nuevas rutinas

343 49 15
                                    

El chico estaba sentado con las piernas estiradas bajo la sábana y el cuaderno sobre ellas. Miraba a su novio fijamente sin mostrar ninguna emoción, concentrado en el dibujo que estaba haciendo con la ayuda de la tenue luz de la lámpara que tenía en la mesita de noche. Mark se frotó la cara con las manos, soltando pequeños gruñidos a los que Jack no acababa de acostumbrarse. Verlo despertar era una nueva rutina a la que el artista se había acostumbrado con mucha facilidad, pues resultaba inspirador. Apenas hacía dos días que vivía con aquel hombre y ya había dibujado más que en todo lo que iba de año. En realidad, Jack había descubierto que dibujar a Mark mientras dormía podría considerarse su nueva vocación. El hombre se incorporó, dejando su torso al descubierto cuando la sábana cayó hasta su cintura. 

— Huele a café.

— Cuando alguien hace café, normalmente suele oler a café. 

Mark se reía cuando cogió al chico por las mejillas y lo besó. Su antipatía era encantadora. Se pusieron al día mientras desayunaban, Mark tenía que trabajar y no estaría mucho por casa aquel día, pero Jack no pensaba quedarse allí. Después de haberlo comentado con Joane y haberlo meditado, estaba dispuesto a aceptar la ayuda que le ofrecía la profesora Oldham. No era común que Liberty Oldham, una de las profesoras más solicitadas de la Universidad por su dilatada experiencia como artista, se volcase personalmente con sus alumnos, más bien se la conocía por ser inaccesible. Incluso dando clases parecía encontrarse en un nivel superior al que ninguno de sus alumnos llegaría jamás. Mark sonrió al escucharle hablar de su carrera, pues no era habitual que lo hiciese. Jack era una persona muy reservada y aunque había cambiado un poco y se sentía mejor respecto a eso, el chico seguía siendo muy hermético respecto a su vida y sus pensamientos. 

— Yo quiero ver tus dibujos. 

El chico dejó la taza sobre la mesa. No estaba seguro de haberlo mencionado, pero aún si no lo había hecho, no era ningún secreto que dibujaba. Su vida entera giraba en torno a eso. Dibujos, bocetos e ideas de futuros bocetos. Mark no había mostrado interés por ver ninguna de sus creaciones, pero Jack era consciente de que él tampoco se había abierto así hasta aquella mañana, y comprendió que por mucho que hubiese mejorado, seguía siendo muy introvertido. Estaba decidido a cambiar esa parte de él, ya hacía tiempo que lo intentaba, por eso le prometió a Mark que le enseñaría su cuaderno azul cuando se reencontrasen por la noche. Acabaron de desayunar y el chico subió la escalera corriendo en busca de su mochila. Otro cambio en su rutina era la tendencia casi obsesiva que Mark tenía de llevarlo a todas partes en su coche, así que Jack llegaba a la Universidad mucho antes y esperaba que fuese la hora en la biblioteca, estudiando o dibujando. Cuando el chico bajó, dispuesto a marcharse, se encontró al policía con su cuaderno azul en las manos. Inmediatamente sus mejillas se volvieron rojas. Que hubiese accedido a enseñarle algunos dibujos no implicaba que fuese a enseñarle todo lo que había dibujado en aquel cuaderno. Por la cara que puso Mark cuando Jack se acercó, el chico supo que había visto su último trabajo. Le cogió el cuaderno de las manos y lo dejó sobre el sofá, avergonzado. 

— No me había dado cuenta de que se me marcaban tanto los abdominales —comentó con sorna mientras salían de la casa—.

— No se emocione demasiado, Agente Whisky —le respondió Jack, subiéndose al coche—. Los dibujos también pueden editarse. 

La pareja cruzó la ciudad a medida que el sol comenzaba a salir y las primeras horas de luz llegaban a Gullyshore. Mark estacionó el coche en la parada de autobús del campus, despidiéndose de Jack y mirando atentamente como el chico se alejaba, caminando con lentitud por la acera, rumbo a la biblioteca. A pesar de que acaba de cruzar la calle y lo había perdido de vista, Mark no se marchó. Esperó unos segundos y Jack volvió a aparecer, diciéndole adiós desde lejos con la mano. El policía dio media vuelta y desapareció por la carretera, Jack no se movió de su sitio hasta que dejó de ver su coche. El plan era el que había seguido los días anteriores. Iría a la biblioteca y repasaría la faena de sus clases o dibujaría algo en caso de que no tuviese ganas de estudiar. Cruzaba el campus hacia la biblioteca cuando escuchó a una mujer llamarlo desde lejos. Tardó en reconocer a la profesora Oldham, sentada en una mesa en la terraza de la cafetería, saludándolo con el brazo extendido en el aire. Se detuvo, inseguro de qué debía hacer. Levantó el brazo, devolviendo el saludo, pero la profesora le hizo un gesto para que se aproximase. A Jack le pareció la cosa más extraña del mundo, pero no iba a ignorarla. Al llegar reconoció al acompañante de su profesora. Era otro profesor, no conocía su nombre porque era del departamento de Filosofía y Filologías, pero sí lo había visto varias veces por la Universidad y sabía que lo llamaban Mr. UTM, porque cuando sus alumnos le hacían alguna pregunta, solía responder de aquella forma tan original: u tell me. Era de los pocos profesores de los que no había oído barbaridades. 

Al ofrecerle una silla, Jack se encontró a sí mismo sentado en la cafetería junto a la profesora Oldham y Mr. UTM, tomándose un segundo café para no rechazar la invitación de su maestra. Habían estado hablando de las clases, pero finalizaron aquella conversación con rapidez y Liberty volcó el centro de atención en su alumno. 

— Sé que me conoces como Mr. UTM, pero también tengo un nombre de pila, como casi todo el mundo —bromeó riendo el profesor—. Encantado de conocerte, Liberty me ha hablado mucho de ti. 

— Le aseguro que a pesar de todo, me esfuerzo en mejorar —respondió Jack, haciendo reír a los profesores—.

— En casi diez años en los que he conocido a esta mujer, jamás la había escuchado hablar de sus alumnos. Es la primera vez que se lleva el trabajo a casa.

Jack asintió sonriente. Con aquel último comentario, comprendió que Albert y Liberty mantenían una relación. Era algo extraño, no era habitual que alumnos y profesores compartieran mesa si coincidían en la cafetería, pero mucho más atípico era que conversasen de aquella manera tan informal. 

— Puede que nunca haya hablado de un alumno, pero también podría ser que nunca haya tenido un alumno del que merezca la pena hablar. 

Jack miró a su profesora. Liberty Oldham era extraña, casi siempre estaba seria y era algo huraña, no respondía con dulzura y mucho menos mostraba piedad a la hora de evaluar. Desde que Jack y ella mantuviesen aquella conversación, el chico la había notado diferente. Lo miraba, le prestaba especial atención, como si Jack no fuese un simple alumno y hubiese conseguido pasar a aquella excéntrica e inalcanzable esfera en la que se situaba aquella mujer. Joane tenía toda la razón del mundo, aquella mañana Jack lo veía con claridad. 

— Profesora Oldham, ya que estamos aquí, me gustaría hacerle saber que he decidido mostrarle mis dibujos. 

— Excelente, pero no me llames Profesora Oldham, por favor, bastante tengo con que me llamen así en clase —dijo riendo la mujer—. ¿Cuándo te vendría bien venir por la tarde a mi despacho?

— Antes del fin de semana. Trabajo y me será imposible. 

— El jueves —comentó Albert—. Le diré a mis padres que tenías trabajo y lo entenderán. 

Liberty asintió. Era la primera vez que Jack se fijaba en la sonrisa de aquella mujer y lo mucho que cambiaba su cara cuando lo hacía. Después de zanjar aquel encuentro, el alumno se despidió de sus profesores. La hora de inicio de las clases se acercaba y Jack no quería llegar tarde, habiendo llegado al campus con antelación. Cuando entró en su edificio y comenzó a subir las escaleras, sus orejas captaron los primeros cuchicheos sobre su encuentro con la Profesora Oldham en la cafetería, chismorreos que tendría que escuchar a lo largo del día. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora