videollamada nocturna

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Ya tenía el pijama puesto y estaba tumbado en su cama, hojeando una revista sin demasiado interés. Al otro lado de la pantalla de su móvil estaba Joane, sentada en su cama, desmaquillándose. Aunque se veían a menudo, casi cada noche se veían en una videollamada antes de irse a dormir, y cuando no lo hacían era porque posiblemente se habían llamado antes o se habían visto más tiempo del que solían verse. Joane tenía el pelo recogido en un moño mal hecho y estaba contando sus aventuras más recientes. El sueño de la chica era abrir un estudio de tatuajes y poder ganarse la vida con la que era su pasión. Era algo que tenía en común con Jack. Ambos amaban dibujar, aunque sus gustos eran distintos. Jack dibujaba bocetos y escenas más artísticas, quizás más vinculadas al mundo del arte; Joane era una artista libre, se dejaba llevar por la tinta, y todos sus dibujos eran pensados para plasmarse en la piel de las personas, porque Joane era una adicta a los tatuajes. 

La chica explicó que estaba bastante conforme con lo que la policía había hecho. No le habían dado demasiada esperanza de encontrar al asaltante o de que fuese a recuperar algo por los destrozos, pero sí le habían dicho que al haber presentado la denuncia no tendría que pagar ningún tipo de reparación. Jack sonrió, algo incómodo al recordar a los dos policías. Joane lo notó enseguida, lo conocía casi como si fuera su hermano. 

— ¿Cuál fue? —preguntó la chica con su típica voz de bromista—. ¿O te gustaron los dos? ¡Qué salido estás, amiguito!

Jack reía a carcajadas. No iba a mentirle a Joane, tampoco es que pudiese. Él era mal mentiroso y ella demasiado astuta. Le confesó que Mark le llamaba la atención, pero que no era eso lo que realmente le pasaba por la cabeza. La chica mantenía su mirada clavada en la pantalla del móvil, volviéndose loca con la historia que su amigo le contaba. 

— ¿Has estado saliendo con un tío durante una semana y me lo dices ahora? ¡Qué poco que valoras nuestra amistad! ¡Qué vergüenza!

El chico no podía dejar de reír. La capacidad dramática de su amiga era pésima, pero le resultaba muy divertida. No podía negar que la atracción hacia Mark era real, pero no era aquello lo que verdaderamente importaba. Durante una semana había coincidido de manera fortuita con él, la mayor parte de las veces en casualidades casi cómicas. El hombre sabía dónde trabajaba y debido a lo que había pasado aquel día, también sabía dónde vivía. Lo sabía prácticamente todo. ¿Y si era un psicópata que quería hacerle daño? Que hubiese tenido oportunidades no significaba que no tuviese intenciones extrañas y la sensación de inseguridad comenzaba a inquietar a Jack. Para Joane, sin embargo, no había nada sobre lo que preocuparse. Ella conocía a su amigo, sabía que era un paranoico y un experto en crearse películas mentales sobre cosas que en realidad eran muy sencillas. La chica se quedó pensativa unos segundos y acabó preguntando a Jack si sabía el número de Mark o tenía alguna forma de contactarlo. Los ojos del chico se clavaron en los de ella. Joane no parecía demasiado preocupada por el gesto de su amigo. Estaba muy convencida de lo que creía.

— A ti ese hombre te gusta, se te nota, y te lo has encontrado demasiadas veces como para ser casualidad. 

— Entonces sí crees que aquí está pasando algo raro, ¿no?

— Jack, despierta de una vez. No eres la protagonista de una película para adolescentes vírgenes. Lo que pasa es que el Universo te está hablando. Ese hombre es para ti.

— Y luego yo soy el que tiene que despertar —respondió riendo el chico—.

 Joane suspiró, aburrida. Abrió Instagram y se dispuso a buscar al hombre de su amigo, porque ella no pensaba darse por vencida. Ese policía era el hombre de su amigo y nadie iba a convencerla de lo contrario. Si Jack no quería escuchar las llamadas del Universo, ella estaba dispuesta a hacerlo por él. 

— ¿Tenemos un apellido o algo con lo que buscar?

— Y yo que sé... ¿Mark el Poli? —bromeó Jack entre risas—. Era algo con b. Bones, Bowen... 

— Browne. Mark Browne. 

Jack miró a su amiga serio. Sí, lo recordaba. Era el agente Mark Browne. El chico se puso tenso y advirtió a su amiga de que no quería seguir a Mark en las redes sociales, pero Joane no le había escuchado y antes de acabar la frase, Jack recibió en su teléfono móvil un mensaje de su amiga. Puso los ojos en blanco al comprobar que era el perfil de Mark. Joane se reía al comprobar las fotografías del policía, eran un completo desastre. Ella y Jack eran de otra generación y además eran aficionados al arte, tenían un gran sentido de la estética y cuidaban mucho sus cuentas en las redes sociales. Mark era prácticamente lo contrario, apenas había subido fotos suyas y la mayoría se veían borrosas, pero aún así a Joane le parecía un hombre atractivo. Era bastante similar al prototipo de chico que Jack querría conocer. El chico miraba a su amiga serio, con cara de enfadado, y ella no pudo evitar reírse. No entendía cómo podía ser tan inmaduro a veces.

— Es que no quiero su perfil de Instagram ni nada —protestó una vez más—, no quiero saber nada de él. Es un cretino, se cree que es gracioso sin serlo y además siempre está de buen humor. ¿Quién está siempre de buen humor en este planeta?

— Definitivamente, ese hombre te encanta —contestó ella sonriendo—. Mira tienes dos opciones. Puedes mirar su perfil, lo que tampoco significa que tengas que dar ningún paso, o puedes borrar el mensaje y ya está. No es tan complicado. 

Joane se despidió de su amigo para irse a dormir y la videollamada se cortó. Jack se quedó solo en su cama, con una revista tirada en el suelo y su móvil entre las manos. Lo último que vio aquella noche antes de quedarse dormido fueron las horribles fotos que Mark subía a su cuenta. 

Durante unos días, Jack estuvo pensando en lo que Joane le había dicho en aquella videollamada

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Durante unos días, Jack estuvo pensando en lo que Joane le había dicho en aquella videollamada. Por momentos pensaba como ella, pero cambiaba de opinión rápidamente. Tenía la sensación de estar ilusionándose por nada, pero incluso ese pensamiento evidenciaba que había una ilusión. ¿Qué podía tener Mark que le llamase la atención? Haciéndose aquella pregunta, la semana se había pasado con rapidez, pero no volvió a hablar de ello con Joane, quizá creyendo que así conseguiría sacarse a Mark de la cabeza. La llegada del fin de semana era esperanzadora, no sólo porque hacía más horas en el trabajo y se mantenía más ocupado, también porque los fines de semana los dedicaba a dibujar y a estudiar. Jack anhelaba que eso fuese la solución definitiva a sus pensamientos, por eso aquel viernes estaba de mejor humor. Nada le hacía pensar que sería muy distinto a como él se lo imaginaba. 

JACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora