Capítulo 36 🎸🎼

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Respiré hondo antes de entrar en la antesala del estudio.

Los muchachos ya estaban allí.

Vi a Seb sentado solo en un sillón mientras que Tarro y Alicia ocupaban el amplio sofá de enfrente. Tomás estaba recostado contra la pared de la esquina muy cerca de ellos.

Había un enorme ventanal de vidrio que daba al salón acústico en el que grabábamos nuestras canciones. Estaba vacío en ese momento así que el silencio y la privacidad eran absolutos.

—¿Cómo estás, Seb? — le pregunté mientras me dejaba caer a su lado.

Observé el vendaje grueso que sobresalía por encima de su camiseta negra y le rodeaba la garganta.

Tuvimos que llevarlo al hospital con vidrio y todo porque sabíamos que no podíamos sacárselo. Sebastián estuvo a punto de quitárselo él mismo, impulsivo como era bajo los efectos del alcohol; los muchachos tuvieron que sujetarle las manos para evitar que lo hiciera porque aquello hubiera podido provocarle una hemorragia peor.

Y teníamos razón. El médico que lo atendió en urgencias dijo que aunque el vidrio no había tocado venas importantes, sí estaba peligrosamente cerca de la arteria carótida derecha. Esa misma noche le puso anestesia local, le quitó el vidrio y suturó la herida en menos de dos horas. Estuvimos en urgencias hasta pasadas las cuatro de la mañana.

De eso ya había transcurrido un día. Un día en el que Tomás, Tarro y Alicia no nos hablaron ni a Seb ni a mí. Salían del hotel sin decirnos nada.

Yo me hacía una idea de lo que iba a ocurrir. No obstante, no quise alarmar a Seb ni ser pesimista, o causar una discusión innecesaria con lo delicada que estaba la situación entre nosotros.

Esas sospechas se vieron afianzadas cuando el Señor Lyrica me llamó en la mañana para avisarme que estaba reunido con ellos y que Seb y yo debíamos acudir al estudio a la una en punto. No le pregunté de qué se trataba porque no era un asunto a tratar por teléfono y también porque tuve miedo de oír algo para lo que no estaba preparada.

Los muchachos pretendían expulsarnos de la banda, comprendí. Y tuve que admitir que, si ese era el caso, estaban totalmente en su derecho.

Seb y yo nos habíamos excedido y estábamos fuera de control.

—Es más incómodo que doloroso a decir verdad — contestó él, girando la cabeza hacia mí. Se llevó una mano a la garganta y resopló —. Esto pica mucho y tengo que hacer peripecias para ducharme porque no puedo quitármelo.

Tomás emitió un ruidito mitad gruñido mitad risa.

—Y da gracias que la libraste y no te abriste el cuello en canal.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora