omnipresencia

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La capitana Owen estaba sentada en su despacho con las piernas cruzadas y un café hirviendo en un vaso de cartón reciclado. 

— Llegas pronto, Agente Whisky. Tienes mal aspecto.

— Es lo que tiene dormir en el sofá —respondió Mark de mal humor—.

— ¿Problemas con su novia, Agente Browne? —bromeó Bethel dejando un termo de café sobre la mesa—. Hoy tenemos un largo día por delante, procure no dejar que eso le distraiga.

— Descuide.  

La pizarra que había sido blanca hasta el momento pronto quedó llena de garabatos, flechas, círculos y fotografías impresas. La inspectora no era una persona impulsiva, llevaba demasiado tiempo tras el Centinela como para estropear todo ahora que ya estaban tan cerca. Después de saber todo lo que había contado Mario a Mark, tanto la inspectora como la capitana estaban de acuerdo en que los recientes sucesos como el accidente del Agente Caan o el del propio Mario eran en realidad la manifestación de la inseguridad que sentía el Centinela. Aquella pizarra demostraba que ya no quedaban incógnitas. Lo que tenían por delante aquel día era idear la manera en la que poder detenerle. La capitana y la inspectora tenían un plan, aunque Owen no se sentía cómoda con una parte y proponía cambiarla. Mark no sacó conclusiones hasta haberlas escuchado a las dos. Fuese por lo mal que había dormido, por la conversación que había tenido la noche anterior con Jack o por lo complejo que era lo que acababa de escuchar, Mark no supo qué responder y se quedó en silencio. Bethel y Owen se miraron perplejas. 

— Agente Browne, ¿hay alguna parte que no haya entendido?

 — No, inspectora, es sólo que no sé qué decir. 

— Tal y como le he dicho hace un momento, el día de hoy es importante que se concentre en su trabajo.  

— Mark —interrumpió la capitana para interceder por su agente—, comprendo que tienes relación personal con estas personas y que puede ser más difícil para ti. Vete a casa, piénsalo, y llámanos cuanto antes. Estamos abiertas a planes mejores, así que si se te ocurre otro, quizá podríamos barajarlo. 

Mark asintió sin pronunciar palabra alguna. Se levantó de la silla y salió del despacho en silencio y cabizbajo. Ni siquiera respondió cuando Olivia lo saludó, no la había escuchado. Después de subirse a su coche, se dirigió a casa y se fue directo a la cama. Jack ya se había ido, tal y como el policía había supuesto, y fue algo doloroso para él reconocer que se sentía satisfecho por ello. Se tapó con las sábanas y se quedó dormido, abrazado a la almohada que olía a Jack. 

Todos sus profesores habían respondido positivamente a su anuncio de que se marchaba por unos días a Londres junto a la profesora Oldham

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Todos sus profesores habían respondido positivamente a su anuncio de que se marchaba por unos días a Londres junto a la profesora Oldham. A pesar de la poca popularidad de la profesora en la Universidad, el profesorado se alegraba generalmente por el paso que Jack estaba dando en su sueño de convertirse en artista profesional. Liberty se había cruzado con él por los pasillos y le había entregado la acreditación y los billetes de tren, cosa que el chico ya se esperaba, pero también le había comunicado que la universidad le pagaría la estancia en un hotel a cambio de llevar una sudadera oficial que promocionase la Universidad de Gullyshore. El viaje le salía totalmente gratis. A pesar de todas esas cosas buenas, Jack no estaba de buen humor. La discusión que había tenido con Mark seguía muy presente en su cabeza, porque no era cierto aquello que el chico había creído siempre de que las palabras se las lleva el viento. Las palabras se las llevaría el viento si la memoria no las retuviese, utilizándolas para crear espacios diversos en la mente, encadenándolas en el interior de las personas.  No, las palabras no desaparecen después de ser pronunciadas, Jack lo había descubierto de mala manera. 

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