protección

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— Pues me alegro mucho —dijo Jack con una sonrisa—. ¿Qué voy a decir?

Joane y Mario se miraron sonrientes. Su  segundo día como pareja había ido fenomenal y lo estaban finalizando en Aira's, aprovechando que Jack trabajaba aquella noche y hacía las mil y una para que apenas pagasen. Abigail nunca había estado allí, así que era plan perfecto. Jack no podía sentarse permanentemente con ellos, pero sí podía pararse de vez en cuando a chismosear, cuando Rose no lo estaba vigilando. Era mejor así. Al chico se le hacía algo incómodo hablar de Mark. Era evidente que lo estaba pasando mal, pero ni siquiera él era consciente de lo mal que estaba. Mark se encerraba en él mismo, odiaba mostrarse débil ante otras personas, sobre todo ante Jack, y por esa razón, poco era lo que el chico podía decir sobre el estado de su novio. 

Quedaban pocos clientes en el local y la hora de cerrar se aproximaba, aunque con demasiada lentitud bajo la perspectiva del chico. Joane y Mario se acercaron al mostrador. Él cargaba a la niña en brazos y Joane cogió las manos de su amigo, haciéndole saber que estaba ahí para él aunque Jack ya lo supiese. La pareja y la niña desaparecieron por la puerta y Jack se concentró al máximo en su trabajo para salir cuanto antes. No pensaba molestar a Mark en aquellas circunstancias, así que aquella noche tendría que volver caminando a casa, y Fortside no estaba precisamente cerca. Antes de ponerse a fregar el suelo, sacó el teléfono de su bolsillo y lo encendió para mirar la pantalla, suspirando algo decepcionado al no encontrar ninguna notificación. Ni un solo mensaje ni una llamada. Le entraron ganas de llorar, pero no lo hizo. Se guardó el teléfono en el bolsillo y se dedicó a trabajar en silencio hasta que acabó. Rose se asomaba sorprendida de tanto en tanto, alucinando al ver al chico trabajar en silencio y sin música, concentrado en lo que hacía, pero enseguida desaparecía en el interior de su despacho tras picar algo de las sobras que habían quedado a lo largo del día. Jack se quitó la ropa con rapidez en el vestuario y se vistió. La ropa se le pegaba al cuerpo por el sudor y en circunstancias normales habría tardado un poco más porque se habría acicalado, pero para qué hacerlo cuando tenía una excursión por delante. Se despidió sin ganas de su jefa y salió por la puerta con la mochila negra a sus espaldas y los auriculares en sus oídos. 

Aquello le traía recuerdos de cuando se iba andando a su casa, a aquel pequeño ático ruinoso, antes de que su vida se convirtiese en otra cosa completamente distinta. Jack desfilaba por la solitaria ciudad acompañado por las voces de Ariana Grande, Kiana Ledé, Beyoncé y la Oreja de Van Gogh, toda una comitiva de divas para acompañar a otra diva que avanzaba entre las sombras de una ciudad silenciosa, bañada por cierto aire melancólico. Poco a poco, los edificios comenzaron a quedar atrás y frente a él sólo quedó una autovía y el paisaje vacío a su alrededor, oculto en la oscuridad de la noche. ¿Cómo podía ayudar a Mark? No dejaba de darle vueltas a aquel asunto. Él era el que buscaba su protección, pero alcanzaba a comprender que en aquel momento, con su mejor amigo debatiéndose entre la vida y la muerte, Mark ya no podía ser el protector y se había convertido involuntariamente en el que necesitaba ser protegido. Jack hacía autocrítica y había sido muy tóxico por su parte creer que necesitaba la protección de un hombre que lo amase. El amor no se basa en eso. Jack lo comprendía más tarde de lo que habría querido, pero la protección tenía que ser mutua. Tenía que intentar acercarse a su novio para protegerlo de sus demonios, para evitar que volviese a convertirse en el Agente Whisky y siguiera siendo su hombre, el hombre que siempre reía y adoraba hacerlo rabiar y sacar su parte más irónica a relucir. Sonrió sin dejar de caminar al pensar en lo complicado que iba a ser eso. A Mark no le gustaba mostrarse vulnerable, era un hombre canónico, él era el fuerte y el protector. Jack suspiró con la esperanza de que si él había llegado a entender lo estúpida que era esa postura, Mark pudiese hacerlo también, al menos temporalmente. 

Las primeras señales de que llegaba a Fortside aparecieron como formas oscuras, bañadas por la humedad de aquella noche. Jack notaba sus músculos tensos y cansados a medida que ascendía por la calle, dejando atrás las primeras casas de la urbanización, dirigiéndose a la suya. Cuando la vio, al otro lado de la calle, las luces estaban apagadas, pero el coche de Mark estaba aparcado. Localizó el paso de cebra y mientras cruzaba observó un coche negro, aparcado justo detrás del de Mark. No había nada extraño en él, era un simple coche negro, pero a Jack le llamó la atención sin ningún motivo aparente. No obstante, la sensación de inseguridad que le provocó hizo que se apresurara hasta llegar a su casa, y sólo se sintió más seguro tras cerrar la puerta detrás suyo. 

— Tengo que dejar de ver CSI —se dijo a sí mismo mientras cerraba la puerta con llave—.

Dejó la mochila en el suelo y las llaves en el mueble. Desde ahí pudo ver los pies de Mark sobresaliendo del sofá y se acercó hacia allí sonriendo. Tal y como imaginaba, se lo encontró dormido. Estaba en ropa interior con la cabeza medio oculta bajo su brazo y una botella de whisky casi vacía volcada en el suelo. Se arrodilló cerca de él y lo despertó con ternura, dándole besos en la cara. Si hubiera podido llevarlo a la cama sin despertarlo lo habría hecho, pero Jack conocía sus propios límites. Poco a poco, Mark se fue despertando. Al principio parecía desubicado, pero en cuanto abrió bien los ojos y vio allí a Jack se incorporó sobresaltado, cogiendo a su novio por los brazos con una fuerza excesiva. 

— ¿Por qué no me has llamado? —le recriminó, apretándole el brazo con fuerza—. 

— No quería molestarte. Me haces daño, amor, afloja un poco. 

Mark soltó a Jack, dándose cuenta de que se había exaltado más de lo que creía. Se sentó, dejando espacio para que Jack se sentase a su lado en el sofá. 

— Perdón, me he asustado. Haz el favor de llamarme la próxima vez, por favor, no vayas solo por ahí, y menos a estas horas.

— Amor, no me va a pasar nada.

— Eso no lo sabes. Sólo me faltaba que te pasara algo a ti también. 

Jack miró a Mark con preocupación. Comprendía su tristeza y hasta cierto punto era agradable que se preocupase así por él, pero había captado algo en su voz. Supuso que era natural que estuviese algo paranoico después de lo que había pasado con John. Le cogió la mano y tiró de él después de levantarse. Mark no se resistió. Subieron al dormitorio. Mark se dejó caer sobre la cama para que Jack lo arropase como si fuera un niño pequeño. 

— Me voy a duchar.

Mark asintió, robándole un beso en los labios a su novio. La ducha de Jack no fue demasiado larga, pero fue suficiente para que el policía reflexionase sobre contarle o no lo que había pasado aquella mañana en comisaría. Cuando el joven artista se metió en la cama y se acurrucó en brazos de su novio, Mark ya había decidido que no iba a decirle absolutamente nada. La Capitana Owen tenía razón. Había algo más en el accidente de John y Mark tenía una prioridad. Proteger a los suyos por encima de cualquier cosa. 

 

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