confesión

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Abigail supo que algo iba mal cuando vio a Jack esperándola en la puerta del colegio, pero se hizo la fuerte y subió con el chico al coche de Mark. Allí le explicaron lo que había pasado y, aunque se sintió algo mal, se alegró de que no fuesen noticias de su madre. En el colegio, los compañeros y compañeras hablaban sobre ella, sobre su madre y su hermana. Nunca lo había dicho, pero Abigail estaba sufriendo porque no sabía cuándo se acabaría la vida que estaba disfrutando con su hermana. Mark condujo hasta su casa, aparcó en la puerta y bajó del vehículo para coger a la niña en brazos, aunque no tenía por qué hacerlo, y acompañó a su pareja hasta la puerta del domicilio. Jack consideraba que se estaba excediendo en su comportamiento, su protección rozaba lo paranoico. Además, el chico seguía molesto por la forma en que lo había recibido en el hospital y Mark lo sabía, así que no dijo nada. Simplemente le dio un beso en la frente y cerró la puerta él mismo. Ahora que sabía que Jack estaba seguro en casa, tenía que volver al hospital para hablar con ver cómo estaba Mario. Entendía que Jack estuviese molesto, él también había notado que pasaba demasiado tiempo lejos de él, y no era sólo por estar concentrado en su investigación con Owen y Bethel. Sabiendo que él era un objetivo del Centinela, sentía que protegía mucho más a Jack si se mantenía centrado en su trabajo. 

Encontrarse a Joane fuera de la habitación le pareció extraño, pero más raro resultó saber que Mario no quería ver a nadie, mucho menos a la chica, al menos no hasta haber hablado con Mark. El policía miró al interior de la habitación, asomándose. Mario lo miró con seriedad, no estaba muy feliz. No tenía demasiado tiempo, tenía que volver a comisaría para reunirse con Owen, pero decidió emplear unos minutos en charlar con el que consideraba su amigo. Cerró la puerta después de entrar y se sentó en una de las butacas, acercándose más a la cama. Mario siguió mirándolo sin sonreír, ni saludad ni expresarse de ningún otro modo. Se notaba que estaba muy tenso aunque no hablase y a Mark le daba la sensación de que no era sólo por el accidente. Con un simple pestañeo, Mario reveló que no quería hablar con Mark como su amigo, sino como policía. Dejó que el chico comenzase a hablar y sintió un nudo en el estómago al ver que apenas podía pronunciar una palabra sin romperse. 

— Tranquilo, tío, no pasa nada. Tómate tu tiempo. 

Mario suspiró. Lo que tenía que decir no era sencillo, pero la cosa había llegado demasiado lejos. Fingir que no pasaba nada ya no era una opción.

— Estoy metido en un lío. No van a parar hasta verme muerto.

— ¿Quiénes?

— La banda. Ahora que estoy fuera, quieren deshacerse de mí. Todo esto es culpa mía.

Mark respiró para intentar calmarse. No sabía de qué estaba hablando porque ni Jack ni Joane le habían comentado que Mario hubiese sido pandillero, entre otras cosas porque era policía y porque no sabían cómo podía reaccionar al enterarse de que formaba parte del grupo que atacó a Jack a la salida de su trabajo. Mario le explicó que unirse a la pandilla había sido más un intento desesperado de supervivencia que un deseo propio. Las relaciones con su familia en España no eran demasiado buenas, habían empeorado desde que iniciase su transición, y la beca con la que había llegado a Reino Unido no era demasiado generosa. Sin posibilidad de trabajar, Mario se había visto tentado a aceptar la oferta de aquella pandilla. Él no era un delincuente, no participaba de casi ninguna actividad ni se relacionaba demasiado con ellos. Sólo era su administrador, por expresarlo de alguna manera. Era muy buena con los ordenadores, por algo había obtenido una beca, su trabajo con la pandilla estaba mucho mejor pagado que el de limpiar platos en un restaurante sin ningún tipo de contrato. Mark no le interrumpió, pero a medida que Mario hablaba, comprendía que la pandilla de la que estaba hablando era la banda del Centinela. En su mente todo comenzaba a tener sentido. Mario era amigo de Mark, ese era el motivo por el que era objetivo del Centinela y su gente. Quizá habían interpretado que el chico estaba colaborando con la policía o algo por el estilo. 

— ¿Por qué me estás diciendo esto ahora?

Mario no fue capaz de responder. Había captado el enfado de Mark aunque el hombre estuviese controlándose. Antes de hablar con él se había imaginado que pasaría justamente eso. John había sufrido un accidente por su culpa, por formar parte de aquella banda y acercarse a Mark. Había puesto a todos en peligro, convirtiéndolos en el objetivo del Centinela. 

— Tengo que ir a comisaría —dijo el policía levantándose de su asiento—. Ya hablaremos, Mario. Pondré protección en la habitación, no quiero que des ni un paso sin decírmelo antes.

Joane se levantó de la silla al ver a Mark salir de la habitación, pero no le preguntó nada. Era obvio que estaba fuera de sí en ese momento. Se inclinó para asomarse por el umbral de la puerta, viendo a Mario con la cara desencajada, al borde del llanto. Entró caminando lentamente, consciente de que tal vez prefería estar solo, pero al dejar las cosas sobre la butaca y sentarse al borde de la cama, Joane comprobó que su novio la necesitaba. Se acomodó como pudo, intentando no ocupar demasiado espacio, y abrazó a Mario, haciéndole cosquillas en el cuello. 

— Estoy aquí. No importa lo que esté pasando, estaré aquí. 

La chica sintió que la apretaba con fuerza y supo que Mario se había echado a llorar, aunque en silencio. Pasarían unas horas hasta que se presentasen dos agentes de policía en la habitación. Venían por orden de la capitana Owen, la responsable del cuerpo policial de Gullyshore. Estaban allí para vigilar la habitación y proteger a Mario. Sólo en ese instante fue consciente Joane de lo grave que era la situación. 

 

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