citas

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Cuando se despertó aún sentía los nervios del día anterior. Habían pasado una noche divertida, no recordaban haber hecho algo así en el último año. Habían comido hasta tener que desabrocharse el botón del pantalón y se habían puesto un pijama para ver películas de terror de finales del siglo XX, pero no habían prestado demasiada atención a la pantalla de la televisión. Jack se había sincerado. Era difícil que lo hiciera porque era una de esas típicas personas que se guardaba todo dentro por evitarse conversaciones incómodas, pero al final acababa estallando y perdía el control. Joane se lo había pasado en grande. Durante años había escuchado a su amigo contarle su vida, sus recuerdos y anécdotas sin mucha importancia, y siempre apreciaba lo sensible que podía llegar a ser. Jack intentaba ser frío y no mostrar sus sentimientos, de alguna manera pretendía ser como Elsa de Arendel, un espíritu de hielo, distante e invulnerable; pero la realidad era que Jack era tan sensible como una flor. Su sensibilidad era especial, a veces daba con puntos de vista que nadie más tenía y quizá fuese por eso por lo que aquella noche había decidido dormir en casa de Joane.  

Los mensajes de Mark seguían en el móvil, sin respuesta alguna, y tanto la chica como su amigo creían que era necesario responder ya. Joane quería que Jack fuese a cenar con Mark, que fuese más valiente y se enfrentase a sus miedos, pero el chico estaba cerrado en sí mismo, había vivido así por mucho tiempo, y no era capaz de cambiar tan bruscamente. Ir a cenar de noche con aquel policía, por muy bueno que hubiese sido con él y por más que le gustase, era un plan que Jack no acababa de ver con buenos ojos. Le daba pánico. 

— Mira, bastante simpático está siendo. Encima de que se preocupó por ti, has evitado responder sus mensajes un día entero. Si tardas mucho más en responderle, puede que para entonces sea tarde.

El chico tragó saliva mientras releía los mensajes. Unos segundos después había respondido y podía decir que tenía una cita. Joane lo miró satisfecha. Tenían todo el día para prepararse, así que Joane se dio una ducha y se vistió rápidamente. Se colocó unos vaqueros de color blanco y un croptop de color rosa que combinaba con sus zapatos. No era de las típicas chicas estereotipadas que se tiran una hora frente al espejo pensando qué es más favorecedor; ella prefería ir siempre cómoda y era aquello lo que hacía que la ropa le sentase tan bien. Salieron a la calle poco después, rumbo al pequeño domicilio de Jack, donde Joane quería asesorar a su amigo para la cita con Mark. No era que Jack fuese un chico dejado, aunque muchos de sus looks pudieran pasar inadvertidos. Él no le daba importancia al aspecto de la gente y se sentía cómodo con que la gente no le diese importancia a su aspecto, pero en realidad él sí sabía combinar la ropa, y sí, escogía premeditadamente cada uno de sus outfits, pero no para marcar tendencia y gustar a los demás, sino para verse bien con él mismo y mejorar su autoestima. 

Iban subiendo una calle hacia el paso de peatones que llevaba al bloque de Jack. Joane iba leyendo unos mensajes en su teléfono móvil, así que no se dio cuenta de que un chico pasaba por su lado, y sin calcular bien hacia dónde caminaba, acabó por chocarse con él. Jack, que iba algo más adelantado, se giró para ver a su amiga en el suelo. Estaba recogiendo el móvil y el chico, que no había llegado a caerse, la miraba con gesto disgustado. Jack lo reconoció. Era el chico con el que Joane había hablado el otro día en la biblioteca. Joane se levantó y lo miró de arriba abajo, disgustada por no haber recibido unas disculpas. 

— ¿Cómo se decía? —se preguntó a sí mismo el chico en un español muy castellano—. Lo siento. 

— ¿Hablas español? —le preguntó Jack—.

— Sí, soy de Andalucía —respondió el chico, aliviado—. No me habría imaginado que alguien hablase mi idioma en una ciudad tan pequeña.

— Parte de mi familia es aragonesa, así que hablo bastante bien tu idioma —comentó Jack con un tono seco y distante—. 

Joane sonrió. Le agradeció al chico que se disculpase y decidió presentárselo a Jack. Su nombre era Mario y era un estudiante de intercambio de España, pero su inglés era bastante cutre, así que la mayor parte del tiempo tenía dificultades para desenvolverse bien. Había acudido a ella en la biblioteca para preguntarle por material con el que mejorar su inglés y ella había prometido encontrarle un profesor particular, sólo que no se había parado a pensar en que la persona más indicada para eso había estado siempre frente a sus narices. 

— Te puedo pagar —dijo Mario, intentando convencer a Jack—. Por favor, necesito ayuda urgentemente.

— Es que tampoco hablo tan bien español —se excusaba el chico—, he crecido aquí y mi madre me ha hablado siempre en aragonés, no en español. Deberías buscar a alguien más cualificado para ayudarte.

Sin dejar que dijeran algo más, Jack se despidió con la mano y echó a caminar hacia el paso de peatones. Joane se despidió de Mario con una sonrisa forzada y corrió hasta alcanzar a su amigo. Lo miró de reojo, algo molesta. Había actuado como un antipático y un borde, pero esta vez más de lo normal. Sin embargo, decidió no decirle nada y centrarse en la cita. Podría decirse que era la primera cita que Jack tenía en su vida, teniendo en cuenta que anteriormente había tenido experiencias que podrían calificarse de muchas maneras, pero no como una cita. Con el ventanal abierto y los dibujos en las paredes ondeando a cada brisa de aire que entraba en el domicilio, la pareja de amigos se puso manos a la obra. Joane conectó Spotify y comenzaron a vaciar el armario de Jack, buscando qué prendas era mejor llevar aquella noche. Tras una manicura, unas mascarillas faciales y una buena comida, se sentaron en el suelo para ver su programa favorito, y Joane no pudo evitar preguntar. 

— ¿Por qué te has puesto tan borde antes?

— ¿Cuándo? 

— Ya sabes, cuando nos hemos cruzado con Mario. 

Jack parpadeó. Dijo que no había ningún motivo, pero Joane había olido su mentira. Se había puesto nervioso. Jack podía creerse que era el mejor mentiroso del mundo, pero en realidad sus mentiras eran ridículas, ni siquiera sabía fingir. La chica cogió aire y suspiró profundamente. Quería confesar algo y pensaba hacerlo en aquel momento, aunque por algún motivo que no alcanzaba a comprender, sabía que a Jack no iba a gustarle.

 — El otro día tuve una cita. 

Jack miró a su amiga, boquiabierto. Parecía muy feliz por la noticia, más incluso que por su propia cita con Mark, pero aquella alegría se esfumó cuando supo con quién había sido. Intentó disimular, pero era demasiado obvio que le molestaba el hecho de que su mejor amiga hubiese tenido una cita con Mario, y Joane quería saber por qué. Jack escondía algo. 

 

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