hogar

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Se tumbó sobre la cama con el albornoz, la ducha había sido muy reconfortante y tenía ganas de echarse una cabezada. No obstante, Jack estaba nervioso y necesitaba despejarse, así que había cogido su cuaderno azul y estaba dibujando a Mark sin ropa y en una actitud dominante. Había muchos otros dibujos de ese estilo en el cuaderno, pero aquel era el primer dibujo de la última página. En ese preciso instante, tumbado en una cama de un hotel del barrio londinense de Mitcham, Jack comprendió que su cuaderno azul ya estaba casi lleno, y dejó de dibujar para revisar las páginas anterior. Todas se resumían en un nombre. Desnudo y vestido, Mark ocupaba todas y cada una de las páginas de su cuaderno azul, un cuaderno en el que llevaba años dibujando y que había terminado en cuestión de meses. En ese instante, Jack fue consciente de Mark se había convertido en su mundo. Miró el móvil de su novio en la mesilla de noche entristecido. Si no hubiese sido tan descuidado, quizá podría llamarlo y hablar con él. Se levantó de la cama y comenzó a vestirse. Hablar con Mark habría sido lo ideal, sus nervios se habrían calmado y podría haberse dormido feliz, pero como aquello no era una posibilidad, bajar al bar del hotel a tomarse algo parecía una buena opción. Cogió la tarjeta con la que se abría la puerta de la suite y bajó, dejando su teléfono. El ascensor le dejó en la planta principal y al cruzarla, Jack llegó finalmente al concurrido bar del hotel. En Gullyshore nunca hubo tanto ambiente, quizá porque era una ciudad mucho más pequeña que Londres, pero no había ido allí por la gente, sino por despejarse. Caminó hacia la barra y se sentó sobre un taburete. Cuando el camarero lo atendió, pidió un gin-tonic. Apoyó su cabeza en sus manos y los codos en la barra, mirando a su alrededor. 

— Vaya ambientazo, eh  —comentó un hombre sentado a su lado—.

Al girarse, Jack vio que lo miraba fijamente. Era un hombre de piel morena y rasgos asiáticos, un hombre guapo y estiloso que le sonreía mostrando una sonrisa perfecta. Jack asintió, pero no le respondió. 

— Me llamo Haozhi, Zhan Haozhi. 

— Jack —respondió dando el primer sorbo a su bebida—. 

— Encantado de conocerte.

Haozhi era muy simpático, además de guapo y estiloso, pero por más que se esforzase, Jack estaba algo apático y no estaba muy abierto a hablar. Había bajado para beber algo y volverse a su habitación a dormir. Aún así, escuchó lo que le decía y se enteró de que Haozhi había ido a Londres por el mismo motivo que él. Se dedicaba al mecenazgo de artistas y había acudido para asistir a la conferencia de Liberty Oldham. Vivía entre Shanghái y Edimburgo la mayor parte del tiempo, aunque su trabajo lo obligaba a hacer visitas a otras zonas. Jack le explicó por lo que había ido a Londres y el interés inicial que había mostrado Haozhi creció, de manera que el chico, que ya se había terminado la bebida, se bajó del taburete y le dejó las cosas claras. Haozhi se mostró muy comprensivo y le invitó a otra copa, aunque Jack la sustituyó por un refresco. La alternativa era quedarse solo en la habitación, así que una conversación interesante con un marchante de arte no era un mal plan.   

   

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JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora