Capítulo 35 🎸🎼

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Los golpes en la puerta cada vez más fuertes lograron arrancarme del coma en que había caído.

Me puse una almohada sobre la cabeza.

—¿Mel?

La voz de Tomás me llegó amortiguada, pero clara y alegre. El sueño se me esfumó al instante.

—Mel, sé que debes estar cansada, pero los muchachos y yo vamos a bajar a la piscina — prosiguió —. Está haciendo un día muy soleado, ¿por qué no vienes?

Miré la hora en el móvil nuevo que tenía sobre la mesa. Eran las nueve y media.

Nada me apetecía menos que ponerme un traje de baño, que no lo tenía, y soportar los inclementes rayos del sol que se habían vuelto tan fastidiosos para mí como para un vampiro.

No había bebido más que un par de cervezas el día anterior porque no tuvimos un solo respiro. Grabamos en la mañana, acudimos a otra entrevista en un programa durante la tarde y tuvimos que dar una presentación breve dentro del mismo programa porque el Señor Lyrica se lo había prometido a la cadena. También proyectamos un bosquejo de video musical para una de las canciones más populares, algo que no habíamos hecho nunca; hubo un productor experto en esa clase de videos que nos explicó cómo era ese proceso a rasgos generales. Cuando vio a Alicia, le brillaron los ojos y dijo que sin lugar a dudas, ella tendría que estar en él, sino bien como músico, sí como la figura central. Nos había citado para el lunes en un lugar a las afueras de la ciudad, que según él mismo nos contó, era un bosque frondoso con excelentes montañas y colinas de fondo que servía para los propósitos del video.

Llegamos al hotel casi a la media noche y estaba tan rendida que ni siquiera pensé en beber.

Pero ahora que estaba despierta y descansada la cosa cambiaba. Sentí la garganta seca y rasposa cuando le contesté a Tomás.

—Quiero dormir otro rato.

Hubo un silencio breve.

—Mel... quisiera... — se cortó — me gustaría mucho que compartieras más con nosotros. Hace mucho que no charlamos como amigos de otra cosa que no sea la banda.

"Porque ya ni siquiera somos amigos, Tomás", replicó mi voz mental.

—Quizá baje más tarde — contesté en su lugar —. De verdad me siento agotada.

Me quité la almohada de la cabeza y como las cortinas de mi cuarto estaban corridas, vi los pies de Tomás oscilar por debajo de la puerta. Me pareció oírlo respirar con fuerza y tuve la certeza de que seguiría insistiendo. No lo hizo. Escuché sus pasos alejarse por el corredor.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora