Noventa y seis

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El destino es tan impredecible y sabio que hasta da miedo.

Necesitaba despejar mi mente de tanto estrés por el trabajo, de tantas ganas de verlo y de acabar con la necesidad de un "te quiero bonita".

Ya había pasado tiempo desde la última vez que lo había visto.

Encontré una manera de estar más cerca de él.

Fumar. Sus cigarros favoritos.

Eran una delicia, ¿cómo pude haber estado tanto tiempo sin ellos?

Cada bocanada de humo me hacía sentirlo conmigo.

Cada cigarro valía la pena, no estaba sola él permanecía a mi lado.

Los recuerdos eran cómo un deja vú.

El olor en mis sábanas, en mi ropa, en mi habitación se volvió el paraíso la última que estuve así con una inmensa tranquilidad fue cuando pasó la noche conmigo y ese olor en mis aposentos se quedó por horas, ahora estaba todo el tiempo.

Tener una colilla de cigarro entre mis labios era cómo un beso suyo.

La caja se me acabó y fui a comprar más.

No me molesté en mi atuendo ni mi peinado ya que de seguro no lo vería, yo me arreglaba para él y no estaba, ¿para qué hacerlo?

Eran tantos mis deseos de verlo que lo imaginé a lo lejos, hacia mi dirección.

Era él.

Corrí a sus brazos y lo abracé, su aroma inundó mis fosas nasales haciendo que suspirara. Este no correspondió de la misma manera, sin embargo se removió incómodo y deshizo mi abrazo. Me miró con el ceño fruncido y cuándo se disponía a emitir palabra su móvil sonó. Le sonrió a la pantalla y se alejó para contestar después de unos cuántos segundos regresó a su posición y dijo que tenía algo importante que hacer y que iba tarde. Empezó a caminar para retirase de mi lado, miré en su dirección para observar su andar, se detuvo y viró hacia mi.

Te sentaría bien un baño apuestas a cigarro y es de muy mal gusto.

Deseo OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora