Noventa y siete

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No lo volví a encontrar más los días posteriores.

Días después de nuestro encuentro en la calle el cerró su red social.

No sabía absolutamente nada de él no teníamos amigos en común puesto que yo no me llevaba bien con ellos. No tenía a mi disposición a ningún familiar para preguntar por él.

Lo llamé muchas veces y ninguna llamada me contestó quizá hasta había cambiado de número con tal de no tener que lidiar más conmigo.

Lo extrañaba demasiado, estaba en mi pensar cada segundo, nada me mantenía distraída y estaba sumamente pendiente al móvil por si me llamaba pero eso jamás ocurrió.

Los días eran lentos y aburridos, mis sonrisas eran ocasionadas por recuerdos; dónde la pasabamos bien, donde me hablaba con cariño, dónde yo era su amiga.

Miraba al cielo intentando encontrar algún consuelo o respuesta el se había convertido en mi vida y cual estrella fugaz había desaparecido.

Oraba en las noches por su bien, por que nada le faltara y que regresara pronto para aliviar mis inquietudes.

Escuchaba las canciones que él amaba. Había una para cada situación que había pasado a su lado.

Me alegraba que fuera el mismo tipo de música que solía escuchar. De entre tantas del género había una en especial que quedaba no del todo pero casi con lo que estaba pasando entre nosotros.

Y tu siempre mirando en tu ventana cada amanecer con la seguridad de que yo iba a volver, tanta fidelidad, perdoname yo se que maltrate tu vida pero con este amor voy a sanar tu herida voy a estar a tu lado hasta el fin de mis días, viviré por ti, moriré por ti. (Te Prometo - Adriana Lucía)

Anhelaba que la letra de la canción se cumpliera.

Frecuenté más los lugares a los que solía acudir con él para ver si de casualidad lo encontraba y tampoco pasó.

Era horrible que dependiera tanto de una persona, que me fuera indispensable su presencia para tener paz y felicidad, que sólo necesitara de unos minutos a su lado para recuperar la calma que se había esfumado desde el momento que me fue imposible tener cualquier contacto con él.

Pareciera que se lo había tragado la tierra, no había rastros de él.

Pensé en ir a su casa y verificar que no estuviera accidentado pero eso sería precipitado y psicópata de mi parte.

Dijo que necesitaba tiempo eso era lo que pasaba, eso era lo que quería creer.

No concebía la idea de que por una estupidez él me sacara de su vida, por lo menos yo lo consideraba una estupidez, si él me hubiera dicho o hecho algo similar al instante lo hubiera perdonado aunque claro, para mi era vital su compañía que le perdonaría cualquier cosa.

Deseo OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora