Capítulo 28 🎸🎼

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En cuanto terminó de hablar, Tarro se echó hacia atrás y se dejó caer en el bonito y amplio sofá rojo de su lujoso cuarto en el Dorado Premium.

Las habitaciones que cada uno de nosotros tenía en ese hotel eran tan grandes como lo sería una casa modesta. A mí me parecía algo exagerado, en especial después de que Tarro, Tomás y yo compartimos una tienda durante una noche luego de que arrestaran a Seb por agarrarse a golpes en un concierto.

Sentía más frío metida en esa cama doble que el que había sentido en la tienda, rodeada de los muchachos. A veces, uno suele creer que el dinero y los lujos lo mejoran todo, cuando la realidad era que ciertas experiencias de la vida se disfrutaban más entre más sencillas fueran.

—Hombre... — Seb fue el primero en hablar. Se llevó las manos a la cabeza, alborotando su sedoso y largo cabello negro — no teníamos ni idea de que todo esto te estaba pasando. Debimos prestar más atención.

Tarro se las arregló para sonreír débilmente.

—Ustedes no tenían forma de saber lo que mi tío me hizo durante gran parte de mi niñez.

—Ese hijo de puta no es tu tío. Es un depravado — sentenció Seb con un dedo alzado.

Tomás estaba apoyado contra la pared y se despegó lentamente. Se veía desolado.

Aunque sólo yo lo sabía, él admiraba a Tarro y lo consideraba superior a él en aspectos morales que Tomás creía no poseer, como la sensatez y el altruismo desinteresado.

Fue triste saber que alguien se había atrevido a hacerle daño al mejor de todos nosotros, el noble y dulce Tarro.

Básicamente, el tío Hugo había aprovechado cada ocasión en que los padres de Tarro lo dejaban a cargo de él y de Diana, para toquetearlos a ambos, sacarles la ropa y hacerles insinuaciones sexuales. Diana era mayor, a pesar de que seguía siendo una niña, comprendió que los tíos normales no hacían aquellas cosas. No habló, porque Hugo la había amenazado con pegarle y lastimar a Tarro si lo hacía.

No obstante, un día, Hugo abofeteó a Tarro luego de que él lo mordiera por intentar quitarle la camiseta. Diana había visto la sartén y aunque la estufa estaba apagada, se conservaba caliente.

Tomó la sartén por el mango y la descargó sobre la espalda del tío Hugo con verdadera saña. No sólo lo derrumbó con el golpe sino que lo quemó, pues Diana jamás olvidó el desagradable olor a carne chamuscada. Hugo no dijo nada a su hermano y ya no quiso quedarse a solas con los niños nunca más. Diana dio el tema por zanjado y le advirtió a Tarro que hiciera lo mismo, que enterrara aquellos días oscuros y no hablara con nadie al respecto, mucho menos sus padres.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora