El sonido de su móvil vibrando lo despertó. El chico estaba muy dormido, abrazado a su cojín y escondido bajo las sábanas de Mulán que alguien le había comprado por el Día del Amigo Invisible. La pereza lo venció, no quería ni mover los dedos. Los párpados volvieron a juntarse y Jack se habría vuelto a dormir si el teléfono no hubiera vuelto a vibrar. Joane. Siempre era Joane. El chico se incorporó en la cama, rascándose el cabello más por manía que por otra cosa. Se estiró para coger el móvil que vibraba en el suelo y respondió a la llamada de su amiga, todavía con la lengua medio dormida.
— Buenos días, princesa —reía Joane al otro lado—. ¿Qué tal se ha despertado usted hoy?
— Querrás decir qué tal me han despertado, ¿no? ¿Se puede saber qué haces despierta?
— Pues algo que prefiero no contarte para que no me gafes, pero estoy muy ilusionada, Jackie.
— Ya se nota, ya.
El chico se levantó de su cama y se dirigió a la cocina. Se sirvió una taza de cereales buenos, porque últimamente había abusado de los cereales malos y los había agotado. Muchas cosas estaban cambiando últimamente. Joane hablaba al otro lado del aparato, parecía muy feliz, incluso más que en los mensajes de voz de anoche. Jack tenía que reconocer que todavía tenía algo de dudas sobre el chico con el que su amiga había salido, pero no tenía energía suficiente para tener aquella conversación. Se oyó como su amiga abría una puerta y alguien la saludaba con mucha educación, incluso la llamó Srta. Moon en lugar de Joane. Jack se concentró al máximo en escuchar lo que sucedía para hacerse una idea de qué estaba haciendo su amiga, pero Joane era demasiado inteligente. Se despidió de su amigo y cortó la llamada. El chico todavía se reía cuando dejó el móvil sobre la cama y caminó hacia el alféizar para desayunar como solía hacerlo, sentado allí con la mirada perdida. En su mente había viajado en el tiempo, justo al momento en que se subió al coche de Mark la noche anterior. Una sonrisa se coló en su expresión sin ni siquiera darse cuenta. Le resultaba divertido recordar aquel pantalón de chándal de color gris y aquella camiseta de los Hawks. No podía ser más desastre y al mismo tiempo más irresistible. Estaba convencido de ir a su cumpleaños porque a aquellas alturas era una tontería negarse a sí mismo que Mark le encantaba, pero el hecho de que el hombre no le hubiese comentado nada sobre aquella fecha le hacía replantearse si estaba bien presentarse allí o no. Sí, John le había invitado, pero si Mark no le había dicho nada sobre su cumpleaños... ¿Cómo podía entrar en su fiesta sin más?
Caminó hasta el fregadero para enjuagar su tazón y se marchó a la cama para ponerse a dibujar. Siempre dibujaba, era su pasión, pero cuando había algo que lo inquietaba se obligaba a dibujar porque tenía una especie de efecto terapéutico. Su cuaderno tenía las tapas azules, aunque algo desgastadas por el tiempo que llevaba aquella libretita con él. Sus hojas eran de papel reciclado, así que tenían un hermoso tono amarillento que daba un toque original a sus dibujos. En aquella libreta no dibujaba la mayor parte de ellos, era un cuaderno especial y privado. Sólo dibujaba las cosas más personales o más preciadas para él. En su tapa frontal había pegada una piedra de color oscuro que tenía más años que el propio chico. Se la había dado su madre y a ésta se la había dado la suya y era probablemente una de las pocas cosas a las que Jack tenía un cariño especial. La Catén era un piedra aparentemente normal de color oscuro, pero su abuela había dicho que cayó del cielo y que era un regalo de Dios. Para alguien como Jack, más ateo por desdicha que por decisión propia, no había nada místico en la Catén, pero le gustaba pensar que su abuela no había mentido y que realmente era un meteorito. Jack tenía una ligera obsesión con el cielo. La mayoría de sus dibujos eran paisajes en los que destacaba las nubes o un escenario nocturnal regido por una luna majestuosa. El cielo era de las cosas más hermosas y tranquilizadoras que Jack hubiese visto jamás. Pensar que la Catén había llegado desde algún lugar más allá de éste era algo incomprensiblemente especial, algo que nadie llegaría a entender bien jamás.
El teléfono volvió a vibrar. El chico apartó el cuaderno azul y respondió a su amiga. No se había dado cuenta de que habían pasado cerca de dos horas desde que empezase a dibujar, pero tampoco se sorprendió. Perder la noción del tiempo era uno de los atractivos principales de dibujar. Joane parecía algo nerviosa, pero Jack la entendió a la perfección cuando descubrió lo que había hecho aquella mañana. No era la primera vez que la joven visitaba un local en alquiler, tenía más que decidido que su sueño era abrir un estudio de tatuajes independiente, pero aquella vez era algo diferente. Joane tenía un trabajo más o menos bien remunerado y estable en aquellos momentos, así que realmente podría permitirse el alquiler de un local. Entre ella y él, Jack solía ser siempre más reflexivo, y no siempre era una cualidad positiva. Joane era más impulsiva, meditaba menos las cosas, y eso que a aquellas alturas de su vida era mucho más madura de lo que había sido con quince años. Además no solían coincidir en su forma de pensar. Joane siempre había sido más aventurera y se cuestionaba mucho menos las cosas, Jack siempre le daba mil vueltas a todo antes de dar un paso. Quizás por eso eran tan buenos amigos. No eran iguales, pero se complementaban para crear el equipo perfecto.
— ¿Y a ti qué es lo que te pasa? — le preguntó la chica bajando de un autobús—. Te oigo muy decaído.
— No me pasa nada, Jo, sólo tengo dudas.
Jack le explicó a su amiga lo que había sucedido la noche anterior en Aira's. Le contó todo, desde la conversación con John hasta que llegó a casa en el coche de Mark. Joane soltaba risitas infantiles cuando escuchaba esas cosas. Ella era muy aficionada al romance, le encantaba leer historias de ese tipo, y ver a su amigo contando aquellas cosas era lo más cerca que había estado de vivir una de esas historias que sólo encontraba en los libros y las películas.
— ¿Pero me estás diciendo de verdad que no sabes si vas a ir?
— Es que él ni siquiera me ha dicho que es su cumpleaños...
— Jackie, de verdad, te fue a buscar al trabajo de madrugada. ¿Qué más necesitas para dar el paso de una vez? Ve a esa maldita fiesta y cómele la cara a besos de una vez.
— Tía, cómo te pasas —murmuró él ruborizándose, abrazando instintivamente su cojín—.
— ¿Sabes quién pasa también? El tiempo. Y el tiempo que pasa no regresa nunca, Jackie. Haz caso al Universo y ve a por tu hombre, joder.
Jack no pudo evitar reírse a carcajadas. Esa pasión que tenía su amiga era una de las cosas que más le gustaban de ella. Joane no había sido siempre tan lanzada y valiente, aunque sí había tenido siempre el impulso. Hasta que saliese de su casa y fuese una mujer completamente independiente, no había logrado florecer del todo. Incluso ella misma se había sorprendido al principio al ver todo lo que era capaz de conseguir por sí misma, sin necesidad de que nadie la estuviese aconsejando y protegiendo todo el tiempo.
— ¿Estás vestido ya?
— Más o menos —rio mirándose al espejo—. ¿Por qué?
— Porque nos vamos de compras. Me voy a encargar de que seas el alma de ese fiesta. Vas a llamar tanto la atención que Mark va a querer esposarte, y no precisamente para llevarte al calabozo.
— ¡Cállate, Jo!
La risa de la chica todavía podía escucharse cuando Jack colgó el teléfono para ir corriendo a vestirse. Viéndolo así, nadie habría dicho que seguía dudando sobre si ir o no a aquella fiesta. Nunca hay que subestimar el poder que una amiga de verdad puede tener sobre ti.
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JACK
RomanceA Jack todo le va mal. A Mark nada le va bien. ¿Qué pasaría si se dieran una oportunidad? _______________________________________________________ Finalista de los Watty 2021. Segunda ganadora en la categoría romántica de los Premios Tinta Dorada 20...