coche negro

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Jack colgó el teléfono y lo dejó perdido en algún lugar indeterminado de la cama. Las sábanas lo cubrían hasta la cintura y sobre ellas tenía un nuevo cuaderno, cuyas cubiertas también eran de color azul. El tiempo no podía ser detenido y la fecha temida cada vez estaba más próxima, de manera que el chico había decidido hacerse con un cuaderno específicamente destinado a la creación de su primera obra profesional. Tenía que pensar en todo, ni siquiera tenía una idea sobre lo que quería hacer. Obtener aquel cuaderno había sido el primer paso. Su plan era quedarse todo el día bajo las sábanas, concentrado en empezar aquel cuaderno, hacer una cena sabrosa para cuando su novio llegase de trabajar y sólo salir de casa por la noche, ya que tenía que ir a trabajar. No obstante, la llamada de Joane lo había animado. Lo habían invitado a salir a comer y había decidido aceptar. Cerró el cuaderno sin haber escrito nada y se decidió a vestirse, aunque no se pensó demasiado qué ponerse. Salió del domicilio aprisa para coger el autobús, si es que no se había ido ya, y cuando vio que descendía hacia la parada echó a correr. Ni siquiera llevaba los auriculares puestos, todos sus sentidos estaban enfocados en tomar aquel autobús, y quizás fue por eso por lo que no vio que un coche negro se abalanzaba sobre él al cruzar la carretera. Escuchó el frenazo y sintió que el coche lo golpeaba fuerte en el abdomen, haciendo que cayese hacia atrás. Sonó tan fuerte que incluso el autobús se detuvo antes de llegar a la parada. Jack se llevó las manos al estómago, pero aparte de un fuerte dolor allí, se encontraba bien. Podía mover las piernas y los brazos y poco a poco pudo levantarse. Sus ojos se clavaron entonces en el coche. Nadie bajó para ayudarlo, pero no era eso lo que preocupaba al chico. El coche era negro y elegante, no era la primera vez que lo veía. Lo había visto antes, aparcado frente a la casa y tambíen en el campus universitario. Era el mismo coche. El vehículo inició una lenta marcha atrás y poco después había desaparecido, sólo entonces captó el chico los gritos de la conductora de autobús.

— ¿Estás bien?

— Sí —le contestó él cuando llegó al vehículo—, sólo me duele un poco el estómago.

— ¿Llamamos a una ambulancia?

— No, no será necesario. Muchas gracias.

La conductora observó con preocupación cómo Jack entraba en el autobús, pasaba el abono por la máquina y buscaba un asiento libre para sentarse. Cuando el vehículo se puso en marcha de nuevo, el chico seguía acariciándose el abdomen con la mano. El dolor era constante y molesto, pero no lo suficiente como para que el chico fuese a cancelar sus planes. No quería preocupar a nadie, sobre todo a Mark, que suficiente preocupado estaba ya por John. En cuestión de minutos, el autobús llegó a la parada y Jack bajó, despidiéndose de la amable conductora. Mario lo esperaba con las manos en los bolsillos del pantalón, así que Jack dejó de palparse el vientre y fingió que no había pasado nada. El chico no lo notó y lo guio por la calle hasta el restaurante donde iban a comer. Los edificios grises y beige, envejecidos y con ventanas pequeñas, eran el símbolo del urbanismo residencial del centro de Gullyshore. A Jack le encantaban, era de las pocas personas que habría disfrutado de vivir en aquella parte de la ciudad. El restaurante, con grandes cristaleras tintadas de un color burdeos, era una vasta sala con mesas circulares. Las sillas tenían un respaldar exagerado y con formas extravagantes. Jack nunca había estado allí antes. 

Identificó a Joane y Abigail en una mesa. Mario y él se unieron a la conversación. A pesar de esforzarse, la molestia en su estómago lo hacía sentirse incómodo, y para Joane era evidente que algo había sucedido. No obstante, Jack logró convencerla de que sólo tenía el estómago revuelto. Hablaron sobre mil cosas distintas a medida que iban probando la comida que traía el camarero. Eran platos diversos de gastronomía hindú y árabe, algo completamente nuevo para Joane y Jack, y para Abigail más todavía. Se lo estaban pasando en grande, pero el teléfono de Jack comenzó a vibrar. Era Mark. Al chico le sorprendió mucho, su novio era un hombre muy responsable con el trabajo, siempre dejaba el teléfono en su taquilla, en el vestuario. Salió del restaurante algo preocupado para responder la llamada, pero Mark estaba totalmente tranquilo. 

— ¿Va todo bien? 

— Sí, sólo quería saber qué tal te iba el día.

— Todo bien, he salido a comer con Joane y Mario. Amor, ¿seguro que va todo bien? No sueles llevar el móvil cuando estás de servicio. 

— He parado a descansar un poco y quería escuchar tu voz —respondió Mark con algo de nerviosismo en su voz—. ¿Qué harás después de comer?

— Me iré a casa a coger la mochila, esta noche trabajo. 

— Muy bien, Jackie. No vayas solo, pídele a Joane o a Mario que te acerquen en moto. Lo digo para que llegues bien de tiempo. 

— Descuida. Que te sea leve el día, ya nos veremos en casa. 

Mientras regresaba a la mesa después de colgar, Jack tuvo la sensación de que Mark estaba muy nervioso. La llamada había sido extraña, pero su tono de voz sonaba distinto, como si estuviese preocupado por algo. Jack lo relacionó con el accidente de John. Mark no lo estaba llevando bien, el empeoramiento de su amigo lo estaba consumiendo por dentro. Una vez que habían terminado de comer, los jóvenes salieron del local y dieron un corto paseo por el centro de Gullyshore, aunque lo tenían muy visto. Acompañaron a Jack a la parada de autobús y decidieron quedarse hasta que el vehículo llegase. El chico se pensó varias veces si debía hacer caso a Mark y pedirle a Joane que lo acercase a la hamburguesería. Tenía una sensación atípica de inseguridad después de lo que había pasado aquella mañana y el estómago seguía doliéndole. Finalmente se lo calló y decidió que iría en autobús. No quería molestar a su amiga por algo tan ridículo como lo que había pasado al salir de casa. Abrazó a Abigail y luego hizo lo mismo con la pareja. El autobús abrió sus puertas y Jack se dispuso a subir, pero sus ojos captaron algo en la carretera y se giró para mirar detenidamente. Puso toda su atención, pero no había nada. Sacudió la cabeza de lado a lado, despejando su mente, y subió al vehículo, yendo hacia los asientos de la parte trasera. Se sentó junto a la ventana. Sus ojos oscuros observaron como Joane y Mario se alejaban cogidos de la mano de Abigail. Sacó los auriculares de su bolsillo y abrió el reproductor de música de su teléfono, seleccionando el disco de In The Lonely Hour, de Sam Smith. En ese preciso momento, el autobús arrancaba e iniciaba su viaje, y Jack devolvía su mirada al paisaje que podía verse a través de la ventana. Y fue así como volvió a verlo. 

Estaba aparcado en la calle, pero era reconocible a la perfección. Era el coche negro de aspecto elegante que lo había atropellado unos horas antes. Tuvo que pestañear repetidamente para confirmar que no se lo estaba imaginando, que no era una paranoia. Aquel coche estaba allí aparcado y todas las ideas que cruzaron la mente del chico en aquel momento hicieron que tuviese escalofríos. Atemorizado, Jack buscó el contacto de Mark y lo llamó, pero no obtuvo respuesta. Tampoco lo conseguiría las siguientes veces que intentó llamarlo. Se resignó a gestionar aquella incómoda situación él solo. Observó con atención el coche mientras el autobús se alejaba por la carretera, pero el otro vehículo no se movió ni un centímetro. Tras unos minutos, Jack volvió a girarse, contemplando el vehículo como una pequeña mancha negra en el horizonte. Aquello lo tranquilizó. El autobús no tardó en llegar a Crosside. Jack se aseguró por la ventana de que no hubiese ningún coche parecido al que había visto y bajó, echando a correr hacia su casa en el preciso momento en que sus pies tocaron el suelo. La sensación de pánico sólo comenzó a disminuir cuando entró en el domicilio y cerró la puerta con llave. A partir de ese momento, la inseguridad de Jack se fue desvaneciendo poco a poco. Se puso a estudiar, se cambió de ropa, dejó la cena preparada y cuando llegó la hora de irse a trabajar, el miedo había desaparecido de su mente. 

 

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