Capítulo 46 🎸🎼

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—¿Te gustó la comida, Melissa? — inquirió Cristina con un tono ansioso que intentó ocultar.

Asentí enérgicamente.

—Todo estuvo delicioso. Muchas gracias por la comida y por la invitación.

Ella me dedicó una sonrisa espléndida.

—Me alegra mucho. Nos da mucha felicidad que estés aquí.

Observé, por la expresión de su rostro fino y delicado que estaba siendo sincera. Eso me hizo sentir mal porque papá llevaba mucho tiempo insistiendo en que yo fuera a su casa nueva, pero el rencor hacia él me había cegado. Luego ocurrió todo lo de la contratación, los viajes y ya no hubo espacio para nada más.

El día que regresé a San José con Tomás, antes del accidente, llamé a papá para avisarle que estaba en la ciudad. Él dijo que le hubiera encantado verme, pero Cristina estaba en labor de parto y él estaba en el hospital. Le deseé que todo saliera bien y prometí visitarlo más adelante.

Entonces Tomás tuvo el accidente y yo no albergaba lugar en mi cabeza para nada más. Ahora que por fortuna, había pasado lo peor y él se encontraba mejor, decidí visitar a mi papá.

Había tenido ensayo con los muchachos en la mañana. Diego no perdió oportunidad para molestarme.

Aunque Tarro y Seb estaban pendientes de mí, no podían impedir que me lanzara esas miradas sucias y carnales que yo encontraba bastante desagradables. Optaba por no mirarlo a los ojos e ignorarlo.

Cuando acabó el ensayo, los muchachos se ofrecieron a acompañarme hasta la casa de mamá. Allí me quedaba los días que no dormía en el Escondrijo para cuidar de Tomás.

En otra ocasión les habría dicho que no era necesario, pero no quería correr el riesgo de que a ese tonto le diera por abordarme en la calle. A último momento me entraron ganas de ir al baño y casi suelto un grito cuando encontré a Diego recostado sobre la pared de enfrente. Se atravesó en mi camino en cuanto vio que yo avanzaba hacia la puerta. Creí que se limitaría a decirme alguna de las obscenidades o piropos de mal gusto que acostumbraba a dirigirme. No obstante, me envolvió por las caderas y me empujó con fuerza contra la pared. Enterró su cara en mi pecho y me besó con un sonido asqueroso muy similar al de un tentáculo viscoso al desprenderse de una superficie, luego me mordió en varias partes mientras me susurraba frases que me resultaban repulsivas sobre lo mucho que le gustaban las mujeres "rellenas" como yo. Deslicé una mano e intenté arañar su rostro, pero él agarró mi muñeca con una fuerza desmedida y me la retorció. Antes de irse, me besó en el cuello y luego me mordió de nuevo, arrancándome un grito que él amortiguó con su mano.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora