Capítulo 17 🎸🎼

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Los muchachos y yo subimos al escenario en cuanto oímos el nombre de nuestra banda por el altavoz del Banana Rock. La felicidad que yo sentía era inmensa. Por fin estábamos tocando en ese festival luego de postularnos en tres ocasiones.

Sin embargo, la verdadera razón de mi alegría era compartir ese momento con los muchachos. Cuando una voz omnipresente nos anunció, Tarro lanzó una de sus baquetas hacia arriba y la atrapó con habilidad cuando caía. Sebastián y Tomás se hicieron uno muy cerca del otro y cantaron el verso de una de nuestras canciones a pleno pulmón. Como no podía ser de otro modo, los dos estaban sin camisa y sudorosos.

Tomás se inclinó un poco hacia atrás y me buscó con la mirada. En cuanto me vio, asomó a su rostro una de esas sonrisas espléndidas que lo hacían ver tan adorable y sensual al mismo tiempo. Esa sonrisa estaba reservada para la música. Yo sabía bien que no había habido mujer que hubiera pasado por la vida de Tomás, capaz de ganarse un lugar más importante en su corazón que la música.

Aparté la mirada de él por un instante, concentrada en la melodía de bajo que era especialmente compleja en esa parte final de la canción.

Cuando volví a mirarlo ya no estaba.

Las personas en el público estaban eufóricas. Gritaban de pura emoción mientras echaban la cabeza hacia atrás y señalaban con las manos.

Yo seguí sus miradas y enseguida vi a Tomás, saltando de un amplificador enorme a otro como si se tratara de la rayuela. Cada amplificador lo llevaba más y más alto. Sus movimientos eran ágiles, pero eso poco hacía por disminuir mi ansiedad, carente de toda lógica.

Hizo un movimiento gracioso con las piernas mientras extendía los brazos hacia adelante de manera tentativa. Frente a él había una viga gruesa de metal de la que pendía el telón grueso que se subía cuando una banda iba a iniciar su presentación.

Yo sabía lo que pretendía hacer. Como si presintiera mi temor u oyera mis pensamientos, Tomás me miró y sonrió con picardía. Yo sacudí la cabeza y lo miré con reprobación exagerada, aunque ya sabía que él haría su voluntad de igual modo.

Tomó impulso y saltó hacia adelante.

Mi respiración se detuvo bruscamente y un vacío se instaló dentro de mi estómago.

Alcanzó la viga de metal y se balanceó con gracilidad. El público aulló de pura emoción y como era de noche, los móviles titilaban como luciérnagas parpadeantes cuando la gente tomaba fotos.

Tomás alzó los puños y esbozó una mueca ruda, luego se sentó sobre la viga con el fin de descender deslizándose por el telón. Pero entonces, cuando iba a descolgarse de la viga, se resbaló sin haberse agarrado antes al telón.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora