cinnamon

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El sonido del agua cayendo de la ducha dejó de sonar y Mark no tardó en aparecer con la toalla atada a la cintura. Jack lo miró un momento, pero en cuestión de segundos había vuelto a concentrarse en sus dibujos. Quería hacer algo distinto, una colección de ilustraciones que pudiesen agruparse bajo una temática, algo más profesional que pudiese presentar cuando fuese a Londres con sus profesores. La sudadera gigantesca de Ariana Grande le servía de pijama y estaba acomodado en la cama, con las sábanas hasta la cintura. Mark no dijo nada para no interrumpirlo, se quitó la toalla y se puso ropa interior. Después abrió las sábanas y se metió en la cama, tapándose hasta el pecho y dando la espalda al joven artista que intentaba dibujar algo a su lado. Jack lo miró. Seguramente estaba muy cansado y al día siguiente tendría que madrugar para ir a trabajar. No era muy generoso por su parte mantener la luz encendida y seguir intentando dibujar algo cuando era evidente que no tenía la inspiración necesaria. Cerró el cuaderno azul y lo dejó sobre la mesita de noche para después apagar la lámpara y acomodarse en la cama.

— Joane me ha invitado a desayunar con ella mañana —comentó abrazándose a su novio por la espalda—. ¿Quieres que compre algo para cuando salgas de trabajar?

— ¿Vais al Cinnamon?

Jack asintió sonriendo al ver a Mark darse la vuelta para abrazarlo por la cintura. Le encantaban sus abrazos porque siempre lo apretaba muy fuerte y le acariciaba la piel con delicadeza. 

— Quiero pastel de zanahoria, pero poco. 

— ¿Un trozo para llevar?

— Mejor un pastel entero, ya me parto los trozos yo. 

Jack estalló a reír. Mark no era escrupuloso cuando se trataba de comida, pero con los dulces del Cinnamon era increíblemente más ansioso, si es que eso era posible. Jack miraba con dulzura como Mark se quedaba dormido casi sin darse cuenta, con el chico bien pegado a él y sus caras tan cerca la una de la otra que Jack sentía el aire cálido que exhalaba su novio al respirar. Le puso la mano en la cara y lo acarició con suavidad, sin hacer fuerza para no despertarlo. Las yemas de sus dedos rozaban con delicadeza los pómulos del policía mientras se desplazaban hacia arriba, donde sus dedos se hundían en los mechones revueltos de su cabello. El pecho de Mark se movía lentamente al ritmo de su respiración mientras Jack le subía las sábanas hasta el cuello para taparlo bien. Se acurrucó bien a su lado y aún así tardaría un poco en quedarse dormido.

A la mañana siguiente, Jack se despertó solo, pero Mark había dejado su huella como todas las mañanas en las que no podía despertar junto a su novio. Había café caliente y una nota cursi sobre la encimera, junto a una taza vacía y el frasco de cereales malos. Jack únicamente tenía que servirse el café en la taza y disfrutar de lo maravilloso que podía ser el despertar gracias a Mark. Aquella mañana no se sirvió el desayuno, pues había quedado con Joane y Mario en el Cinnamon. Aquella era una de las cafeterías de moda en Gullyshore y en muchas otras ciudades del sur británico. Joane y Jack iban allí habitualmente porque estaba cerca de la universidad. Después de vestirse, el chico salió de la casa con ritmo acelerado. Fortside sólo tenía una parada de autobús, era una urbanización cuyos residentes tenían, por lo general, un buen nivel de vida, y hacía mucho tiempo que el ayuntamiento había limitado las líneas de autobús para aquella zona, aprovechando los recursos para otras zonas más humildes de la ciudad. Jack llegó a la parada a tiempo, incluso pudo sentarse porque faltaban varios minutos para que el autobús llegase. Frente a la parada había un coche aparcado. Jack no se fijó demasiado, era un coche negro y elegante, uno bastante típico de Fortside. Unos instantes después, el autobús apareció por la carretera dispuesto a detenerse en la parada, pero el coche no se movió, ni siquiera cuando el chófer del autobús le insultó por la ventana. El coche permaneció en su lugar y sólo entonces se dio cuenta Jack de que las personas en su interior lo estaban mirando fijamente. Un escalofrío recorrió su cuerpo al mismo tiempo que se levantó para subir en el autobús. 

Cuando llegó al campus universitario, aquella sensación ya se le había olvidado por completo. Cruzó la calle hasta llegar a la esquina de un edificio. Las cristaleras estaban todas decoradas con plantas, era quizás lo que más gustaba a Jack de la estética del Cinnamon. Entró y pidió su desayuno. 

— Disculpa, ¿tenéis pastel de zanahoria?

— En breves lo tendremos listo —se disculpó la camarera—. El cocinero ha llegado un poco tarde y los pasteles saldrán con retraso.

— Ah, no pasa nada. Era para llevarme uno. 

— En cuanto esté listo, te prepararé un trozo para llevar.

— No, un trozo no, me refería a un pastel.

La camarera parpadeó varias veces. La gente solía llevarse raciones o cuartos de pastel, pero uno entero no era lo más habitual. Aún así accedió a vendérselo y Jack pudo subir las pocas escaleras que llevaban a la pequeña planta alta en la que Joane y Mario estaban desayunando. El chico se sentó junto a su amiga, a la que saludó con dos besos y un abrazo, y minutos después la camarera subía con su café. Estuvieron hablando un buen rato. Joane parecía muy alegre, era la primera vez que llevaba a su hermana al colegio. Mario había estado con ellas desde el día anterior, cuando fueron a buscar a Abigail a Crosside. A Jack le hizo ilusión ver a su amiga tan emocionada después de unas semanas con el ánimo por los suelos. Un olor inconfundible fue esparciéndose por el local, llegando a la planta alta. Jack se preparó para marcharse, pero Joane tenía que volver al trabajo en la biblioteca, así que bajaron los tres juntos al mostrador para recoger el pastel de zanahoria. Se despidieron de la camarera y abandonaron la cafetería, charlando con una sonrisa, hasta que Joane se despidió y se dirigió deprisa hacia la biblioteca. 

Mario y Jack caminaron hasta la parada de autobús. Mario iba a aprovechar la mañana para estudiar en la biblioteca, aunque también era una excusa para esperar a que Joane acabase su turno para poder invitarla a comer. No obstante, el chico decidió hacer compañía a Jack hasta que llegase el autobús. Jack era la persona con la que menos había hablado, pero no por algo negativo, simplemente por una cuestión de intereses. Jack odiaba el deporte, Mario pasaba gran parte de su día en el gimnasio. A Jack le encantaba su carrera, a Mario le parecían más interesantes las ciencias tecnológicas. Encajaba mucho más como amigo de Mark, pero aún así se llevaban bien. Mario le estaba explicando lo duros que eran los exámenes que estaban al caer, cuando algo captó la atención de Jack. La expresión de su rostro cambió y en sus ojos pudo verse que algo le estaba provocando una mala sensación. Mario pudo percibirlo y miró al mismo lugar, pero no vio nada en especial.  

— Perdona, no ha sido nada —dijo Jack, quitándole importancia—. Creo que todavía sigo con sueño.

— Pues más te vale no dormirte en el autobús.

Jack sonrió. Se dio cuenta de que la broma de Mario era también un aviso de que el autobús venía por la carretera, así que se levantó y se preparó para subir. Sí, Jack era la persona con la que menos relación tenía, pero aún así Mario tenía claro que a Jack le pasaba algo. Prefirió no preguntar, pero una vez que el autobús había desaparecido del lugar, el chico volvió a mirar al sitio que Jack había mirado. No había nada que llamase su atención. Se dio la vuelta para dirigirse a la biblioteca. Justo en ese momento, un coche negro se ponía en movimiento. 

 

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