lo que importa

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La idea fluyó en su cabeza. Le había costado mucho, pero finalmente lo había conseguido, y eso que aquella noche no estaba especialmente concentrado. Después de regresar de trabajar, Jack se había encontrado la casa vacía y la cena intacta. Mark no había pasado por allí. No tenía ninguna intención de dibujar, pero en ese momento, la inspiración había acudido a su mente y había decidido no dejar pasar la oportunidad. Tras desvestirse y meterse en la cama, había concentrado sus cinco sentidos en su dibujo. No estaba acabado, pero el boceto era bonito, aquella idea había sido muy buena y Jack era incapaz de dejar de dibujar, a pesar de que fuese muy tarde. No sólo por una vocación innata, evidentemente la ausencia de Mark había comenzado a preocuparle. Se dio la vuelta sobre sí mismo, quedando tumbado bocabajo con el cuaderno extendido sobre la almohada. Siguió dibujando, pero la energía que tenía apenas unos minutos antes había comenzado a desvanecerse. Jack tenía a Mark en la mente, por más que quisiera ser comprensivo, era incapaz de entender por qué su novio no había dado señales de vida y por qué no había respondido a sus llamadas. Quizás por eso se ilusionó cuando notó el teléfono vibrando, pero el nombre que leyó en la pantalla fue el de su amiga. Al saludarla, fue incapaz de disimular la decepción en su voz. Joane lo notó. Ya había notado que estaba raro al mediodía, llamaba precisamente para charlar sobre eso, y la manera en la que la saludó demostró a la chica que no estaba equivocada. A Jack le costó abrirse y reconocer que algo no iba bien, era un comportamiento natural en él, pero Joane era una experta en hacerlo hablar, la confianza que había entre ellos era de un nivel superior. 

— Entiendo —comentó la chica después de escuchar a su amigo—, no es un asunto sencillo. ¿De qué tienes miedo?

— No es miedo, Jo. Hay que aceptar que las cosas no siempre salen como uno quiere, no somos el centro del mundo.

— Eso es cierto y está muy bien que lo tengas en cuenta, cielo, pero yo te hablo de otra cosa. ¿A qué le tienes miedo? Sé que hay algo más, Jackie, y tienes que sacarlo. 

Jack respiró profundamente, acariciándose las rodillas con ganas de llorar. No distinguía cuál era la emoción, pero sentía algo parecido al miedo, Joane no se equivocaba. Probablemente, su amiga lo sabía mejor que él, pero Joane necesitaba que fuese él quien lo dijese, quien liberase aquel sentimiento y expresase su miedo. Era el único modo en el que podía hacer que se sintiera mejor. 

— No quiero que me deje —dijo finalmente el chico, con las lágrimas resbalando por sus mejillas—. 

De pronto, se sintió frágil y comenzó a temblar a medida que el llanto cobraba fuerza. Joane lo escuchaba todo al otro lado del teléfono, manteniendo la calma para no empeorarlo las cosas pero sufriendo, sintiéndose impotente por no poder ayudar a su amigo instantáneamente. Le habría encantado tener la fórmula mágica para hacer que Jack se sintiera mejor al instante, pero Joane sabía que eso no era posible. No hay consuelo que valga para quien se está derrumbando, por más doloroso que pueda ser para las personas cercanas. Mario estaba a su lado, mirando la televisión, ajeno a la conversación que estaban manteniendo, pero percibía los nervios que la chica sentía. 

— Cielo, llora todo lo que necesites, pero no olvides respirar. Quiero que llores y te calmes poco a poco, a tu ritmo, y quiero que después me expliques por qué crees que va a pasar eso. 

Jack no respondió, no tenía fuerzas para reprimir las lágrimas y se había vuelto algo complicado respirar. No obstante, había escuchado las palabras de su amiga. Sólo tenía que calmarse un poco, dejar que sus emociones fluyeran con naturalidad. Eso siempre funcionaba. Unos minutos después, las lágrimas habían dejado de brotar de sus ojos y el dorso de sus manos se había humedecido al secarse las mejillas con ellos. 

— ¿Estás mejor?

— Sí —respondió él con un hilo de voz—, gracias por estar ahí.

— Jackie, siempre voy a estar ahí. Somos J.J, ¿recuerdas? Cuéntame qué pasa por esa cabecita que tienes.

El chico dejó caer su cabeza sobre la almohada. ¿Acaso él sabía qué era lo que sucedía? Había roto las cadenas que lo ataban y Mark lo había aceptado, su asexualidad no cambiaba absolutamente nada en aquella relación. Mark era un hombre increíble, tenía todo lo que Jack necesitaba, y, sin embargo, allí estaba él, llorando desconsoladamente con su mejor amiga al otro lado del teléfono. 

— Cielo, ¿sigues ahí?

— Sí, perdón. No sé qué decir. No sé qué está mal conmigo.

— Jackie, no hay nada malo en ti. Si estás triste, no pasa nada. La tristeza es natural, no podemos huir de ella. Si hay algo más, algo que necesites hablar, sabes que puedes llamarme, ¿verdad?

— Sí —contestó justo cuando escuchó la puerta abriéndose—. Tengo que colgar. 

Se despidió de su amiga con rapidez y dejó el teléfono en la mesilla de noche, procurando no hacer demasiado ruido. Se tumbó y se hizo el dormido mientras Mark subía las escaleras hacia la cama. Encontró la luz encendida, el cuaderno y las cosas de pintar esparcidas por el colchón y a Jack aparentemente dormido. El hombre estaba muy cansado, se quitó la ropa y se metió en la cama directamente, cogiendo las cosas de su pareja para dejarlas cuidadosamente en el suelo. Hizo un movimiento sigiloso para asegurarse de que Jack durmiese y lo arropó, dándole un beso en la mejilla antes de girarse para apagar la luz. ¿Por qué Jack se hacía el dormido? Él también se lo preguntaba a sí mismo. Se dio la vuelta, convencido de que su comportamiento no era normal, y abrazó a su novio por la cintura, besándole la espalda. Mark tomó la mano de Jack y la apretó contra su abdomen, entrelazando los dedos con los suyos. 

— No quería despertarte —susurró en un tono cariñoso—.

— No pasa nada, quería esperarte despierto. 

— Siento haber tardado tanto, amor — dijo dándose la vuelta para mirarlo a la cara—. La próxima vez te llamaré para que no me esperes. 

Jack asintió. Los brazos de su novio tomaron su cintura y apretaron al muchacho, que se abrazó a su pareja con cariño. 

— ¿No lo echas de menos? —preguntó de pronto—.

— ¿El qué?

— El sexo. 

Mark rio sin fuerzas. Le dio un beso en la cabeza y lo abrazó con más ganas, cruzando sus piernas. 

— Estoy enamorado de Jackie y Jackie es asexual. Es lo que hay, no pasa nada. ¿Cuándo vas a dejar de preocuparte por ese tema?

— Me preocupa que te canses de mí. 

— ¿Qué tonterías estás diciendo? Jackie, tienes que dejar de cuestionarte. Claro que me gustaría ponerte a cuatro en esta cama, pero si no lo hacemos no se acaba el mundo. Lo más importante para mí es que estés aquí, eso es lo único que me importa. 

Jack no respondió. De haberlo hecho, su voz habría sonado rota y Mark se habría enterado de que estaba llorando. Se quedaron abrazados y Mark no tardó en dormirse, pero Jack sí tardaría porque su mente no dejaba de funcionar. Mark había vuelto a remarcar que lo que le importaba era la relación, hubiese sexo o no, pero el problema real era que Jack no se lo creía. Aquella noche, el chico lo había comprendido al fin. El problema no era con Mark ni con su relación, el problema era suyo. 

 

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