si se dieran una oportunidad? _______________________________________________________ Finalista de los Watty 2021. Segunda ganadora en la categoría romántica de los Premios Tinta Dorada 20...