Un suspiro irritado escapó de los labios de Sam en cuanto un grupo de colegiales salió de la tienda sin comprar nada. Siempre venían cuando le tocaba el turno a él porque sabían que a Sam le faltaba carácter para ponerse firme y reprenderlos como se merecían.
Fue hasta la estantería en donde estaban los paquetes de comida chatarra y toda la confitería. En efecto, comprobó que todo estaba desordenado. Las chocolatinas estaban revueltas, las revistas fuera de sus exhibidores con las esquinas dobladas y un par de paquetes de nachos en el suelo. Samuel los recogió con un resoplido, diciéndose que podía seguir soportándolos siempre y cuando no robaran nada. Después de todo, él también había sido niño y le tomaba mucho tiempo ahorrar para comprar su chocolate favorito junto con la revista de bandas que tanto le gustaba.
Buena se la llevarían esos chicos si algún día, en lugar de encontrarlo a él, los atendía Lucas. Él cubría el horario de la noche porque era en la madrugada cuando más acudían los alcohólicos, los lunáticos y la gente polémica a armar barullo.
El timbre de la puerta emitió un pitido agudo, anunciando la llegada de personas.
Sam se levantó y rogó porque no fueran aquellos chicos otra vez. Ya le habían rebasado la cuota de paciencia aquel día y como con todas las personas tranquilas, sus estallidos de rabia eran poco comunes, pero impredecibles hasta para él mismo. Como cuando le gritó al maestro de química y le aventó en pleno rostro el examen por haber planteado en él precisamente, los pocos temas que él no había estudiado. No sólo reprobó la asignatura sino que tuvo que barrer el inmenso auditorio durante una semana a cambio de no ser suspendido, lo que afectaría su promedio. Las calificaciones bien hubieran traído a Sam sin cuidado, de no ser porque su padre le había dicho que no seguiría pagando las clases de guitarra personalizadas si sus notas bajaban.
Rodeó la estantería y sus pies se quedaron anclados al suelo.
Cinco jóvenes entraron en la tienda, riendo y charlando alegremente entre sí.
Dos de ellos, un chico alto y una chica rubia de una belleza deslumbrante, iban tomados de la mano. Sam siguió con una mirada velada y la expresión embelesada a los dos jóvenes que se apartaron y avanzaron hacia la sección de los bocadillos artesanales. Ambos vestían jeans, cazadoras negras y uno de ellos tenía puestos lentes oscuros. Sam se quedó mirando los tatuajes que le cubrían el brazo izquierdo por completo.
—Hola — saludó una voz detrás de él.
Sam se volvió rígidamente.
Reconoció esa voz porque la había escuchado en los tres conciertos en los que estuvo.
La chica que tenía frente a él era muy bonita.
Su rostro redondo poseía una expresión afable, aunque las comisuras tensas de sus labios carnosos indicaban un temperamento firme y radical. Llevaba puesto un vestido azul sin mangas que envolvía su voluptuoso cuerpo muy bien, resaltando su busto prominente y sus curvas generosas. Los amigos de Sam veían en ella al modelo de sensualidad perfecta y no le creerían cuando él les contara que había estado en la tienda. Con el resto de la banda.
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OUTSIDERS, siempre has sido tú
RomanceTomás es mi mejor amigo y el ser humano en quien más confío. Sólo yo lo conozco completamente; sé cuáles son sus defectos y sus muchas virtudes. Tiene una capacidad increíble para iluminar mi día sólo con verlo. No hay ningún secreto entre nosotros...