postres

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Cuando Jack despertó era muy tarde, normalmente no solía levantarse al mediodía. Definitivamente beber alcohol no era lo más interesante, pero tampoco lo más adecuado para tener un día productivo. Se frotó los ojos mareado, sin ganas de salir de su cama. Observó el frasco de cereales malos en el mueble de la cocina y no pudo resistirse. Sonreía a medida que caminaba con pereza hacia ellos, abriendo el frasco y comiéndoselos tal cual. Se dio cuenta entonces de que la imagen era un poco patética. El maquillaje había perdido su forma original y estaba difuminado por toda su cara. Había manchado la almohada y tenía también restos en los brazos. Se había sentado sobre el mueble de la cocina en calzoncillos, únicamente con el croptop que había llevado la noche anterior. Cabe mencionar que no olía demasiado bien. Revisó su móvil, asombrado de no haberlo cogido nada más abrir los ojos, como era ya tradición. Los mensajes se le habían acumulado, jamás había tenido tantos, y ni siquiera llegaban a un centenar. Fue respondiendo uno a uno. La mayoría eran de Joane, por eso los dejaba para el final. Sabía que sólo iba a seguir la conversación con ella. En lugar de responderle, decidió llamarla. La chica lo cogió haciendo sonidos extraños, pero Jack disimuló y fingió no haber notado nada. 

— Buenos días, Jackie —saludó ella, mucho más cordial que de costumbre—. ¿Qué tal la resaca?

— En realidad no sé si tengo resaca, pero estoy destruido. 

— Haz caso a tu amiga. Bebe agüita o un zumo y ponte cómodo. 

Jack obedeció. Se sirvió una taza de agua fría y se volvió a su cama, arrastrando los pies como si fuera un zombie de una seria postapocalíptica. Dejó la taza en el suelo, al lado del colchón, y se tumbó poniéndose lo más cómodo que pudo. 

— Descansa y mantente hidratado. Y ahora que ya estás en posición, haz el favor de explicármelo todo. Quiero todos los detalles. 

Jack rio casi sin fuerzas. Joane escuchó atentamente, ni siquiera se atrevió a preguntar nada o a comentar algo, cuando ese era precisamente su comportamiento habitual. Estaba maravillada por lo bien que le había salido todo a su amigo. Como sus llamadas solían alargarse durante horas, era costumbre que los dos pusieran el altavoz y fuesen haciendo cosas mientras conversaban. Ella se había puesto a limpiar y ordenar su piso, mientras él se había vestido y se había servido un tazón de cereales malos y se había acomodado en el alféizar de su ventana para comérselos a gusto. Tenía el móvil sobre el muslo para oír bien a su amiga y por ello notó desde el primer momento como empezaba a vibrar sobre su piel pálida. Tuvo que escupir los cereales para no atragantarse. Era Mark. Joane empezó a gritar, emocionada, y el chico se puso nervioso y el bol de cereales se le cayó al suelo. Se reían como niños mientras Jack se despedía para responder a la llamada del policía. Antes de hacerlo, respiró profundamente para calmarse. No era necesario que supiese todo lo que provocaba en él, si es que no lo sabía ya después de lo sucedido la noche anterior. Al otro lado del teléfono, el hombre se acababa de despertar. Su voz era muy ronca y sonaba casi como un murmullo. A Jack le parecía adorable. 

— No me avisaste al llegar a casa —le dijo el hombre sin saludar—. ¿Todo bien?

— Sí, me quedé dormido, disculpa. No iba en muy buen estado. 

— Ya, ya me ha comentado Sophie el estado en el que quedaron las alfombrillas de su coche. Bonito vómito, por cierto. 

Jack no pudo evitar poner cara de asco al recordar aquel vergonzoso momento en el que una náusea se le fue de las manos. Las había estado reprimiendo durante todo el trayecto y justo cuando ya estaban en su calle, perdió el control. Mark se levantó para activarse, contándole a Jack todo lo que tenía que hacer. Era la primera vez que mantenían una conversación así, tan cotidiana, y el chico no podía dejar de sonreír. Era emocionante saber qué hacía el hombre en su día a día, que compartiera ese tipo de detalles con él. 

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora