coca-cola y mentos

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La cama de Joane estaba invadida por un montón de bolsas, aunque ninguna era de tiendas importantes. De hecho, todas las cosas que habían comprado eran de la misma tienda de segunda mano, pero aún así estaban contentos. Además de haberlo pasado en grande, habían conseguido ropa bastante decente. La chica estaba sirviendo unos vasos de té helado para refrescarse. Llevaban toda la tarde fuera y no se habían parado en ninguna cafetería para descansar. No eran los más habituados a salir de compras, pero cuando salían, el centro comercial se les quedaba pequeño. Jack estaba muy nervioso. Odiaba que la gente lo tocase, aunque fuese mínimamente, y aunque no era tan arisco con la gente de confianza, no podía evitar ponerse algo tenso cuando la distancia entre él y otra persona se acortaba. Por eso era tan complicado maquillarlo, pero Joane se había otorgado una misión a sí misma. Iba a hacer de Jack toda una estrella para que su amigo volase por los aires la fiesta de cumpleaños de Mark. De fondo sonaba la música que le gustaba, así que el chico estaba más tranquilo y era más dócil, pero aún así Joane tuvo que hacer muchos esfuerzos para llevar a cabo su obra de arte. 

— Mírate, a ver qué te parece —le dijo tendiéndole un espejo de mano—.

Cuando Jack cogió el espejo con sus manos, quedó retratado el nivel de nerviosismo que tenía. Le temblaba tanto el pulso que fue ella quien tuvo que sujetar el espejo para que el chico se mirara. Una sonrisa asomó espontáneamente en su cara cuando se vio con aquellos labios tan rosados y esas pestañas tan largas y atrayentes. Normalmente sus labios tenían un tono bonito y sus pestañas eran largas y vistosas sin necesidad de rímel, pero ni siquiera él podía negar que le quedaba muy bien. Se veía guapo y eso en Jack era una novedad notable. Se fijó en los detalles que su amiga había hecho, en aquellas pequeñas lunas de color negro que le había pintado bajo el rabillo del ojo y en las diminutas estrellas que le había difuminado por los pómulos. A cualquier otra persona podría parecerle ridículo o infantil, pero no a Jack. Le encantaban aquellos detalles, Joane lo había sabido incluso antes de empezar a pintarlos. Abrió su enorme cajón de maquillajes y le cedió una toallita desmaquillante a su amigo. 

— Hidrátate bien la cara —le aconsejó mientras el chico recogía sus bolsas—. Mañana tienes que ser puntual. Te iré a buscar a tu trabajo para que no se te olvide. 

— Tranquila. ¿Cómo se me iba a olvidar algo así?

— No me hagas hablar, anda —le respondió la chica riéndose—. Avísame cuando llegues a casa.

Jack salió del bloque en el que vivía su amiga, rumbo a su casa, iba con la música retumbando en sus oídos y las bolsas en su mano izquierda, ya que utilizaba la derecha para poner las canciones que le apetecía. Antes de darse cuenta, él, la ropa y su dolor de pies estaban ya en casa. Tiró las bolsas a un rincón indeterminado del piso y se dirigió a la nevera para servirse un vaso de agua fría. Después se quitó la ropa y caminó hacia la ducha. Como era habitual en él, puso una de sus listas de reproducción para no aburrirse mientras se duchaba y se miró al espejo con detenimiento, tocándose las piernas, el vientre y los brazos. Casi siempre tenía que hacer un esfuerzo para arrinconar los pensamientos negativos sobre su propio cuerpo porque no se gustaba en absoluto, pero aquella tarde era diferente. Su piel era tan pálida que contrastaba con el color oscuro de su pelo y aunque no fuese el cuerpo más definido, sus curvas no eran feas del todo. Se tocó las caderas. Era posiblemente la zona que menos le gustaba de su cuerpo, la que más dolores de cabeza le había dado a lo largo de su niñez y su adolescencia. Los chicos no deben tener caderas y él tenía más que muchas chicas que conocía. Siempre se había sentido mal por eso. No obstante, algo aquella tarde era diferente, pues sus ojos veían en esas caderas algo precioso, único e irrepetible. En ese momento lo tuvo claro. Se puso una toalla para cubrir su desnudez y salió en busca de su teléfono móvil, marcando el número de Joane acto seguido. La chica no tardó en cogerlo. 

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora